miércoles, 15 de enero de 2025

Tercer día de hospital

Dos Cristos con los que conversar. Uno en una cima de los Alpes Austriacos y otro, el Cristo de San Damián, que me acompaña en el hospital. 

Hospital San Francisco de Asís, 15 de enero de 2025

He dormido bien, me he dado un largo paseo por los pasillos del hospital, abro el libro de Huntington, El choque de civilizaciones, pero noto enseguida que no está en mi ánimo adentrarme en temas como el Resurgimiento islámico. Así que cierro el libro, miro por la ventana. Busco un tema. Recuerdo una fotografía que encontré esta mañana en el muro de Luis, una tubería con una pequeña fuga de agua, una gota que cae y alimenta una incipiente vida, una mínima plantita que ha nacido al amparo de la humedad de esa fuga de agua. Después levanto la vista y me encuentro con el crucifijo que preside mi habitación de hospital, el Cristo de san Damián, un conocido icono medieval relacionado con San Francisco de Asís. Según la tradición franciscana, San Francisco estaba orando delante de esta cruz cuando escuchó la voz de Cristo que le decía: "Francisco, repara mi Iglesia, que como ves, está en ruinas". Este evento marcó el inicio de su misión de reforma espiritual.



Fui religioso en extremo durante mis años de colegio en los Salesianos. Después se me pasó el sarampión pero me quedó sin embargo un especial aprecio por la figura de Cristo que renuevo cada año en los veranos de los Alpes cuando me encuentro entre la niebla algún cristo solitario en algún sendero de las alturas. Incluso he llegado a hablar con alguno de ellos. El que más recuerdo fue uno en los Alpes Austriacos un día de espesa niebla. Había perdido el sendero camino de una cumbre y de repente, en un pequeño rellano me encontré un cristo de madera, y junto a él un banco. Allí me senté un buen rato. La escena habría valido para una película. Un hombre cansado con su macuto al lado alzando la vista hacia aquel solitario cristo como quien se encuentra con un viejo amigo, esa era la sensación. Una vez, siendo maestro, unos alumnos me hicieron una entrevista dentro del ámbito de un trabajo que les había puesto su profesor de religión. Me preguntaron que qué pensaba de Cristo. Les contesté que no era creyente pero que consideraba a Cristo como una de esas buenas personas que producen de tanto los siglos. Estoy completamente seguro de que si me lo hubiera encontrado en persona a aquel cristo caminando por alguna cumbre, habríamos hecho buenas migas y habríamos charlado animadamente durante un buen rato. Después, como me ha sucedido tantas veces con algunos aventureros solitarios, nos habríamos dado un abrazo y despedido con el habitual bye bye.


Creo que la cosa puede ir de amor si tiro de la cuerda de la memoria y me voy al desierto australiano. Cruzar este desierto son muchas horas de conducción bajo el inclemente sol de una tierra desnuda en donde hay que ir atentos a los canguros, que son muchos y cuyos cadáveres quedan abandonados en el asfalto por el impacto de algún coche. No hay agua y los responsables de la zona han instalado grandes depósitos de agua que se reponen regularmente. Para suministrar este agua es necesario accionar un grifo; sin embargo los pájaros, los animales del desierto, no han evolucionado todavía lo suficientemente como para poder accionar un grifo. En ese detalle cayó algún viajero. Nos lo encontramos en uno de los depósitos. Ahí lo tenéis en la imagen de más arriba: “Put water for the birds, please”. Cristo lo expresó de otro modo “Dad de beber al sediento”.

Los cristianos han hecho barbaridades a lo largo de los siglos en nombre de ese Cristo que era todo amor; se han dedicado a arramplar inmuebles como vulgares ladrones y han cometido barbaridades sin cuento a lo largo de todos los tiempos. Sí, ya sé que no todo ha sido así, pero habrán de cargar con ese estigma, con la traición a Cristo a lo largo de toda su historia… hasta que se produzca una vuelta al espíritu de Cristo donde la opulencia del Vaticano y tantos hechos delictivos más no tengan lugar.

Sólo un inciso porque es relevante que un texto como los Evangelios, que podrían haber servido de manual para el amor y y la justicia, haya sido aprovechado por la Iglesia durante dos mil años como herramienta de poder y compadrazgo con los ricos. Ya, ya sé que de todo hay en la viña del señor, pero aún así…

Una vida puede nacer de unas insignificantes gotas de agua, como en la imagen de Luis, pero el egoísmo, la codicia y la  irracionalidad parecen germinar en el corazón de los hombres con mucha más facilidad que la empatía.


Por cierto, acabo estas líneas, entra el doctor que me ha operado y... todo perfecto. Me voy a casa. Muchas gracias a todos los que os habéis interesado por mi salud estos días. Un abrazo. 

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