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Isla de Borneo 2006 / En El Chorrillo haciendo el ganso Seguro que nos parecemos más de lo que pensamos... |
El Chorrillo, 20 de junio de 2024
Ayer mientras trepaba por las presas del Sputnik, a mi
derecha me encontré a casi veinte metros sobre el suelo con X que, mucho más
rápido que yo me daba alcance. X, en los días próximos entrará en los
laberintos que para mí es “un fregao”, de abrir una vía en una pared que de
sólo pensarlo me sucede lo mismo que cuando contemplo a Alex Hannold escalar
sin cuerda a cuatrocientos metros de altura sobre la pared del Gran Capitán; me
pone el sistema nervioso a cien. Estábamos ya cerca del final del top rope cuando se me ocurrió comentarle
que esta mañana me había levantado nervioso y que la razón probablemente era
pensar en mi próxima partida veraniega a Alpes. El día anterior había
consultado el tiempo en Eisernerz, la localidad de destino en donde interrumpí
el pasado año mi travesía de los Alpes Austriacos, y me había encontrado con el
feo panorama de un tiempo pésimo sembrado de tormentas. Vamos, que ya me vi de
repente metido yo mismo en otro fregao, fregao a mi medida, que empezó a
ponerme nervioso. Las expectativas de pasar muchas semanas a merced de la
meteorología y especialmente de las tormentas con el plus de la soledad y los
muchos desniveles por acumular, ya estaban actuando sobre mi sistema nervioso
unos cuantos días antes de mi partida. Como uno entiende que lo que le sucede a
uno, a su sistema nervioso o a su ánimo, eso suponía yo de X, se lo pregunté;
pero no, no, no me pone nervioso, contestó mientras alcanzaba la última presa y
se disponía a soltarse de manos para iniciar el descenso.
Y la verdad es que admiro a las personas que asumen con
tanta entereza riesgos que a mí me ponen los pelos de punta. Esta mañana sin
más, mientras paseábamos Victoria y yo por la sala de exposiciones en
Allá en el plano tierra, bajo la bóveda catedralicia del
Sputnik, mientras descansaba de una de las trepadas, vi un rostro conocido que después
de mirarlo dos veces no acaba de localizar en mi memoria, así que cuando éste
se despidió de una moza con la que estaba charlando, me acerqué a él. Te conozco,
pero ahora mismo no caigo, le dije. Será de viejo, contestó él bromeando. Justo
entonces caí, ¿te llamas Fernando, verdad? Sí, contestó. Caí definitivamente,
era Fernando Cobo. Ya nos habíamos tomado hacía semanas unas cervezas junto a
Pedro Mateo en la cafetería del Sputnik, pero mi “excelente” memoria ya se
sabe. Pues también conversando con Fernando la cosa se fue por los senderos de
la incertidumbre más adelante cuando se incorporó a la charla José Manuel
(Vinches), que por allí andaba él imitando a nuestros ancestros arriba y abajo,
no en este caso en los árboles, pero como si lo fuera, porque seguro estoy de
que nuestra afición a escalar proviene directamente de nuestros ancestros, de
cuando ellos andaban por los árboles,
que era nuestro estado natural en aquellos remotos tiempos.
El caso es que puesto a preguntarme por qué coño yo me
pongo nervioso ante acontecimientos que lindan con mi zona de confort –dejando
aparte esos casos especiales de los que se pasean por el Cerro Torre o
No sé qué tienen tus
ojitos que me vuelven loco, que me vuelven loco… cuando me miran muy poquito muy
poquito a poco…
días atrás escribía sobre cierto estado mental, ponerse en estado de
disposición, de hacer, de disponer el espíritu para “algo” por venir, preámbulo
ello para un proceso de creatividad; en el caso de hoy, esos leves nervios que
llegan a mi organismo, vibran en una frecuencia que, siendo un pelín
desagradable, lo que hace es ponerme también en estado de buena esperanza; y
sabido es que cuando algo “te pone”, no quedan más cáscaras que tirar palante. Yo no me atrevería a decir que
bienaventurados los que no se ponen nerviosos, que también tiene su gracia
ponerse nervioso, dudar o no tener todas consigo. No sé qué tienen tus ojitos,
esos montes, esas noches, esa incertidumbre… que me vuelven loco, que me
vuelven loco…
Un gusto veros, Alberto. Un abrazo y suerte en los Alpes.
ResponderEliminarQue tengas un bonito verano, José.
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