El Chorrillo, 6 de diciembre de 2024
“Jejeje”,
comentaba el otro día por aquí Ramón González un post que hablaba de mayores
raritos que siguen poniéndose el mundo por montera, diciendo que qué manera de
dulcificar la realidad “raritos y mayores” o mayores y raritos. En aquella
ocasión, como en tantas otras veces, la referencia era Carlos, una expresión
que había aplicado humorísticamente él a los de su edad que hacen cosas raras
como escalar montañas. Sentir euforia, sea porque te sale de dentro o porque
sientes necesidad de manifestar un optimismo en relación con la edad, esta
noche pienso que probablemente tiene algo de impostación, de forzada actitud
con la que seguir alimentando el fuego interior. Impostación porque obedece a mi estado de ánimo de estos días, así que recurramos a Carlos para aliviar el peso
y cambiar de registro con su ayuda, la ayuda de esas imágenes que me llegan de junto al mar y me obligan a caminar un poco más erguido, amigo diario, hoy la cosa iba de
lamentaciones y autoengaños, así que hagamos el esfuerzo de echar razones en el
platillo opuesto. Si te sientes bien y además te hace gracia eso que dice
Carlos de que somos unos mayores raritos, mejor decirlo a los cuatro vientos y
reforzar así el lado positivo de eso que consiste en hacerse mayores, mejor eso
que andar subrayando los males de la edad. Reconocer que Carlos nos sirve a
muchos de fuelle para avivar el fuego de la vida, así sin más, te hace ver con
mayor optimismo el futuro. Pero sobre todo te muestra que esto, estar bien y
con cierto grado de euforia en absoluto es gratuito, no es algo que te caiga
como regalo, que tiene un curro detrás que hay que saber apreciar. Basta
recordar los ocho o diez meses que ha pasado Carlos de dolor y sufrimientos
varios, y de entrenamientos, pese a todo, diarios, para comprender que nadie da
duros a pesetas. Esta tarde sin más que me hacía llegar unas bellas fotografías
escalando con Angel Luís Santamaría en alguna parte del Mediterráneo. Ganarse a
pulso la posibilidad de con tantos años poder trepar por esas hermosas y aéreas
paredes que se alzan desde la misma orilla del mar con tan indescriptible
belleza, tiene su precio; para ello hay que pasar por taquilla previamente, que
no se levanta uno de un sillón al que el culo se ha pegado durante tantos días
y de golpe te pones a imitar a las salamanquesas. Hago hincapié en ello porque
es fácil que se nos olvide, se me olvide, que un buen grado de salud depende en
muchas ocasiones del empeño que podamos poner en mantener la mente y el cuerpo
en buenas condiciones. Amigo mío, le decía yo anoche a Carlos en un guasap, eso
sí que sobrepasa mi capacidad de comprensión. Me enamora tu juventud y tu ánimo,
precisamente en estos días en que la pereza y las expectativas del quirófano me
pueden. Espero que verte ahí trepando por los abismos me devuelva un humor más
benigno. Y añadía que nunca yo escalé en un escenario tan bestial como ese,
pero que todavía tenía esperanza de que algún amigo me invitase a semejante
festín en algún momento. Me despedía mandándole un abrazo y con un que tu
infinita sabiduría de la vida nos siga guiando.
El
fuego de la chimenea languidecía y estaba para irme a la cama, pero me retuvo
esa idea de que el que algo quiere algo le cuesta, precisamente en un día en que mi ánimo
no estaba muy allá y que por tanto podía tomar dos caminos, el de seguir
cabizbajo y meter la cabeza dentro del caparazón como una tortuga esperando a
que escampe, o por el contrario, dejarme de monsergas e intentar agarrar el toro
por los cuernos.
Como
llevo ya un puñado de semanas que por pitos o por flautas siempre me busco
alguna disculpa para trincar el macuto con energía y salir pitando para algún
monte, pues que de algún modo tengo que justificarme ante mí mismo. El primer
culpable de todo es Meteoblue o Aemet que no dejan las condiciones metereológicas
que le puedan venir bien a mi conveniencia. El segundo, el tercero, el cuarto…
Uno puede inventarse lo que quiera para sortear sus ramalazos de pereza o
desánimo, sólo que ciegos hemos de estar si entre tanta disculpa no se ve la
razón real de dejar de hacer tal o cual cosa. Te apoltronas en casa, se está tan
bien en esta época del año mirando por la ventana los pájaros, las nubes,
leyendo a ratos, zanganeando, que se requiere una fuerza extraordinaria para
levantarte y ponerte en movimiento. Bueno, pues eso hasta que suena el tilín del
guasap, lo abres y ya tienes allí alguien que te está dando la patá en el culo
y te está diciendo que te dejes de bobadas y lo que tienes que hacer es ponerte
las pilas y salir pitando a darte una larga caminata, o acaso tratar de encontrar
a alguien que te acompañe en una trepada por Patones o
Qué la edad conlleva también buenas dosis de no moverte de casa, donde por cierto se está en el mejor de los mundos, también tiene su parte en ese equilibrio que hay que mantener entre el movimiento y la quietud. Y me lo digo como consuelo a mí mismo que llevo mes y medio criando malvas. Amigo diario, me pesa el culo una enormidad… buaaa… buaaa… Menos mal que tengo al amigo Carlos, a Vinches que anda con Papila por ahí abriendo alguna vía en las cercanías del Puig Campana, u otros amigos que de vez en cuando me hacen un regalo de esos que son como un campanazo de atención y que termina por despertarme... Eso espero.
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