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Una buena colección de roqueros de aquellos tiempos. En Guisando, un tarde más tras un día de ajetreo galayero |
El Chorrillo, 9 de marzo de 2025
Pareciera que todos, el que más o el que menos,
tuviera agarrado al alma un pedazo de vida que no se le desprendería aunque mil
años transcurriesen. Esa es la impresión que tengo cuando abro el Cara de Libro
y me encuentro aquí y allá los rastros que la memoria va dejando en el perfil
de tantos amigos y compañeros con los que compartí durante años la misma pasión.
Las redes tienen la enorme ventaja de poder convocar en unas pocas imágenes, en
unos pocos textos, años y años de lo que son las raíces de nuestras vidas, esos
tiempos jóvenes que hicieron de nosotros unos enamorados del riesgo y la
incertidumbre que había que afrontar necesariamente si querías llegar a una
cumbre, que no era sólo llegar a una cumbre sino también hacerlo cada vez por
sus vías más difíciles. Qué pasión y qué hermosa vida que dejamos atrás, o por
supuesto que tenemos delante.
Chulo, eso de la variada fauna castellana sobre
lo que escribiste anoche, me dice el amigo Uge por guasap. Chulo ir rescatando
de la memoria arañando el pasado como quien quiere desenterrar lo mejor de sí
mismo, como quien quiere arrancar a la memoria los rostros de los amigos. Paco
desde Hoyos me dice también esta mañana que Javier Morillo (el Pingüino) y
Javier Parra, ya no están con nosotros. El Pingüino con su gorro andino como
le recuerdo un día bajando
Y me digo, qué hermoso cemento es/ha sido la
montaña para todos nosotros, el cemento de la amistad, de esa pasión robusta y
entusiasta que brincaba en el corazón cada vez que saltando del autocar de Goyo
cogíamos carril arriba el sendero de
Cemento, combustible, pasión, acicate, la
certeza de estar vivos. Un tiempo en que la vida era un manjar que nos comíamos
a grandes bocados sin que el frío, la dificultad o el mal tiempo anegaran la
fuerza que habíamos acumulado día a día durante toda la semana. Momento el
sábado o el domingo en que como una explosión de fuegos artificiales nuestra
pasión se disparaba camino de
O.. o… tanta vida, tanta pasión. Este fin de
semana tenemos una comida en casa con amigos del monte, alguno no nos hemos
visto en medio siglo, un esfuerzo más de otras tantas comidas y tertulias por
recuperar el tiempo perdido, un tiempo más para tocar la vihuela del recuerdo y
volver a constatar esto tan hermoso que es la vida, para constatar que hemos
vivido y que el habernos puesto el mundo por montera durante aquellos años, de
aquellos años y de los que te rondaré morena, fue el mejor camino que se nos
pudo poner delante en la vida.
Hace tiempo, a raíz del fallecimiento de un
familiar, escribí unas líneas por aquí que llevaban el título de Celebrar la vida. Creo que es lo que
hacemos cuando nos relacionamos en las redes, cuando nos juntamos a comer,
cuando nos reunimos en el Torrero para certificar que somos muchos muchos los
que amamos la misma vida, ésta que como agua sobre las manos poco a poco se nos
iría si de tanto en tanto no reafirmáramos todo ese caudal de amistad y de pasión
con las que iniciamos nuestro andar por la existencia.
Y se acabó, que esta mañana se me agarraron por
dentro tantos recuerdos, tantos nombres, tantas montañas, que no tuve más
remedio que tomar el teclado y aporrear sobre él todo lo que me venía a la
cabeza como un torrente salvaje.
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