El Chorrillo, 7 de diciembre de 2021
Que digo yo que tiene su gracia que haya que viajar hasta
Oriente o hasta Centro Asia para saber cómo se limpian el culo por allí los nativos.
Limpiarse el culo, cosa de higiene elemental y que sin embargo en Occidente, listorros
como somos, todavía no hemos aprendido adecuadamente, mientras que por allá
esta gente lo lleva practicando acaso desde milenios atrás. Tenemos una visión
de la historia y de las costumbres tan centrada en nuestro entorno occidental
que casi nos resulta imposible imaginar culturas milenarias donde el saber, la
técnica o el lenguaje gozaban de un desarrollo similar o superior al nuestro. Para
un estudiante de mi edad, entre los años cincuenta y setenta, lo más lejano que
existía por oriente, tras una breve referencia a Mesopotamia y Egipto, era
Bizancio.
Hoy, por ejemplo, nos hace reír eso que tan pomposamente llamaban,
siguen llamando, nuestra “Reconquista” que en el imaginario de mi niñez sonaba
a algo así como que los bárbaros nos habían invadido, una patria y unas tierras
que parecían creer debía ser nuestra patria desde el Big Bang; un generalizado e
ingenuo "patriotismo" que todavía hoy sufrimos y que me hace pensar
que si tal “Reconquista” no hubiera tenido lugar igual lo mismo a estas alturas
en España habríamos aprendido a limpiarnos el culo.
Que digo yo que sí, que hay que leer y viajar para
aprender las cosas más elementales, que a mí me bastó corretear un poco por
Oriente y por los países árabes para entender que eso de limpiarse el culo con
papel era más bien una guarrada :-). Hay paradojas para dar y tomar. Tomas un
autobús en, pongamos Senegal , un viaje que te lleva hasta Bamako, la capital
de Malí, un viaje de dos días, y te admiras cómo todo el mundo, gente casi toda
muy pobre, cada vez que hacía el autobús su obligada paradita, los varones se
alejaban del lugar, cada uno con una botellita de agua en la mano, a fin de
poder limpiarse el pito cada vez que orinaban. Hasta en Madrid lo he visto en
algunos urinarios, personas de procedencia árabe que utilizan el grifo o una
botella para limpiarse cuando han terminado. ¿Quién atiende mejor a su higiene,
éstos o aquellos otros que agitan su pirindola tras terminar y tras ello se la
guardan en el calzoncillo?
Me ha surgido el tema leyendo El corazón del mundo, donde en medio de la expansión árabe del
siglo VII, el autor, Peter Frankopan, recoge las experiencias de un viajero de
la época que anticipa asuntos domésticos como la calidad de la fruta o el
temperamento de la gente de determinados lugares. Voy a incluir una cita un
poco larga, pero que merece la pena en este ambiente de lo cotidiano en que
todos nos movemos. “Un escritor refiere que los mejores membrillos eran los de
Jerusalén y que las pastas más excelentes eran las egipcias; los higos sirios
rebosaban sabor, mientras que las ciruelas de Shiraz eran deliciosas. Había que
evitar la fruta de Damasco, advertía el mismo autor, que era insípida (y,
además, a los lugareños les gustaba demasiado discutir). Con todo, la ciudad no
era tan mala como Jerusalén, «un tazón repleto de escorpiones» en el que los
baños eran hediondos, los víveres carísimos y el coste de la vida lo bastante
alto como para desaconsejar incluso una corta visita... Los chinos de todas las
edades «visten de seda tanto en el invierno como en el verano», anota un autor
que recopilaba testimonios sobre el extranjero, y algunos lucen el material más
excelente que alguien pueda imaginarse. Esa elegancia, sin embargo, no se
extendía a todos los hábitos: «Los chinos son antihigiénicos, y después de
defecar no se lavan el trasero con agua, sino que simplemente se lo limpian con
papel higiénico».
Probablemente lo que sucede con tanto “viajero” occidental
es que no aprende porque realmente no visita el país en el que aterrizan sino
que es llevado de acá para allá por los tour operators y ven tantas cosas que
apenas ven nada. Yo nunca me he albergado en hoteles de muchas estrellas,
bueno sí, cuando duermo al sereno –miles de estrellas sobre mi vivac–, pero
imagino que en esos lugares los hábitos locales quizás queden sustituidos en
razón de la clientela que reciben y el dispositivo que usa la gente del lugar
para limpiarse tras ir al baño sea suplido por el papel higiénico. Y no hablo,
es claro, sólo de cuestiones higiénicas; vivir entre la gente, participar en
sus diversiones, hablar con taxistas, popes, campesinos, viajeros de otras
nacionalidades aporta una cultura que el turista cliente del package holidays no puede obtener. Razón
por la cual después del regreso de un viaje por Oriente volverá a casa sin
saber cómo limpiarse el culo.
Pintar, lo llamo pintar con papel y cuando alguien lo niega, añado en capa fina.
ResponderEliminar:-)
EliminarGracias por tus relatos.
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