El Chorrillo, 3 de marzo de 2025
Cita Chirbes a Kafka: “El camino de la cabeza a
la pluma es mucho más largo y difícil
que de la cabeza a la lengua”. No estoy seguro de esta afirmación; yo creo que
los caminos de la cabeza a la expresión, sea escrita o hablada es en ambos casos muchas veces tremendamente
difícil. Viendo La casa en llamas esta noche, enseguida
recordé el final de otra película con parecido desenlace, Sacrificio, de
Tarkovsky. Alexander, un intelectual, se entera de que ha estallado una guerra
nuclear. En un acto desesperado, le promete a Dios que renunciará a todo lo que
tiene, incluida su familia y su hogar. Cuando despierta, descubre que la guerra
no ha ocurrido y que todo parece haber vuelto a la normalidad. En cumplimiento
de su promesa, Alexander incendia su casa. El espectáculo; su esposa, sus
hijos, un amigo, el cartero y la sirvienta contemplan sobrecogidos la casa en
llamas. En la película de hoy se repite la escena, la mujer, su marido y sus
dos hijos, que durante toda la vida han vivido centrados en sí mismos, terminan
contemplando la destrucción de la casa abrazados unos con otros. En Tarkovsky
la casa es el sacrificio que ofrece Alexander por haber sobrevivido a una
guerra nuclear que no tiene efecto, en La casa en llamas, la destrucción
de la casa sirve a la purificación de los sentimientos y los actos de unas vidsa
que no han sabido encontrar en el sacrificio constante de la madre, en su
cariño, un mínimo reconocimiento.
Recordé pensando esta situación unos lejanos
versos de T. S. Eliot, relacionado con esto pero de los que solo recordaba la
palabra “garra”. Le pedí al ChatGTP que me ayudara a localizar esos versos. Los
encontró. Estos son:
“La garra del fuego toma y devora.
El fuego y la rosa son uno.”
En La casa encendida, un magnífico y ágil
muestrario de sentimientos no expresados, de forzada convivencia donde cada uno
va a lo suyo y a donde a la madre, tantos desvelos, tantos sacrificios, tantos
años se cruzan en su recuerdo, tanta incomprensión de los suyos, tanto
abandono, donde la madre parece solo existir para facilitar la vida al marido o
los hijos, se expresa un complicado tejido de circunstancias que poco a poco
nos van mostrando el panorama de una familia totalmente desarticulada, esas
familias tan corrientes en donde no se habla, en donde las personas que han
vivido en la misma casa durante media vida no han tenido la oportunidad de
sincerarse. Arrastrados por las circunstancias de la vida, y pese a que en todo
momento han convivido bajo el mismo techo, la familia, el hogar, parecen sólo
haber servido para camuflar un sentimiento tribal y familiar que yace adormecido
y que sólo ha despertado al contacto con la catástrofe, el fuego que todo lo
purifica.
Quizás porque hoy era un día muy especial para
mí, la película me llegó muy hondo. Llevo cerca de dos meses pendiente de saber
si el cáncer que me operaron se extendió o no más allá de la próstata. Era
necesario dejar tiempo por medio para que los valores del PSA se estabilizaran,
valores que de ser altos habrían delatado la extensión del cáncer al resto del
cuerpo. Cuando uno entra en un proceso canceroso, pese a que el de próstata
parece de los menos peligrosos, es inevitable vivir la tensión de la
incertidumbre durante un tiempo. Cuando descargué el PDF del análisis en la web
del laboratorio, me temblaban las manos. Lo descargué, lo abrí. Unos minutos
después me encontraba llorando como un tonto. Tuve que salir a pasear por la
parcela a dar suelta a mis lágrimas. Lo comentaba con mis hijos esta noche. No
recuerdo haber llorado así más que dos veces en mi vida, hoy, cuando encontré
que el cáncer había desaparecido de mi cuerpo y la otra ocasión cuando a mi
madre, que le habían diagnosticado un
cáncer de cerebro y dado tres meses de vida, un día no supo continuar una labor de punto que había hecho durante toda su vida. Mi madre era modista y había hecho
calceta desde siempre. En aquellos meses se encontraba tejiéndome un
jersey y un día me acerqué a ella porque la veía confusa. No entendía lo que le
pasaba con la sisa de los sobacos, no era capaz decontinuar. Su degradación mental
durante esos tres meses era un plano inclinado que la llevaría en poco tiempo a
su final. Todos lo sabíamos menos ella. Al día siguiente, cuando me
acerqué a ella y a su labor, logré que cambiara de idea y que en vez de un
jersey que no lo necesitaba, le dije, prefería que me hiciera una bufanda mucho
más fácil de tejer. Accedió a ello y deshizo el jersey y empezó a tejer una
bufanda. Unos pocos días después ya no supo siquiera seguir adelante con la
bufanda. Cuando la encontré perpleja ante la labor mirando aquello como si
fuera la primera vez que tejía, tuve que salir corriendo a la parcela para
esconder un llanto irreprimible.
Viendo hoy la película recordé estos detalles.
Me preguntaba en qué rincón del alma se encierran nuestros sentimientos más
íntimos, más sentidos. Parece que vamos por la vida atendiendo a asuntos de
todo tipo, proyectos, trabajo, crianza, pagar las letras de la casa,
preocupados por un golpe que hemos dado al coche, preocupados por el dinero, y de
repente se incendia la casa, se muere tu madre, tu hijo, tu mejor amigo y el
cuerpo que es muy sabio y lleva cuenta en su interior de lo que es
verdaderamente importante, nos agarra por dentro y en un momento prorrumpimos en
llanto.
Ciegos a nuestros sentimientos más íntimos
descubrimos frente a la casa en llamas lo que realmente nos importa en la vida,
hemos necesitado ese desastre para comprender lo mucho que nos queremos, para
comprender que la abolladura del coche, los problemas del trabajo, nuestras
aspiraciones económicas no pintan un pimiento ante lo que realmente es
importante. marcharse de la vida sin haber llegado a profundizar en la calidad
de los afectos, hijos, pareja, amigos, sin haber podido expresar nuestro más
profundo cariño a los otros, y esto sin necesidad de que tengamos que
contemplar nuestra casa en llamas frente a nosotros, parece una cosa bien
triste. La familia de La casa en llamas tuvo la enorme suerte de que se les
quemara la casa. Si su casa no hubiera ardido la familia como tal habría sido
un rotundo fracaso.
En la filosofía hindú y el budismo, el concepto
que se acerca a esta purificación espiritual lo denominan “katharsis”, un término en realidad originario de la filosofía
griega. Era un concepto que se usaba para describir la purificación emocional
que ocurre a través del arte y la tragedia. Esta última acepción es
perfectamente válida si la aplicamos a La casa en llamas, porque a la
vez que contemplamos la película, su final nos conmueve; es arte, pero es plena
vida perfectamente aplicable a muchas familias que conocemos.
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