El Chorrillo, 23 de junio de 2024
Las hormigas corretean,
un buen puñado, por encima de mi mesa de trabajo. Rocío la mesa con
insecticida, pero mientras uso el ordenador observo a las supervivientes dando tumbos
por el tablero. Las asisto para que mueran de inmediato espachurrándolas con el
dedo. Me resisto a dejarlas estirar la pata durante un rato. ¿Poseen las hormigas
sistema nervioso, tienen su rato de dolor y angustia cuando son rociadas por mis
gases lacrimógenos alternativos, el insecticida? Pienso esto acaso influenciado
por la cultura de protección animal que vivimos en las últimas décadas.
Pensando acaso que yo mismo soy un ser vivo ni más ni menos que ellas por mucho
que tenga uso de razón. Me pregunto si el hecho de ser un ser vivo que posee
uso de razón es un rasgo que me exonera
de cierta sensación de culpabilidad. Me pregunto también si la moral tiene
cierta cabida en estas cosas. Más, entre las agonizantes veo aparecer algunas
hormigas de alas, grandotas ellas y en vez de utilizar el dedo entonces recurro
a un trozo de papel… ¿por qué? Pues que me da cosa aplastarlas. Una cuestión de
tamaño. Y más aún, si fueran mucho más grandes lo mismo alguna consideración
moral aparecería. Lo mismo me planteaba tomar el teléfono y llamar al Seprona
para que vinieran a por ellas y las desintoxicaran. El bienestar animal…
Pienso que no son inocuas
estas consideraciones. Hemos aprendido últimamente a respetar a los animales,
nosotros la gente normal, no los bárbaros del Moco Verde y sus sucedáneos que
se divierten tanto con el sufrimiento, por ejemplo, de los toros; sin embargo
presiento que a rebufo de esta corriente va naciendo también cierto papanatismo.
Vamos, que estoy hecho un
lío, porque siendo obvio que en el reino animal para sobrevivir necesitamos
comernos unos a otros, una necesidad imperativa que nos obliga a hacerlo
produciendo el menor daño posible a las víctimas, no es tan obvio el trato que
debemos dar a aquellos animales de cualquier clase que nos producen daño,
enfermedades o simples molestias. No me parece tan obvio porque dentro del
reino animal, donde entran absolutamente todos, hay factores como el tamaño, la
cercanía al hombre, si son mascotas o no, su canto (matar a un ruiseñor debería
ser un crimen castigado), su belleza, su escasez, su peligrosidad, actúan como
factores disuasorios, proteccionistas, o nos invitan sin más a deshacernos de
ellos (cucarachas, ratas, etc.).
Presiento que con
bastante frecuencia parecemos tener las ideas claras, pero cuando tiramos del
hilo enseguida incurrimos en contradicciones e incongruencias que son difíciles
de hermanar dentro de la lógica de nuestras pretensiones proteccionistas.
En el transcurso del
tiempo que he empleado en escribir estas líneas la mesa se me ha vuelto a
llenar de hormigas; algunas de ellas con alas y gordísimas. He tenido que
volver a sacar los “gases lacrimógenos” para exterminarlas. El principio
moral aquí parece decir: o ellas o yo. Pero es un principio peligroso cuando,
como me sucede a mí, que me considero con un nivel de importancia a nivel del
reino animal similar a cualquier otro, tenga el tamaño que tenga. Es peligroso
porque de asumir un principio tal, con todos los matices que se quieran, podría
llevarnos a la aceptación del exterminio de unos por otros en función de… Si yo
hace unas semanas hubiera dejado a las hormigas campar a sus anchas por mi
cabaña, año tras año, lo mismo sucedía como en aquel relato de Horacio Quiroga
en donde un viajero se extravía en el bosque y cuando días después van a
buscarlo, sólo encuentran los huesos. Las hormigas se lo habían comido
enterito. Ellos o yo. Julio Anguita decía algo parecido sobre esas dos España
que vivimos desde los tiempos anteriores a Machado, una de las dos España ha
de partirte el corazón. La gente civilizada busca hacer posible la
convivencia de todos, sin embargo ahí tenemos, a Netanyahu o a Hitler.
¿Dónde se encuentra la
línea divisoria en donde ha de imponerse el “ellos o nosotros”. Las hormigas o
yo, los lobos o yo, cuál de las dos Españas ha de prevalecer, qué moral, que en
definitiva es un invento humano para hacer posible la convivencia de todos, ha
de primar?
Esto puede parecer
reducir al absurdo la realidad, sin embargo sí lo considero un procedimiento
interesante para apuntalar, para cuestionar, nuestras concepciones morales
respecto a los otros seres vivos y por extensión a las relaciones que
mantenemos con los otros sapiens. Es el caso cuando tantos sionistas consideran
escoria a los palestinos, y por tanto una población a extinguir, u otro tanto en
el caso de los nazis respecto a los judíos (¡qué grandísima paradoja que los
descendientes de los masacrados judíos de entonces sean ahora los asesinos
sistemáticos de los palestinos… y más que los países más ricos del mundo les
apoyen…!).
Cuando el sentido moral
zozobra, como sucede hoy en el mundo en donde los intereses geoestratégicos y
económicos de las grandes potencias priman, nuestro estado de civilización,
todo lo que hemos conseguido de bueno desde que dejamos atrás las cavernas, se
pone en cuestión. El todo vale, masacrar poblaciones, millones de ciudadanos,
Vietnam, Irak, etcétera, tiene una lejana
proyección con los conceptos morales bajo cuyo paraguas vivimos.
Conceptos morales que naturalmente pueden variar en función de las
circunstancias. Al pueblo del Reino Unido, sin más, tan amante de los animales
y mascotas no le tiembla la mano si tiene que descuartizar a sus oponentes,
atando por ejemplo a los cipayos en las bocas de sus cañones y prendiendo la
mecha. Pedazos descuartizados de hombres volando por los aires. Tampoco les
tiemblan las manos a gentiles ciudadanos israelitas que besan a sus hijos al
salir de casa y que más tarde emplean su tiempo en masacrar palestinos en Gaza.
Haber metido en estas
líneas a los sapiens quizás sea una hipérbole mal elegida para lo que en
principio me planteaba con las hormigas, pero creo que sí tiene cierta relación
porque de algún modo enfrenta dos mundos no exentos de conflicto, el yo,
nosotros, y el “los otros”.
Imposible llegar a alguna
conclusión. Apuntes nada más, interrogantes. Terminando este texto son
centenares los cadáveres de hormigas sobre mi mesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario