domingo, 12 de noviembre de 2017

Agarrar el rábano por las orejas



Playa de Penarronda, 12 de noviembre de 2017 

Conversaba con Victoria, lo bien que uno puede estar, el chirimiri, el mar ahí rompiendo delante de nosotros, el aperitivo, unas anchoas después de una caminata por los acantilados, en fin, que uno se siente bien, bien bien, de pm que diría el Guille, y de pronto pienso que todo está excesivamente bien y caigo en que acaso una buena parte la culpa la tiene el vino. Salud. Sí, tantas polémicas en torno al vino, incluida la Ley Seca y Al Capone y los adeptos de Alá, y qué pena, no, si te deja tan bien. No tanto como para salir exclamado por las puerta del reino, o quizás sí, ¡viva el vino y las mujeres!, pero casi. Caer ligeramente en los brazos de Baco, y no menos en los de Venus, qué cosa mejor puede hacer uno cuando la vida se muestra tan encantadoramente propicia. 

Y me pregunto por qué leche tendrá uno que ocuparse de cosas aburridas cuando en los sortilegios de sus neuronas baila una pequeña felicidad que trae el chirimiri, las olas y, también, claro, el fruto de las vides. Pero sí, que no sólo de pan vive el hombre, mientras mi chica lucha con la sarten y la perola de campaña me voy a meter con algunos tertulianos de llasanta casa esa del Facebook. Así que atentos:

-Oiga, ¿me da la hora? 
-Pues mire usted, es que los catalanes… y aquí sigue toda la matraca anticatalanista de turno, incluido el ojo estrábico de Junqueras, igualito que el mío, qué casualidad, y el señor Puigdemont sentado en un orinal por aquello de que la cagaste, o el que la hace la paga, con que el honorable fiscal general y reprobado señor Maza encabezaba sus alegaciones contra el presidente del Govern. 

-¿En punto?, contesta el otro. 

-Sí, por favor, al punto, el entrecot ni muy hecho ni muy pasado. 

Con este tipo de intervenciones se regalan muchos comentaristas, que perezosos ellos de llegar a leerse algo de lo que motiva el objeto de su comentario, tiran por la calle de en medio soltando el mismo rollo que minutos antes han depositado en el perfil de cualquier otro, pobrecito él, entregado a la causa de desfacer entuertos. Igualito que si yo estuviera hablando de la poesía de Jacinto Verdaguer y su obra La Atlántida y tu me respondieras con alguna de las matracas sobre Cataluña que llenan las redes sociales, eso de lo malos que son lo independentistas y esas cosas. 

El tiempo está jodido pero los amantes del surfing no se arredran y aquí mismo, a nuestro lado, ha aparcado uno que se ha quedado como dios le trajo la mundo para ponerse su traje de ibuprofeno. 

Lo malo de estos chicos que discurren sobre lo malo que son los vecinos del noroeste es que están tan llenos de inquina que se les ve venir a leguas de distancias; incluso hubo uno esta mañana que para justificar su intolerancia citaba ni más ni menos que a Thomas Mann. Estos caballeros que se dedican de continuo a poner los puntos sobre la haches, que decía un personaje de Doña Bárbara, la deliciosa novela de Rómulo Gallegos, si no fuera porque son muchos y la urbanidad dicta ser comedidos, bien hubieran merecido un lazarillo que les orientara un poco, aunque éste, como el “risueño” lazarillo de nuestra literatura clásica, colocara al ciego frente a una columna de granito diciéndole que diera un gran salto, que lo que tenía delante era un arroyo que saltar. Alguno tiene en la cabeza tantas miles de empresas que se han marchado de Cataluña, tan propiciamente impulsadas por el Gobierno, ¡eh!, para que se alejen de las tierras de la peste, que no tiene tiempo a atender al hilo del discurso y se marcha por lo Cerros de Úbeda sin que les dé tiempo a saber de qué va el discurso. 

Ir a piñón fijo, salirse por peteneras, coger el rábano por las hojas. El refranero popular los tiene fichados a todos. 

A mi me sucedió en las pasadas elecciones, cuando se daban los resultados por la noche, venirme unas ganas locas de irme a vivir a Euskadi o Cataluña. Harto de peperos y sus allegados fue lo primero que se me ocurrió. Ser las dos comunidades donde el PP estaba apenas presente les otorgaba un status de inteligencia y cultura, por mucho que el PDCat y el PNV, y la derechona catalana, que decía un día José Manuel Vinches, etc., que bien merecían cambiar el confort de mi cabaña en El Chorrillo por las tierras del norte. 

La cosa no pretendía escorar tanto hacia aquellos que cogen los rábanos por las orejas, pero bueno, así están las cosas. Ahora miro hacia el mar y veo al joven del neopreno ;-) cabalgando como un señor sobre sus corceles de agua. Bello deporte el de estos jinetes acuáticos. 













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