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Delfinado. Alberto, María López y Fulgencio Casado |
El Chorrillo, 9 de marzo de 2025
Constantemente mastico la sensación de lo ignorante que soy. Libros y más libros de los cuales muchos he leído, pero de los que apenas recuerdo nada; libros, autores que pareciera que debían de formar parte de una cultura básica y que desconozco y que la aguda prosa de Chirbes me invita a leer y que veo que será imposible ya, que será imposible leerlos, pero más imposible todavía leerlos con propiedad, extrayéndoles la esencia de que fueron hechos, viejos libros leídos en la temprana juventud, El arcipreste de Hita, Fernando de Rojas y
Creo que tendría que nacer otra vez para empezar de nuevo a leer con propiedad, con atención, haciendo una lenta digestión con lo que lea. Ese sentido crítico que desarrollamos con la edad, o la conciencia de hacer un sendero contemplando crecer la hierba, como escribía Rebuffat, debería ser la tónica, pero no. Entre eso y que la memoria hacer estragos en mi añoso cerebro…
Pero bueno, esencialmente a lo que voy es que cuando pienso en estas cosas me siento un soberano gilipollas al que camino de la casa de la abuelita, cuando llega a su lecho, encuentra que por el camino se le ha perdido el pan, los pasteles, las galletas, la mantequilla y la botella de vino. Vamos que la cesta llega a destino vacía, como lo que sucede a mi cabeza cuando trato de recordar quién es el actor de Sólo ante el peligro, o no encuentro en mi cabeza el diálogo de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman del final y solo me queda en ella aquello de siempre nos quedará París.
Alguna vez he pensado en volver a leer La conciencia de Zeno, de Italo Svevo, porque allí hace muchos años descubrí los estragos que haría la memoria en mí cuando fuera mayor. Releerlo para confirmar su veracidad. De hecho de aquella novela casi lo único que recuerdo es la desesperación de Zeno, ya muy mayor, preguntándose a donde habían ido a parar los miles de libros leídos. De toda una vida dedicada a la lectura, apenas quedaban en su memoria los despojos de un lejano banquete. La visión de Zeno del mundo era malditamente pesimista ofreciendo el paisaje desolador de una humanidad condenada a la decadencia.
Yo no me diría tan pesimista como Zeno, a no ser que nos remitamos al panorama político, más bien lo que me sobrecoge es un sentimiento de nostalgia e impotencia, pero igual que se puede sobrevivir sin un brazo o con una aguda sordera sin perder un ápice de gusto por la vida, pues lo mismo. Sigamos adelante cargando con los tesoros que la memoria nos va permitiendo llevar encima. Días atrás hablaba por teléfono con Antonio Cabrero y me sorprendía cuando me decía de la cantidad de vías que había escalado con él. Y tal día en las Torres y tal otro en Galayos… y yo ni flores, que vamos que ni siquiera recordaba su rostro. Así que va y a vuelta de guasap me manda un par de fotografías y cuando las veo me digo, coño si este es Antonio. Que gustazo poder acoplar ahora esas dos imágenes de su rostro que yendo cada una por un lado ahora aparecían asociadas a la misma persona. Y a partir de ahí empezamos a desbrozar la niebla de la memoria y recordamos una foto de grupo en el camping de Chamonix, una especie de campamento de gitanos (allí nadie tenía un duro) y de esa imagen empiezan a brotar otros nombres, el Mueble (Faustino), Fulgencio Casado, el Loro, Parra, Judas, Antonio,… y la memoria adquiere la elasticidad de una goma y consigo fijar algún que otro nombre más.
Y es que con los hechos de la vida sucede algo parecido. Hago una pausa y me voy al baúl de los recuerdos, esos álbumes que yacen en algún rincón de la casa esperando a que un día me acuerde de ellos, y allí nacen como en primavera toda clase de especímenes, que acaso haciendo un esfuerzo y con la ayuda de Antonio Cabrero, Laure, o algún otro más pueda recuperar. De momento empecé este post con una idea diferente, pero a poco de andar ya me fui como las cabras camino del monte. No importa, siempre es agradable, aunque se pierda el hilo, volver a encontrarte con el pasado aunque éste esté inundado por la niebla. Ahora, rodeado de esos arrumbados álbumes, me dan ganas de colocar aquí alguna de aquellas fotografías. Mejor, porque ya voy a ser incapaz de retomar el hilo del asunto que me traía hoy aquí.
En muchas de las fotografías he extraviado el nombre. Si alguno reconocéis a algún compañero me lo podéis decir en los comentarios. Siempre será grato poner nombre a rostros que salen de entre la niebla de la memoria.
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Polero |
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Juanjo |
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Javier Morillo |
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Al único que reconozco es a Benito, en el medio y yo debajo |
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Cámara y Moisés Castaño en un chozo bajo el Cervunal |
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Solís (de espalda), Emiliano de Diego y Julito |
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Vivac en la cumbre del Naranjo. Moisés y Manolo |
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Antonio Cabrero y Pibiu (Ferrnando) |
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