El Chorrillo, 7 de marzo de 2025
Hay quien tiene una capacidad de indignación
baja, pasa por la vida como si todo fuera color rosa, una tarta de nata y
chocolate, y otros que a los que por el contrario los males del prójimo les cala
hondo. Hoy, por ejemplo, me molestó un tanto encontrarme en un guasap de grupo
a alguien que se enfadaba porque otro había dado los buenos días con el aviso
de la próxima proyección en TVE2 del documental 7291. Argüía que el grupo no se había creado para hablar de
“política”, política con comillas porque probablemente lo que teníamos en el
guasap era un posible votante de Ayuso, imagino, al que no gusta que la verdad salga a flote en
este charco de mierda que es la gestión de esta señora en
En el grupo, uno en el que el autismo, como afirmaba un participante, es la norma, es difícil encontrar contenidos que vayan más allá de asuntos baladíes o de comunicaciones relacionadas con acontecimientos “deportivos” que por supuesto no incitan a comentar o discutir, y que por supuesto no necesitan de ningún esfuerzo adicional que no sea limitarse a copiar un enlace en cualquier lado y pegarlo en el guasap del grupo. Ni sí ni no, ni blanco ni negro, sólo que en medio de todo este no decir apenas nada durante días y días, cuando alguien intenta abrir las puertas a algo verdaderamente de interés común, aparece otro, que muy esporádicamente participa en el grupo, que va y nos dice que en el grupo no se puede hablar de “política”, nuevamente entre comillas antes de que podamos saber a qué se refiere ese término. Y esencialmente, repito una vez más, porque la cordialidad y el buen entendimiento no tiene por qué verse afectado por nuestras discrepancias políticas.
Es sabido que los temas de política pueden poner
en crisis a miembros de la misma familia y enemistar a muchos amigos, pero
también es cierto que no podemos reducir nuestras relaciones a hablar del
tiempo y asuntos baladíes que ni pinchan ni cortan, y que los asuntos de
política que son todos los que nos conciernen como miembros de una comunidad,
educación, sanidad, justicia, seguridad, viabilidad, precio del pan, pensiones,
combustibles, cesta de la compra, etcétera…, pocos asuntos escapan a las manos
de la política; no podemos reducir, decía, no pueden ser obviados de nuestras
conversaciones porque forman parte íntima de nuestra vida personal y social.
El asunto creo que es muy simple. En el guasap
comentaba que un compañero y yo habíamos mantenido allí algún interesante
intercambio anteriormente en donde nadie más quiso intervenir. A ningún otro
le interesó o no quiso entrar en la tertulia propuesta. Bien, no entras y punto
pepino, pero de ahí a querer obligar a todo Dios a cerrar la boca, como intentaba
decirnos el compañero de marras... pues hombre, usted dirá... Quien no quiera
participar en un asunto está en su derecho, pero por favor, pretender privar a
los demás de hablar de lo que queramos….
Me obligo aquí a abrir un paréntesis para
incluir unos conocidos versos de Bertolt Brecht que contextualizan lo que puede o no
ser política. Los siguientes:
“El
peor analfabeto es el analfabeto político.
No oye, no habla, no participa en los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida, el precio del pan, del pescado, de la harina,
Del alquiler, del calzado y de las medicinas
Dependen de decisiones políticas.
El analfabeto político es tan tonto
Que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo
Que odia la política.
No sabe que de su ignorancia política
Nace la prostituta, el menor abandonado,
El asaltante y el peor de todos los bandidos,
Que es el político corrupto,
Mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.”
Se entenderá que después de estos versos huelgue hacer explícito lo que
sea política o no. A partir de aquí pretender prohibir hablar de política sería
como obligar a la gente a que no abriera la boca en toda su vida. Hablar de
filosofía de la vida, de cómo conseguir cierto grado de bienestar, de cómo
atajar esas lista de espera en los hospitales, de si del presupuesto de la
nación ha de detraerse tal cantidad para asuntos sociales para alimentar el
presupuesto militar o no; de si ha dedicarse mayor cantidad de dinero a la
educación de nuestros hijos, a la atención de los mayores o no, etcétera, ¿no
constituyen estos y otros asuntos el núcleo central de nuestra vida en
comunidad, es decir de la política?
Ahora, y centrándonos en el documental 7291, y como decía un compañero en el grupo de guasap mencionado: “En
pocas palabras, hay que intentar saber la verdad, encontrar responsables y
proceder judicialmente”. La convivencia de una sociedad no puede asentarse
sobre hechos oscuros, sobre la impunidad de responsables que los jueces deberán
determinar si fueron causantes de la muerte de más de 5000 ancianos que si
hubieran recibido asistencia médica hoy estarían con nosotros, abuelos y abuelas,
padres y madres nuestros abandonados al desamparo, a su suerte, a su soledad,
que merecen hoy por solidaridad, por cariño, como expresión de amor de aquellos
que los vieron partir en el silencio de su dolor, conocer de su sufrimiento y
su abandono.
La necesidad de ahondar en los detalles que pueda ofrecernos el documental
que se anuncia, es una de las herramientas, una más, para depurar
responsabilidades que habrán de llevar a juicio a los responsables de los
protocolos de la vergüenza; un realidad que está pidiendo a gritos que la
“Justicia”, también con comillas, porque la justicia está corrompida, llegue
hasta el fondo de los hechos y obre en consecuencia: 7291 muertos, de los
cuales más de 5000 podrían estar ahora con nosotros acariciando a sus nietos o
conversando con sus hijos.
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