sábado, 7 de enero de 2023

"An elefhant sitting still"

 


El Chorrillo, 8 de enero de 2023

 An elefhant sitting still, lento, lentísimo film en la mejor tradición de mi admirado Béla Tark. Una de esas películas que no puedes decir que sea maravillosa porque las descarnadas regiones del alma que recorre son todo menos bellas, como no es bello ese desierto y horror que es la vida de tanta gente, pero que con su insufrible lentitud, sus planos fijos y la inmovilidad gestual de sus protagonistas sugiere, mientras esperas casi impaciente a que algo suceda, termina haciendo del film un maravilloso sufrimiento. Planos oscuros donde en ocasiones sólo ves sombras tras las que debes adivinar la desesperanza, la desazón, el callejón sin salida que puede ser la vida que sin embargo, como cociendo a fuego lento dentro de ti, quizás te puede llegar a hacer considerar que vives sin saberlo en el paraíso.

Mientras la veía, tan lentas y largas son las secuencias, esa inquietud que me corría por dentro me llevaba a otros planos de la realidad, me sugerían un par de viajes por la destartalada China de los años noventa con sus folclóricas estaciones de ferrocarril, inmensas colas por todos los lados, calles abarrotadas, multitudes a pie o en bicicleta, y mientras tanto, en cada parcela particular hombres y mujeres atados a sus pequeños asuntos, al trabajo de ganarse un pequeño sueldo con el que poder subsistir.

es en ese pequeño atado de los problemas cotidianos, la familia, los vecinos, los chicos del instituto, la ramplona reacción temperamental, la animalesca superioridad de unos sobre otros, en donde no hay apenas un resquicio abierto a las simpatías, al cariño o al amor, que sólo rozan tangencialmente algunas relaciones, aunque sin ser expresadas; es en ese pequeño atado de los problemas donde la percepción de la vida como luctuoso y lamentable suceso tiene su máxima expresión.

Las miserias de la vida, protagonistas del film empujadas unas a otras como esas fichas de dominó que cayendo unas sobre otras terminan por arrasar la vida de los protagonistas hasta dejarles al borde del abismo. Un panorama donde todos metidos en una red es imposible encontrar salida. Sólo en algún lejano lugar la idea de un elefante tranquilo sobre la nieve, otro lugar, otro mundo, no importa lo que sea, otra cosa determina a última hora, después de cuatro horas de film, a los protagonistas a probar suerte más allá de su entorno habitual, más allá de ese feroz determinismo al que están atados. No saben por qué ni para qué pero quieren ir a Manzhouli para ver al elefante tranquilo. Quieren probar. Tras un largo viaje nocturno el autobús para en medio de la oscuridad; a lo largo de una infinita secuencia no sucede nada, los viajeros van saliendo, pasean en la oscuridad, dan patadas a una bolsa de plástico que hace de pelota. Todo es oscuridad alrededor fuera del haz de luz de los faros del autobús. Silencio y al cabo de un largo rato el bramido de un elefante… y cae el telón.

Y mientras tanto, después de alimentar el fuego de la chimenea con algunos leños, volver a sumergirme en las largas secuencias, tomaba el teléfono y anotaba cosas como: “Ya ha sido suficiente”, y recordaba el tiempo que había perdido esta tarde dándole algunas vueltas a eso del Instagram donde tenía una cuenta desde hace años pero que no usaba, o subiendo un nuevo post dedicado al alcalde de mi pueblo con el que ando estos días en litigio. Las películas de Béla Tark, como esta de Hu Bo que era un fiel discípulo del anterior, son como esos libros que de tanto en tanto te hacen parar para sopesar lo que estás leyendo o para atender alguna sugerencia o recuerdo que te provoca la lectura. Aquí las largas secuencias son una continua invitación a la reflexión, a la simple contemplación, contemplación tal como si estuvieras parado ante un cuadro de un museo que llama tu atención y que notas que te está diciendo o sugiriendo algo, o simplemente que necesitas dejarte bañar por alguna clase de placer que se deriva de la fotografía, del gesto, de la expectativa, del dolor, del encuentro de dos mundos, dos personajes de los que no necesitas muchas palabras porque sus rostros lo dicen todo.

Y, además, estando como había estado tanto rato mareando la perdiz con eso del Instagram,  se me mezclaban escenas de la película con los corredores de esta red y el efecto era muy curioso aunque indefinible. Viendo que en la película también en el hilo narrativo intervenían las redes sociales, que llegaban a tener repercusión sobre el desarrollo del guión, pensaba en la importancia que pudiera tener el mundo virtual donde platicas, discutes o entras en desacuerdos, sobre ese mundo de la realidad en que transcurre la vida de las personas. Así, me pongo a examinar la repercusión de que un individuo me bloquee en una institución pública para uso de los vecinos, el Ayuntamiento, o cómo me hace reaccionar, y enseguida caigo en lo ridículo de la situación, tan ridículos como me parecieron siempre los  duelos de honor decimonónicos. Allí una persona que veía mancillado su honor enseguida tiraba de amor propio y al día siguiente al amanecer allí estaba frente al adversario jugándose la vida tratando de matarse uno a otro. Ahora con las redes sociales desfogamos nuestro agravio –o mejor me desfogo, porque del otro no sé nada, aunque lo adivino– a base de fuegos artificiales de uno contra otro aunque con intención diferida, porque lo que pretendes poniéndole a caldo es que el personal “de la nube”, de supuestos lectores, sepan de esto o de lo otro del tal, si es un patán, un cacique o lo que sea. Vamos, un numerito de circo que si no te das cuenta a tiempo y no le pones control puede conseguir que la vida virtual invada tu vida personal y te cree molestias innecesarias.

Sabido es que si en tu camino te encuentras una alta montaña es mejor rodearla que liarte a golpes con ella. Sabido es, pero aún así, cuánta importancia, si no más que el asunto que es objeto de litigio, en este caso el arreglo de un camino, puede llegar a tener el amor propio o el hecho de que consideres al causante del desencuentro un patán, como es el caso. Consideraciones todas que desde el punto de vista práctico deberían invitarnos a rodear la montaña pero que…

En esos conflictos que se generan a lo largo de la película en el sórdido ambiente de barrios de alguna ciudad china, conflictos comunes en comunidades y familias, en este caso vienen agravados por la difusión a través de las redes de algún vídeo que compromete a algunas personas. De ellos se derivan dolor y algunas muertes. Todo un triste panorama que sí, que invita a la reflexión. Lo que me sugiere pensar si acaso no será mejor nadar en el barro cuando vengan las lluvias que enredarse en historias en comunidades de vecinos aficionados a palmeros y donde 0los del moco verde poco a poco van siendo mayoría, eso si no les gana la IDA.

 

 

 

 


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