martes, 29 de octubre de 2024

Buena gente y mala gente

 



El Chorrillo, 29 de octubre de 2024

Mientras hacía mis ejercicios de mantenimiento traté de poner orden en mis ideas. Amaneció un día brumoso de lluvia y pensé que lo mejor que podía hacer esta mañana era tratar de desenredar esa madeja que a uno se le forma en la cabeza. Hace un tiempo compré un ovillo de cuerda que venía liado en un canuto de cartón. Apenas había usado unos pocos metros de cuerda cuando el canuto se fue al carajo, de modo que la cuerda, como un cuerpo sin huesos, se quedó sin sostén y allí se armó un fenomenal lío que fue imposible desenredar, so pena de que dedicara un día entero a deshacer el enredo. La realidad se percibe en ocasiones de manera parecida. Meter mano a algunos asuntos e intentar poner orden en las ideas puede ser una tarea tan complicada como desenredar ese centenar de metros de cuerda. Lo de la cuerda tiene solución, la tiro y compro otro rollo, que total sólo son unos pocos euros. Lo de las ideas es harina de otro costal.

Voy por orden, a ver si cogiendo el principio del cabo me voy aclarando. Al amigo Santiago Fernández, que califica mi post último como un cúmulo de disparates, insinuaciones y contradicciones, sin decir en qué parte del texto él encuentra estos disparates, le he tenido que decir que me río yo de esa percepción suya sobre lo que uno escribe, ese asunto de la cosificación, que ya se sabe que el problema tantas veces en estas situaciones no está tanto en que exista disparidad de ideas entre el que escribe y el que lee, que más bien el conflicto viene dado por el cómo las ideas han anidado previamente en ambas cabezas. Sostengo que la realidad es cambiante, que la presión social no es inocua para el pensante y que lo que pensamos o dejamos de pensar está teñido por muy variados componentes; ello sin contar que no hay verdad que valga porque si hablamos de disparates y contradicciones es que tenemos un referente, es decir, una verdad asumida que nos sirve para comprobar las desviaciones que se producen en relación a esa verdad. Tu verdad será todo la verdad que quieras, pero será sólo tu verdad; nada que ver con una supuesta verdad universal sobre la que alguno parece basarse. Pelillos a la mar.

Días atrás, en un momento en que tocábamos Fafi y yo el delicado asunto de la IDA, delicado solamente porque no sabiendo en qué parte del espectro político está tu interlocutor, mejor no soltar ninguna barbaridad sobre la susodicha, le pregunté a Fafi si consideraba que la tal era una persona honesta. De principio me niego a hablar de política con amigos a no ser que nuestra amistad venga de medio siglo atrás como es el caso de Santiago Pino, así que intenté rodear el asunto por este camino: la honestidad. No recuerdo que llegáramos a ningún acuerdo porque después la conversación se marchó por otros derroteros.

El alcalde de mi pueblo, un tal Iván Fernández, una vez que condenaron a la antigua alcaldesa por algún delito relacionado con su gestión en el Ayuntamiento, a raíz de ciertos comentarios en plan machaqueo contra la misma que surgieron en FB por parte de él, le sugerí que estaba feo que hiciera leña del árbol caído. Aquella sencilla evocación que pretendía no hacer caer sobre la culpable el hacha de una venganza fuera de lugar, que para ello ya habían dictado sentencia los jueces, le supo tan mal y lió tanto las cosas que tuve que bloquearle en mi sistema. No me gustan los que hacen leña del árbol caído; siempre me pareció una actitud miserable. Pues bien, por ahí andamos estos días con el asunto Errejón. Unas reacciones de ciertas personas que nos están ayudando a conocer a un puñado de personajes públicos de su entorno a los que creíamos honestos, pero que en estas circunstancias al olor del cadáver de Errejón han empezado a mostrar la parte más oscura de su ser. Personas como Pablo Iglesias o Rita Maestre, esta última pareja de Errejón durante siete años, Pablo Iglesias amigo íntimo del mismo durante también un largo tiempo, días atrás, mientras la tapa del ataúd caía sobre el cadáver del amigo, del amante, éstos, en vez de cerrar el pico haciendo honor a una amistad de años o a un idilio amoroso, lo mejor que encontraron hacer fue echar mano de los trapos sucios de la intimidad para obviamente distanciarse del olor del cadáver, no fuera a ser que algo de aquel les salpicara en la cara.

Sobre el mismo asunto, de otra parte un puñado de mujeres que buscaron solícitas en otro tiempo la cercanía del caído, incluidos sus atributos sexuales; siempre la amistad de una celebridad nacional es un plus para engrosar la propia estima ante los demás, y que ahora, viendo el árbol en el suelo, ahí van en procesión a dar rienda suelta a sus bajos instintos intentando cubrir el cadáver de Errejón con toda la mierda a mano. Y ello dejando aparte a la tal Cristina Fallarás, provocadora del revuelo, de la cual no cabe esperar otra intención que vender su libro reciente cuanto menos, que cuanto más es difícil dudar de que sea la mano visible de una conjura política destinada a torpedear los débiles flancos del gobierno de coalición. Independientemente de que este hombre sea culpable de una agresión sexual a una mujer, lo cual debe ser punible sin ningún tipo de dilación (esto debe de quedar claro), lo que llama mi atención en este caso, y estoy en el tema que quiere ser central en estas líneas, la honestidad, es ese airear y mostrar las miserias íntimas en el ámbito público. Es ello lo que pone en entredicho a personas como Pablo Iglesias, Rita Maestre y todas aquellas amigas, amigas con derecho a roce, parece, que andan estos días haciendo leña en los medios y vertiendo sus miserias allá donde les quieran oír.

Anoche, tras hacer explícita mi discrepancia con Rosi a través de los comentarios en relación a mi post, que trataba sobre la cosificación, terminaba diciéndole que probablemente ella esté en el lado de la buena gente y que yo a mi vez creía estarlo también, y añadía que seguro que tras la apariencia de desacuerdo probablemente se esconde algo diferente, porque es difícil que la gente honesta discrepe en sus apreciaciones morales. Quizás esté en esta idea la clave con la que aclarar el criterio que tenemos sobre muchas realidades, especialmente sobre la bondad o no del comportamiento de las personas. Y para ello no hay mejor manera que acudir a eso que llamamos sentido común. El sentido común es una de las cosas más elocuentes que podemos encontrarnos a la hora de juzgar hechos o personas. El sentido común nos habla desde nuestra conciencia y nos dice si una persona es honesta o no cuando sacas a pasear las miserias íntimas en público; si es honesto quien fuerza a una mujer, quien obra sobre otro sin su consentimiento; si es honesto masacrar a todo un pueblo; si es honesto aprovecharse de los otros en beneficio propio; si es honesto acaudalar riqueza sin número vaya usted a saber cómo. Es que hay demasiado blablablá en el ambiente, un blablablá que lo único que hace es confundir los asuntos y nuestra postura moral ante ellos. Este asunto de Errejón sin más: deshonesto él; deshonesta la tal que lo denunció después de tres años en muy dudosas condiciones; deshonestos Pablo Iglesias y Rita Maestre; deshonestas esas mujeres que caen sobre un cadáver como buitres; deshonesta la tal Fallarás que ejerce las funciones de juez condenando a Errejón desde su púlpito de las redes; deshonestos, mala gente, quienes fuerzan a otros contra su voluntad.

Y amén. Mejor no perderse en ese enmarañamiento de los argumentos cruzados y asumir las bondades de esa moral que todos hemos recibido desde nuestro nacimiento y que el sentido común corrobora.

***

Tras subir este post me llega un enlace por parte de Santiago Pino a un artículo que no tiene desperdicio y que abunda en asuntos de los que vengo hablando, entre ellos esa despreciable caza de brujas a la que esa mala gente es tan aficionada. Aquí.


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