miércoles, 5 de marzo de 2025

Que me importa un carajo tener razón o no, vamos…

 

De Flavita Banana. El País



El Chorrillo, 5 de marzo de 2025

Que me importe poco tener razón en una discusión es algo que barrunto desde hace mucho tiempo, así que voy a intentar darle forma al asunto. Quizás tendría que matizar y decir que “creo” que me importa un carajo, por aquello de que el autoengaño suele estar a la orden del día en mucho de lo que decimos y hacemos. El punto que me sirve esta noche de arranque es esa viñeta de Flavita que he colocado arriba. 

Participo en un grupo de guasap en donde se discuten asuntos varios. Como sé de alguno de los participantes que es asiduo a las lecturas de libros de autoras que están en la línea de “empoderar” a las mujeres, que escriben con bastante asiduidad sobre esa necesaria necesidad, valga la redundancia, de hacer valer los derechos y la igualdad de las mujeres, un asunto de lo más loable, pero que yo considero que existen autoras que empalagan muchos paladares con falsas percepciones sobre la realidad mujer-hombre, pues que me permití remitir la viñeta al grupo. De sobra decir que me llovieron piedras. Primero diciéndome que yo interpretaba mal la viñeta, que lo que pretendía decir Flavita, como si no cupiera otra interpretación que la de mi interlocutor, era que en realidad se trataba de una crítica a los hombres que se dicen feministas porque leen a mujeres... que no son mujeres. Lo primero que hice fue investigar quién era la tal Carmen Mola, y entre una serie de opciones que encontré en Internet estaba la de un grupo de tres autores que escribían bajo el seudónimo de Carmen Mola. 

Si hubiera dado la razón a mis interlocutores así sin más, primero, me habría privado de la sabrosa tertulia vía guasap que siguió al envío de la viñeta, y segundo me habría privado de decir a quien correspondiera por vía de sobrentendido que leer en exceso sobre feminismo desde el punto de vista de determinado feminismo, podría llevar a locura :-), y ponía el ejemplo de Alonso Quijano que volvióse loco de remate, buen loco por cierto, leyendo tan asiduamente libros de caballería. 

Así que me tocó hacer valer la interpretación que yo había visto tan clara al dar el primer vistazo a la viñeta y que se puede resumir así: "Flavita Banana, reconocida por su humor gráfico con perspectiva feminista, podría estar utilizando el nombre "Carmen Mola" probablemente aludiendo en la viñeta a la influencia que tienen las lecturas feministas en la formación de la conciencia de género de las personas. Por lo tanto, la viñeta sugiere que la lectura de autoras feministas inspira al lector a adoptar una postura feminista". Confieso que tengo muy poca confianza en la posibilidad de que un número considerable de personas tenga ideas propias (digamos que me incluyo... por si acaso), de ahí que mi interpretación se agarre al conocimiento que tengo sobre la humanidad :-). 

Es cierto que el argumento de uno de mis interlocutores, que tiene conocimiento de los trabajos de “los”  Carmen Mola, puede llevar razón si en vez colocar la viñeta en el contexto de lo general, probablemente la mayoría de los lectores de El País ignoran quién es Carmen Mola, éste se traslada al contexto de una viñeta creada pensando en aquellos que están familiarizados con los cómics  de estos autores. Considero que la discusión queda en tablas si se deja que cada uno elija el contexto que más se adapta a su gusto. 

Aclarado el asunto queda por ver el modo en cómo distintos participantes se toman la discusión, que acaso sea lo que personalmente más me interesa. En un guasap en donde los temas tratados suelen ser de simples comunicados entre unos y otros, quedamos, no quedamos, el médico me ha dicho, cosas de interés pero sin mucho más alcance, encontrarte con una especie de tertulia es un descubrimiento que me satisfacía. Mi debilidad por conversar tiene la culpa de ello. Así que hice algún esfuerzo por echar leña al fuego y allí hubo de todo, quien se sintió molesto porque acaso se sentía aludido, quien hizo hincapié en que la única interpretación posible era tal y cual, quien metió de rondó un cartelito que decía NI EN NETFLIX SE VE LO QUE PASA AQUÍ, quien como yo aludía a Alonso Quijano para recordar los males que sufrió don Quijote con sus lecturas de tantos libros de caballería, que si hubiera vivido en nuestra época lo mismo se habría metido a leer libros sobre feminismo y entonces podría haber armado la de Dios y tomado al asalto el Ministerio de Igualdad para hacer justicia y deshacer todos los entuertos machistas del entero mundo. Un tema interesante por cierto para algún atrevido que quiera añadir una tercera parte al Quijote de origen. A don Quijote sí me lo imagino en tal tesitura, aunque no tanto al bueno de Sancho y a su borrico. 

Y digo yo que si de lo que se trata es de divertirse y hacer una cierta gimnasia mental intentando que la partida de ajedrez no sea un bodrio, no hay mejor punto de partida que el que unos jueguen con blancas mientras que otros juegan con negras. Porque ya me dirán si todos los jugadores juegan al mismo tiempo con blancas o negras. En ese caso no hay juego que valga. El símil creo que está claro, que si uno no hace de abogado del diablo o no introduce un poco de polémica en el asunto, algo de pimienta, un poco de sal, un chorrito de vinagre, una pizca de nata, seguro que el guisado resulta algo soso, y por supuesto mucho menos divertido. Ya lo dije más arriba, que me importa un carajo tener o no razón, que lo que me divierte  no es llegar a ninguna cumbre ni ganar un pulso, que mi diversión está en otra parte. 

Era yo adolescente cuando leyendo una novela de Víctor Hugo, creo que Los Miserables, envidiaba a ciertos estudiantes que llenaban capítulos y capítulos con conversaciones interesantísimas. Recuerdo como ayer mismo, yo que tengo una memoria desastrosa, que cuando era adolescente muchos domingos por la tarde paseaba junto a otro amigo de mi edad a la orilla del Manzanares discutiendo sobre temas que entonces, unos pipiolos, nos preocupaban, Dios, el amor, el origen del mundo, las chicas. Apasionantes tardes del domingo. Otro recuerdo. Hubo un tiempo en que hacíamos caminatas por la sierra con otra familia con el mismo número de hijos que nosotros. Una mañana, caminando por el Alto Tajo llevábamos a la cola a mi hijo Mario y a su amigo Rodrigo, creo que debían de tener entonces cinco o seis años. Yo les precedía a unos pocos metros y cazaba constantemente lo que iban hablando. Antes habían hecho alarde de sus primerísimos conocimientos de Teología interpelándose uno a otro sobre si creía en Dios (ambos padres de las dos familias éramos no creyentes) pero aún así a ellos ya empezaba a llamarles la atención el asunto. El caso es que momentos después oigo a Rodrigo comentar a mi hijo que él no quería ser poeta (hosti, me dije, esto es interesante, y agucé el oído); Rodrigo no quería ser poeta porque a los poetas los matan (???). Resultó que Rodrigo había nacido en Granada y por ahí supo de Lorca y de las posibilidades que podía conllevar ejercer de poeta. Mi hijo Mario en absoluto recuerda aquella conversación. Yo sí, porque admiré en niños de esa edad esa temprana compulsión por abrirse paso en la realidad charlando entre ellos. 

Tanto monta si en una tertulia tienes o no razón, tanto monta si llegas a la cumbre o no, lo importante siempre seguirá siendo el camino. 



 


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