El
Chorrillo, 12 de enero de 2025
Escucho
un tema de Patxi Andion que habla de un marinero borracho y un naufragio en
esa inmensa mar azul telón de fondo de
nuestro peregrinar por los acantilados de días atrás. Escucho. Tengo el cuerpo cansado,
me desperté de la siesta con los brazos como si hubiera estado todo el día
cargando sacos de arena en un camión. Cierro los ojos y ahora estoy en la
terraza de un restaurante del Club Náutico de Calpe contemplando a las gaviotas
en el cielo encendido del atardecer. Si vuelvo la cabeza, a mi izquierda veo
erguirse la inmensa mole del Peñón, señor indiscutible de esta parte del Mediterráneo.
Y estando aquí y no allí, desaparece el restaurante, las mesas, los barcos
atracados de enfrente, las urbanizaciones, la gente, y me quedo solo con Bruno,
José, Lillo, Toti y Virginia, todos al uno elevando nuestras copas brindando al
modo de los personajes de Virgilio cual si celebráramos la camaradería tras
algún tipo de batalla; principio del ágape donde era de rigor alzar las copas
en honor a la amistad y el amor. “Bebamos, mi Lesbia, y amemos”, cantaría
Catulo.
La
realidad es una cosa escurridiza que cabe adaptar a las circunstancias y deseos
del poeta. Cierro los ojos y zás, zás y zás; estamos solos en la ancha playa de
Calpe, he tendido mi varita mágica sobre la costa y todo ha vuelto al primitivo
estado de cuando Argo, la famosa nave de Jasón y los argonautas, surcaban las
aguas del Egeo y el Mediterráneo en busca del Vellocino de Oro. Habíamos
forzado de mañana, cual guerreros de otros tiempos, nuestra habitual posición
de bípedos sobre el llano para alzarnos sobre los flancos rocoso donde reinan
Zeus y Hera armados de cuerdas, cintas, arneses, cascos, todos inocentes e
inofensivos guerreros amantes del vacío, y ahora, tras atravesar los calores
invernales de un sol inclemente, era menester antes de todo libar buenas jarras
de rubia cerveza tras descender del cielo del Olimpo de donde regresábamos.
Me han
robado la vida, gritaba una moscovita que en los años sesenta logró viajar a
Berlín occidental, cuando comprobó que allí la vida era mucho más fácil y
agradable. Nos han robado las montañas, pensaba esta tarde yo sumido en este
cambio de escenario, un Calpe sin casas, sin carreteras, un Calpe desnudo al
modo de aquellas tierras que pisaba Eneas en sus recorridos por las costas del
Mediterráneo. Y cerraba los ojos e intentaba visualizarlo, allí nosotros sobre
la playa, el asado humante sobre las brasas, el leve bienestar de la
conversación, todo al calor de la amistad y
las pasiones comunes.
Bruno a la tarea |
El AVE
me devolvía al final de la jornada de ayer a casa. Regresaba cansado, eufórico,
llenos los oídos del grito alocado de las gaviotas, llenos los ojos de mar,
pleno el corazón de la cercanía de los amigos; agradecidas mis yemas de los
dedos por el cálido contacto de la roca; grata jornada de conversar frente a
unos arroces en compañía hoy además de Virginia y Ángel.
Ángel Lillo |
El tira
y afloja de Toti y Jose del día anterior ante la amenaza del sol de justicia y
la posibilidad de que en el Peñón nos fuéramos a encontrar con un exceso de
cordadas adictas a los fines de semana, terminó decantándose por una nueva
jornada en los acantilados de Toix. Así que por allí anduvimos en torno a las
nueve de la mañana haciendo labor de ganchillo, ejercicios sobre el gran
rocódromo de los acantilados. Distendidos, locuaz y paciente Toti empeñado en
meter en mi torpe cabezota nudos y procedimientos que se me olvidan nada más
dar la vuelta a la esquina, recomendándome tal o cual modelo de gatos a prueba de
resbalones, y no como los llevaba, que habiéndome costado en las rebajas
treinta euros, mejor los tiro; charlando con Virginia y Ángel que alternaban
escalada y conversación a nuestro lado; aprovechando para hacer algunas
fotografías; escalando algunos largos; conversando, desrizando una cuerda,
recordando y, por último, decidiendo donde era menester terminar esta fiesta
tras la visita a los acantilados.
Las dos
horas y cuarto del AVE de regreso a Madrid fue viajar mecido por el arrullo de
las sensaciones, mar, roca, vacío, pequeñas incertidumbres, agradecimiento a
mis amigos, la paz interior que deja en el alma un día más de hacer de la vida
algo hermoso.
Bruno |
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