El Chorrillo, 20 de enero de 2025
Estuve ayer en la despedida del Torrero. Cuando llegué
anduve por allí de un lado para otro, un tanto despistado porque la peña de los
pedriceros ha crecido tanto desde aquellos mis primeros años de
Me viene la tentación de poner a parir a los responsables
de este derribo en ciernes, a los paletos, diría, mejor, ignorantes, incapaces
de entender el valor social y cultural de un chiringuito, pero no, voy a
resistirlo; ya les adjudiqué en otras ocasiones el apelativo de vándalos por
sus destrucciones de vivacs y abrigos de nuestra sierra. Conseguir un entorno
humano en el que escaladores y caminantes puedan encontrarse y compartir
experiencias, comida y bromear hasta que se nos eche la noche encima, es algo
que no se consigue de la noche a la mañana. Se necesitan años de ir tejiendo hábitos
y rutinas en donde uno se sienta a gusto; saber que al final del día tendrás un
respiro, un lugar para descansar de la faena y encontrarte con otros compañeros,
es algo que pertenece al ámbito de lo que está ahí como están el sendero, Peña
Sirio, la trepada necesaria para llegar a algún risco, como están las nubes…
cosas que pertenecen a la cotidianidad de quien pasa un día en Pedriza.
En estos pensamientos andaba metido cuando me tropecé con Miguel
Ángel y José Luis. Me decidía a acompañar a Miguel Ángel y a su perro pista
abajo, cuando tropezamos con Tino Bosquet. No sé cómo empezó aquello pero de
repente nos vimos envueltos en una compleja conversación que hoy no sería capaz
de reproducir. Hubo un intervalo para saludar a Felipe Jiménez, pero nos vio
tan enzarzados en la conversación que apenas pudimos intercambiar algunas
palabras. Miguel Ángel atendió a las necesidades de su perrito paseo abajo y
Tino y yo nos quedamos en pocos minutos enzarzados en una atractiva conversación.
Tino había publicado recientemente un libro titulado Una aportación sobre la inteligencia: El mito de la persona inteligente,
y ello de golpe dio pie a una larga conversación en donde a los contenidos siguió
un indefinido hilo que circulaba entre asuntos tan dispares como la masa, el
poder, la educación, los años treinta en Alemania y la llegada de Hitler al
poder, Trump, la extrema derecha y las difíciles posibilidades de una
conciencia colectiva que haga posible un mundo más habitable. Los temas fueron
tantos y los personajes que aparecían por allí tan numerosos, Fernando Savater,
Perez-Reverte, Jesús Quintero, Heidegger, Rousseau, Nietzsche, y alguno más,
que imagino que de haber tenido tiempo por delante podríamos haber publicado un
nuevo libro con toda aquella sarta de asuntos y autores.
Quería saludar a algunos amigos, así que en algún momento
tuvimos que cortar con esa barahúnda de asuntos. Nos despedimos. El local
estaba de bote en bote, así que me costó atravesarlo a la busca de rostros
conocidos. De pedir una bebida, imposible, la cola llegaba hasta el asfalto. Al
otro lado del local me encontré con Uge que se refugiaba del frío envuelto en
su capuchón del cortavientos. Qué decir de Uge, alias el Brujo; me encanta este
hombre, su apariencia mezcla de sencillez y timidez es un atractivo que te lo
encuentras nada más saludarle. Apenas nos conocemos, pero le sigo, primero fue
en FB y ahora en Instagram; sus ideas, sus haikus, el modo en como se acerca a
la realidad e interpreta con una brevedad cargada de sentido su continuo
ponerse por montera las paredes de
Por allí andaba también Fernando Cobo con su brazo derecho
ya desencabestrillado, que la última vez que le vi por las redes ya pensé que
se había dado un porrazo. Pero no, nada tuvo que ver con la escalada. Y
charlando con él alguien me toca el hombro. Un nuevo rostro, conocido sólo por
las redes, al que poner al fin cara. Adriano Cañas y su mujer. El vínculo que
nos une es Paco de Hoyos, ambos compañeros de curro de muchos años. También a Adriano
le tuve que dejar con la palabra en la boca. La gente se apretujaba para
encontrar un espacio dentro antes de la proyección. Logré que Felipe y José
Luis sentados en primera fila me hicieran un sitio en el suelo.
El maestro de ceremonias era Narciso, Narciso del que no
sabía nada desde hace años, un tiempo en que nos hicimos incompatibles y
dejamos de vernos en las redes. Narciso había empleado un montón de horas de
trabajo para organizar el material que nos iba a presentar hoy como despedida
del Torrero. Un excelente trabajo que hay que agradecer en un mundo donde hay
que buscar con lupa y constancia datos, historias, testigos históricos y
anécdotas de esta tierra querida nuestra que es
Al final ya sólo me faltó saludar a Pilar que andaba allí
con Toti y Felipe celebrando nuevos encuentros. Me faltó Ángel Lillo y
Virginia, que estuvieron pero a los que no vi y a quienes que me hubiera
gustado dar un abrazo después de nuestro feliz encuentro en los acantilados del
Toix. Dejé Canto Cochino a mi espalda con una bonita sensación. La vida latente
que corría por las venas de aquel auditorio es una promesa de bienestar y
camaradería. Qué buena gente da la montaña.
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