Madrid-Alicante, 9 de enero de 2025
A la espera de mi tren con destino Alicante, hago tiempo en la
cafetería del museo Reina Sofía, leo a Erri de Luca, un escalador y escritor italiano
de 74 años al que he descubierto días atrás. Suena un email del amigo Paco. Me envía
un texto relacionado con el arte moderno, un asunto que ha ocupado muchas veces
nuestras conversaciones. Le contesto: “Muy
oportuno tu texto. Tengo el tren a las cinco y decidí llegar pronto a Madrid y
pasar el día desentrañando esto y aquello de lo que tantos llaman arte. Mañana
en el Reina Sofía. Cuando la espalda chilla, me voy a la cafetería, muy chula y
cómoda ella, leo o escribo un rato y después vuelvo al museo. No, no creo que
llegue en vida a disfrutar todo lo que quisiera de la modernidad de eso que
llaman arte... Pero lo intento, que conste”.
Le comento después que en este momento estoy leyendo "La
natura expuesta", de Erri de Luca, ese hombre que días atrás atrajo mi atención
después de leer un par de líneas de la presentación de su documental La edad
experimental. Esas líneas decían lo siguiente: Fantástico: “Me adentro en
la vejez como un explorador”. “La vejez contiene una vastedad ignota… Concluyo
que este es mi mejor momento”. Una idea cautivadora que revuela sobre mi cabeza
con prometedora seducción. No es la primera vez que esta idea cruza por mi cabeza;
Paco y yo lo sabemos, ambos estamos convencidos, como lo está Erri de Luca, de que
vivimos en este instante de nuestra edad madura nuestro mejor momento.
Furor penelis, de Miquel Barceló |
Antes había paseado por una de las exposiciones y el primer trabajo que había llamado mi atención
había sido Furor penelis, de Miquel Barceló, una fiesta de colores terrosos
en donde la energía sexual y creativa pareciera querer ser reprimida o controlada.
La enorme energía vinculada al deseo sexual desborda la capacidad de contención
del individuo. La íntima relación que establece Byung-Chul Han entre el erotismo
y la creatividad (La agonía del Eros), me vino enseguida a la cabeza viendo
el cuadro de Barceló. No llegué a comprender bien esta vinculación cuando lo leí.
Byung-Chul Han utilizaba indistintamente el término erotismo para referirse tanto
al erotismo como a la creatividad. Para Han el erotismo no es simplemente
placer, sino el encuentro con lo desconocido, con algo que nos desborda y que
no podemos poseer completamente. Así, de manera similar, la creatividad surge
cuando nos enfrentamos a lo nuevo, cuando algo externo nos inspira o conmueve. En
la obra de Barceló la presión de la mano sobre los genitales podría simbolizar
una contención de la energía sexual o creativa, algo así como si esa fuerza
desbordante estuviera siendo controlada o reprimida. Le decía a Paco que paso la
mañana en el Reina Sofía desentrañando esto y aquello de lo que tantos llaman
arte. Un trabajo difícil que en ocasiones me propongo ante mi obstinación a reconocer
en tantas obras actuales un valor artístico.
Un trabajo más si se quiere de exploración al modo de Erri de
Luca que dice encontrarse ante la vejez como un explorador. Una idea sumamente sugestiva
que me pone en una disposición similar a la de quien en cada momento de la vida
busca con el afán del explorador abrirse paso en la floresta poniendo a trabajar
su curiosidad en cada rincón de la realidad que se le presenta ante sus ojos. Una
tarea que puede tener intensamente ocupado al individuo, maravillosamente ocupado
si éste es septuagenario u octogenario y vive la conciencia de la experiencia de
la vida como quien se adentra en la selva o en un velero en alta mar, o en la tentación
de volver a escalar. Percibir la vida, cuando ésta pasa sobradamente de los setenta,
con la animosidad de un explorador, me parece esta mañana una maravillosa idea necesitada
de abono, humedad y sol.
Hoy es un día muy especial para mí. Hace no mucho Carlos me enviaba
unas imágenes en las que aparecían el y Ángel Luis Santamaría escalando en el entorno
del peñón de Ifach. Tras la imagen de Carlos, superando un largo muy aéreo, se veía
el mar intenso y azul. No era la primera vez, ya Toti o Vinches me enviaron alguna
que otra fotografía de sus escalada junto al Mediterráneo, un tiempo en que ni soñando
yo hubiera pensado que podría volver a escalar. Después sucedió algo muy sencillo,
un día recibí una invitación para hacerlo en Pedriza, me animé, y como resultado
comprobé que todavía podía, que todavía era posible recuperar algo de aquella pasión
que consiste en trepar por pedruscos, tapias y paredes. Y en consecuencia hoy, acogido
a la hospitalidad de José Manuel y Toti, hago tiempo en el Reina Sofía mientras aguardo la hora de mi tren con destino Alicante, donde espero, como niño a la expectativa de los Reyes
Magos, trepar por algunas de las paredes del Peñón de Ifach. Confieso que algo
nervioso estoy. Un gusanillo me corre por dentro ante la expectativa.
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