
Leí por ahí en algún lugar
que no hay mejor modo de aclararse uno sobre cualquier asunto que escribiendo
sobre él. Voy a ello. El asunto: la libertad de expresión relacionada con el
tema del referéndum de Cataluña.
Por lo que veo en las redes y
en la prensa es tal la confusión en la que hemos entrado en relación a este
asunto que puede darse que dos personas que aparentemente discrepan a rabiar
sobre algunas cuestiones relacionadas con el referéndum estén en el fondo
totalmente de acuerdo. La perspectiva y el cuento que muestro más adelante dan
cuenta de ello.
Desde mi punto de vista el
procedimiento a seguir para intentar aclararse un poco es empezar por las ideas
básicas intentando establecer cuales son los cimientos sobre las que se ha de
asentar la organización de una sociedad. Y sin lugar a dudas, en una sociedad
justa y respetuosa con todos sus habitantes, creo que la gran mayoría que no sea adicta a los estados totalitarios admitirá que la libertad
de expresión debe ser uno de los pilares básicos de cualquier sociedad.
Para seguir el hilo de la
argumentación podemos imaginar que estamos en un camino a en donde uno se va
encontrando bifurcaciones, llegando a las cuales uno tendrá que decidir por
cuál de las dos opciones debe seguí. Así cuando en una comunidad se plantea si
una parte de sus componentes pueden dar su opinión sobre esto o lo otro, la
podemos llamar A, lo primero a determinar es si esa comunidad tiene el derecho
a hacerlo o no. Impedir a una parte de una comunidad dar la opinión sobre algo es
una opción. Fue la opción del gobierno del país en el primer referéndum. La
otra es permitirlo. Podemos detenernos en la bifurcación y discutirlo todo lo
que queremos, pero es obvio que en esta primera aproximación los partidarios de
impedir esta opinión están más próximos del totalitarismo que de la democracia.
Siguiendo el recorrido
iniciado, la siguiente bifurcación que se encontraría sería admitir o no que el
resultado de la consulta sea vinculante o no; la llamamos B. En este punto
probablemente la discusión sería más compleja y cabría la posibilidad de que
alguien incluyera la propuesta de que en la misma no participara solamente esa
parte de la comunidad interesada sino el país entero. Se podría optar por el sí
en la opción A, y mantener el no en la B. Un paréntesis. Quizás un gobierno con
un poco de cabeza en donde la opción A hubiera ganado el sí, invertiría una
buena cantidad de dinero en encuestas para averiguar las razones y las raíces
de ese estado de cosas, para así aplicarse a solucionar problemas en vez de
esconderse bajo el ala. Si antes de que se realice la opción A tienes veinte
independentistas y prohibes la consulta además es muy probable que esos veinte
se transformen en cincuenta; lo que ha sido el caso. Fin de paréntesis.
Con un procedimiento tan de
cajo necesariamente sería más fácil no perderse por el camino mezclando
conceptos y situaciones que, vistas todas juntas es difícil deslindar y
comprender debido a la dificultad que supone percibir entre la complejidad de
los actores, los hechos, los deseos encontrados, los argumentos, las mentiras,
lo intereses de todo tipo y la voluntad llana y simple de ciudadanos, las
verdaderas líneas esenciales de los asuntos.
Cuando en clase con los
alumnos de primaria tratábamos de poner orden en un asunto o escribir sobre un
tema todos aprendimos un procedimiento muy sencillo. Lo primero que hacíamos
durante un buen rato antes de ponernos a trabajar en un tema era hacer una
lista lo más exhaustiva posible de aspectos sobre los que se podría hablar. El
segundo paso era poner todo aquello en orden para tratar cada aspecto en una
secuenciación lógica.
Poco de esto parece verse en
las discusiones que vemos en las redes e incluso en los medios. Todo se parece
al conocido cuento sufí en el que meten un elefante en un lugar oscuro de una
aldea donde nunca nadie había visto uno. Al llegar la noche tres aldeanos van a
oscuras al encuentro del elefante para saber lo que era. El primero de los aldeanos
tocó una pata y le recordó a una columna, por lo que se fue pensando que un
elefante era un pequeño edificio. El segundo de ellos agarró la cola y se
marchó pensando que era una cuerda rara. El tercero tocó la trompa y como
sintió que se movía creyó que era una serpiente grande y se alejó deprisa del
lugar. Los tres lugareños salieron de la tienda convencidos de que sabían
perfectamente lo que era un elefante. Tengo la sensación de que mucho de esto
sucede con la cuestión del referéndum catalán.
Ayer noche me llegó un
artículo bastante interesante que esencialmente trataba sobre la parte de
responsabilidad en el crecimiento del independentismo que se debía al gobierno
y a los sectores más conservadores del país, y que el autor cifraba en un
altísimo porcentaje. Coloqué el vínculo en las redes sociales y está mañana al
ver alguno de los comentarios lo primero que me vino a la cabeza fue el cuento
sufí del elefante. Sí, ahí estábamos Santiago Pino, Pepe Donpepe, yo mismo,
cada uno agarrando una parte del elefante, Santiago tocando una pata e
interpretándolo como una columna, Pepe haciendo del rabo una serpiente y yo
mismo dando suelta a mis propios argumento; cada loco con su tema. Fueron estas
cosas las que me invitaron a escribir estas líneas. Creo que mientras no seamos
más rigurosos en nuestras apreciaciones, en la prelación que establecemos en
los aspecto de un asunto, va a ser sumamente difícil aclarar nuestras ideas
respecto a la globalidad de cualquier tema. Si alguien escribe un artículo
sobre un aspecto de un problema y nosotros usamos nuestros estados emocionales,
nuestras fobias o simpatías en un comentario al mismo como respuesta, pues
bueno, estamos en un país libre J (hasta ahora… que ya veremos, porque tal como se
están poniendo las cosas, vaya usted a saber) y cada uno puede comentar lo que
quiera. Pero creo que no es el camino, aprenderíamos más actuando de otro modo. Ah, y para mayores
frutos, también leer con más propiedad; y me lo digo a mí mismo, que acabo de
compartir en las redes un post que se titula Muérete de forma inteligente y
que es producto de una lectura precipitada de un cartel de tráfico en el que en
mi entendimiento un muévete se transformó en un muérete.
Y ya que escribiendo me he
aclarado un poco más sobre el asunto, se me ocurre que mejor lo comparto.
Quizás le sea útil a alguien.
La imagen de cabecera pertenece a: Blog Yoga en Barracas.
Perdón!!!, es en este pos, A mí....:-)
ResponderEliminar¿Plim...?
ResponderEliminarSólo un chascarrillo.
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