El
Chorrillo, 28 de enero de 2025
Primera
tarea está mañana después de desayunar, hacer la cama, es decir tres segundos,
el tiempo de estirar el edredón sobre la cama, dar de comer a los carboneros y
gorriones, de los peces se encarga Victoria, y ahora, que todavía no puedo
hacer ejercicios de mantenimiento, encender el ordenador y tomar algunas notas
para que no se me olviden algunos asuntos, hoy un tema sugerido por el guasap
de un amigo. A continuación un vistazo a la prensa de no más de diez minutos y
a desgranar sobre la pantalla del ordenador como otros días algunas
reflexiones, mi deporte favorito con mucha frecuencia. Eso sí, entrando el sol
por la ventana del sur a calentarme el cuerpo. El viento sigue presente con
cierta violencia, pero no con tanta con que amenace tirar abajo el eucalipto
que tengo enfrente, un temor que no cesa cuando el viento arrecia. Lo até con
un cable de acero de un centímetro a un olmo y a un álamo próximo, pero aún
así, no deja de producirme cierto temor, el de que un día se me caiga encima de
la cabaña y este rinconcito que es mi habitat se vaya a hacer puñetas. Toco
madera.
Buenas
noticias entre hoy y ayer. Me emocionaba la pasada mañana ver ese caudaloso río
de gazaitíes de regreso a sus “hogares”. Sí, tuve que poner inevitablemente
comillas a esa palabra, hogar. Cientos, miles de personas con sus atillos a la
espalda que tanto recordaban a los otros miles de judíos huyendo del criminal
exterminio de los nazis. Las trájicas paradojas de la historia, los nazis exterminando
a los judíos y ahora los judíos exterminando a los palestinos. Hoy en los
titulares era esa cifra alcanzada del paro por debajo del 11%, unas cotas que
no se alcanzaban desde hace dieciséis años. También estaba la esperanza de que
el escudo social propuesto por el gobierno salga adelante. Y como colofón, amén
de otros titulares, una noticia que da idea de la repercusión que está teniendo
Ahora
sí, ahora ya puedo entrar en el tema de hoy: Pensar con la cabeza o con el
estómago. Sucedió que anoche, que me picó la curiosidad sobre qué se cocía por
ahí sobre el asunto Errejón, que es tema que me parece interesante no por el
juicio en sí, sino por cómo unos y otros se adhieren o no a la polvareda levantada por
el juicio, me encontré tal cantidad de material sobre el asunto en YouTube que
a las dos de la mañana no resistí la tentación de ver cuáles eran las respuesta
relacionadas con el juez y los implicados. Primero fue un vídeo de una
criminóloga que dejaba bien claro que aquello no tenía ni pies ni cabeza y que
la mujer que había iniciado la denuncia, cuanto menos podía decirse de ella era que
se trataba de una cabeza hueca; cuanto menos… Después me encontré con otro
vídeo que hizo que se me saltaran las lágrimas de risa. De verdad, no me había
reído tanto desde hace tiempo.
A
raíz de este último es de donde nacen mis reflexiones de hoy. Me reí con ganas
escuchando a un hombre del que no sabía nada, y que ni falta hacía si me atenía
al trabajo de análisis que hacía de la tal Mouliaá y que retrataba a ésta como
una tonta el culo, una persona que en una entrevista en televisión manifiesta
que se había tomado una cerveza y cuatro copas y cinco minutos más tarde
confiesa que ella no bebe cerveza, y así una parida detrás de otra. Sucede que
mi amigo X (X en mi blog puede ser cualquiera) esta mañana me guasapea diciendo
que el autor del vídeo es un impresentable, que si defiende a la extrema
derecha, que si patatín y patatán. Y esto enseguida me plantea una cuestión
algo espinosa. Cuando consideramos una idea expuesta por alguien, ¿en dónde
deberíamos poner nuestro interés, en lo que dice o por el contrario debemos
atenernos al peinado que lleva, a si es guapo o feo, o si es religioso o ateo, o si es de derechas o de izquierdas, o si lo ha expresado con excesiva
vehemencia o no? Bueno, pues esta mañana, dado que él aludía insistentemente
una y otra vez en que el autor era un tal y un cual, un impresentable,
etcétera, por más que insistí en preguntarle, con mayúsculas, EN QUÉ NO TENÍA
RAZÓN el autor del vídeo, no logré que me respondiera. Él sólo tenía en mente
el historial de este individuo, y por tanto, y esto es clave, dijera lo que
dijera el youtuber, no había cáscaras, tenía en la cabeza el que era un tal o
un cual de tal manera que le impedía reconocer que cualquier persona de
cualquier ideología puede decir en ocasiones algo aceptablemente lógico.
Si
alguien de la rancia derecha te dice que no es el sol el que se mueve sino que
somos nosotros, nuestro planeta, los que damos vueltas alrededor del sol, mi
amigo sería capaz de seguir aceptando
que la tierra es plana con tal de no darle la razón a ese alguien, y sólo y
exclusivamente porque es de derechas, algo que poco tiene que ver con las ideas
en curso. Que lo que decimos y pensamos está condicionado por nuestros gustos,
nuestra tendencia política o nuestra relación con la religión me resulte tan obvio
esta mañana, tiene que ver con mi propia
actitud ante la realidad porque, seguro estoy, de que si anoche hubiera sabido
de antemano que el youtuber que tanto me hizo de reír era de una ideología
opuesta a la mía, primero no me habría molestado en abrir el vídeo, y si lo
hubiera hecho casi seguro que no me hubiera divertido tanto. Así que dicho esto
que no se mosquee X, que aunque yo crea pensar con la cabeza también es cierto
que en mi pensamiento también interviene el estómago.
Algo
de lo que soy consciente y que suelo tener en cuenta, primero porque la
riqueza de nuestro pensamiento se nutre mucho de los opuestos y segundo porque
hay que hacer el esfuerzo de no convertir la realidad en un muestrario de
blancos y negros. Recuerdo que hace tiempo un día, haciendo ejercicio de
conciliación entre mi estómago y mi cabeza, me decidí a leer el programa
electoral completo de Marie Le Pen. Bueno, pues tengo que confesar que pese al
cariz bastante de izquierdas que rige mis circuitos cerebrales, allí encontré
bastantes cosas que yo aceptaba de buen gusto. Me cuesta pero trato de
comprender otras realidades y otras personas. Amigos tengo profundamente
religiosos con los que discrepo sin que ello afecte en absoluto a nuestras
relaciones. Eso sí, algo más me costaría congeniar con personas de la extrema
derecha, por no decir que sería imposible.
En
el ámbito político y en extremo opuesto me sucede algo parecido. Siempre me
pareció que Irene Montero era una simple y una persona sin preparación pero
¿quiere decir ello que tantas cosas que pueda decir no valen un pimiento? En absoluto. Ni
siquiera que ella pueda haber sido elevada a la política de alto standing por el macho
alfa de su pareja debería afectar mi consideración, si ella realmente fuera una
persona competente, y que en mi consideración en absoluto lo es. Existe también
otro modo de querer poner puntos a las íes que algo tiene que ver con esto.
Victoria y yo no compartimos en ocasiones puntos de vista sobre asuntos de
índole parecida a la que motivan estas líneas, lo cual da lugar a ciertas
puntualizaciones que acaso lastran la verdad de unos hechos. Un ejemplo, esta
mañana estamos echando el baile habitual con el que comenzamos el día y estando
en ello me comenta que bueno, que podía estar de acuerdo con lo que decía la
criminóloga del vídeo que le envié, pero que… cuestiones de tono, modos de
enfocar el asunto, etcétera. Yo también podría estar en desacuerdo, en
desacuerdo incluso con el peinado de la criminóloga, su forma de vestir, su
modo de expresarse, sin embargo en este caso es notable que hablando de este
vídeo, que desarma un discurso feminista trasnochado y que pone las cosas en su
sitio llamando a la ley de Irene Montero “La cagada de la ley del sí es sí”, es
curioso que ella se refiera a cuestiones de forma en primer término.
Resumiendo:
¿Cuánto pensamos con la cabeza y cuánto con el estómago?
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