El Chorrillo, 14 de noviembre de 2018
Paga y calla, eso dice ese individuo, un tal Lesmes
presidente del Tribunal Supremo que se retrata frente a los periodistas en una
mesa de despacho presidida por un crucifijo, crucifijo por demás en un despacho
oficial de un estado que se dice constitucionalmente laico. Paga y calla, eso
dicen estos mercenarios de la banca. Paga y calla. Y el personal obediente no
solo paga sino que además calla refugiados en un lamentable conformismo que se
hará calor y fuego en el siguiente encuentro importante de cualquier liga de
fútbol. Consecuencia: mañana y pasado mañana tendremos más de lo mismo, y
dentro de una década igual, y así estaremos abonando un día y otro en este país
a todos los sinvergüenzas años tras años, año tras año en que seguirán
reproduciéndose gracias a nuestra pasividad y a ese “pa qué” vamos a
manifestarnos si eso no sirva para nada. Eso, paga y calla.
Somos un estado laico, pero el señor Lesmes se pasa la laicidad por la entrepierna. |
Me indigna lo que hace esta gentuza, pero creo que me
indigna más ese silencio con el que permitimos que un atracador saquee nuestra
cuenta bancaria sin decir esta boca es mía. Ayer, según me dirigía a la
concentración frente al Tribunal Supremo en el Cercanías me iba fijando en los
rostros de los viajeros tratando de imaginar cuántos de ellos han sido
expoliados por la banca por el asunto de las hipotecas, ¿cuántos? ¿El ochenta,
el noventa por ciento? El tren iba lleno, pero no imaginaba que en todos los
vagones del tren fueran más de dos o tres personas a aquella manifestación.
Hemos perdido tanto fuelle que se ríen de nosotros y no
somos capaces de abrir la boca; sí, protestar en las redes y decir que esta gente es malisima, sí, pero fuera de eso bajamos la cerviz y pagamos, como está
mandado. Toda esa cueva de Alí Babá, como rezaba ayer una pancarta en la
concentración, protegida por el Tribunal Supremo de Justicia, ahí es na,
supremo tribunal de justicia, expresión que se convertiría en un hazmerreír si
no fuera por lo dramático del caso; toda esa cueva de Alí Babá que es la banca,
decía, protegidos por jueces y gobernantes y a los que se les tienden a cada
paso un puente de plata para seguir alimentando su insaciable codicia, seguirán
ahí por los siglos de los siglos mientras los ciudadanos no tengamos narices
para enfrentarnos a ellos, mientras nos quedemos en casa dando calor con
nuestros traseros al sillón de turno.
Y mientras, nosotros, eso, paga y calla, pero sobre todo
calla. Somos la sociedad del silencio, los de la cerviz baja y el traga y no
protestes. Ayer en las cercanías del edificio del Supremo no vi más que dos
lecheras; los antidisturbios que había junto a ellas bostezaban de
aburrimiento; probablemente ellos también estaban afectados por el asunto de
las hipotecas, también, pero ahí estaban por si alguno protestaba más de la cuenta
por la injusticia de la rectificación del Supremo. Charlaban entre ellos, ni
cascos ni nada, estaba claro que estar allí era una cuestión de simple
procedimiento. A las manifestaciones ya no va ni Dios, cuatro gatos siempre en
los últimos años porque las pensiones, las violaciones, el asunto de Alsasua,
las injusticias de todo tipo parecen ser temas que si se arreglan será por
casualidad.
La manera en como bostezaba uno
de los antidisturbios da que pensar; no hay cuidado… son cuatro gatos. Estamos
tan dormidos que un día nos van a dejar en cueros y no nos vamos a enterar
porque estaremos entretenidos en alguna jugada de Ronaldo o Messi, en comprar
chismes o averiguar si es galgo o podenco lo que se nos viene encima. Días
atrás, en las redes, un compañero mostraba un gran cabreo por el asunto del
supremo. Bajo sus líneas comenté algo sobre su enfado y le invitaba
posteriormente a ir a gritar ese enfado ante la sede del Tribunal. Su
contestación más o menos fue que aquello no servía para nada; incluso, para
hacer desmerecer la manifestación, hacía mención a cierto chalet que se compró
un señor de larga melena que sale frecuentemente en la televisión. Ese es el
tipo de despistes en que se enredan muchos confundiendo, sí, el culo con las
témporas. Despistes de todo tipo están a la orden del día. Y lo más lamentable
es que la cosa funciona. Días atrás, David Moore, el documentalista americano,
que presenta estos días el documental Fahrenheit
11/9, parece que sobre Trump, decía textualmente lo siguiente; “Si vuelves
a la gente estúpida, votarán a un estúpido”. Esta afirmación no tiene que ver directamente
con el contexto de estas líneas, pero apunta a la gran fuerza que tienen los
medios de comunicación para idiotizarnos mezclando churras con merinas y
confundiendo al personal con una infracción informativa dirigida a diluir los
verdaderos problemas de los ciudadanos. Y si no es fútbol y toros será otra
cosa, todo encaminado a lo mismo, a perpetuar el poder de una élite
atrincherada por jueces corruptos y leyes dirigidas a favorecer a los de
siempre.
Le preguntaba en las redes a mi
comentario que si se podía imaginar lo distinta que sería nuestra
realidad si cada vez que surgiera una injusticia todos los afectados, todos con
mayúscula, se manifestaran en la calle. Qué mundo podríamos estar creando si
todos los que sienten una injusticia en sus venas las chillaran frente al
Parlamento, frente a los Juzgados, frente a la Banca, frente a todos los locos
que hacen de la vida una mierda porque no saben todavía que se van a morir.
Me aburro. Doy por terminadas
estas líneas. A pagar y a callar se ha dicho.
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