lunes, 8 de abril de 2024

Seamos agradecidos

 


El Chorrillo, 8 de abril de 2024

Sentimientos encontrados. Esta mañana estuve en la Agencia Tributaria por eso de que algunos amigos me habían avisado de la posibilidad de cobrar un pico a raíz de nosequé de Muface. Ni idea de qué, pero bueno. Ellos sabrán. Primero de todo decir que siempre que tengo que hacer alguna gestión en medio de otros ciudadanos pues que me siento un extraterrestre, la sensación esa de que uno anda metido en una burbuja, incluso aunque esté al tanto de lo que sucede en el mundo, una burbuja real; viviendo por ahí en mitad del campo entre pájaros, vientos, sol y lluvia sí se pierde esa cotidianidad de la gente que curra y coge el metro o el tren todos los días.

El caso es que llevo un tiempo envuelto en sentimientos contrapuestos. Hoy sin más me sentía enormemente agradecido, así en general, a la sociedad en la que vivo. Y ello me venía de considerar que soy un bicho, uno pequeño entre billones de otros muchos bichos, que sin embargo tiene la fortuna de vivir el último periodo de su existencia en unas condiciones que yo considero inigualables, de ánimo, bienestar, salud y atención por parte de los organismos públicos que cubren mis necesidades creo que óptimamente. Es algo como caerse del guindo y tener que reconocer que pese a lo izquierdoso que uno pueda ser y el papel crítico que uno ejerce en esta sociedad, tan a veces de mierda de hecho, si me comparo con todos esos bichos contemporáneos míos junto a los que me ha tocado vivir, todos, digo, hormigas, murciélagos, mosquitos, bacterias, elefantes, etc., etc., soy un privilegiado de excepción. Un privilegiado que habiendo hecho una vida social normal, habiendo currado, aportado a la sociedad la contribución necesaria y cumpliendo los deberes elementales de ciudadano, hoy en la última parte del recorrido vital, puede echar la vista atrás, mirar alrededor, y comprobar que probablemente vivo en el mejor de los mundos posibles.

Agradecido a la sociedad en que vivo que en su conjunto hace posible una existencia así, lo que en otras palabras quiere decir agradecido a todos los hombres y mujeres que a lo largo de cientos, miles de años se han partido el alma para que esto fuera así; que todos con nuestro trabajo y maneras (no todos, dejo aparte a los miserables de siempre…) contribuimos a ello y es esa contribución común lo que llamamos sociedad. El otro día intentando saber cómo funciona esto de que yo lleve casi veinte años jubilado y religiosamente cada mes el Estado ingrese en mi cuenta corriente dinero más que suficiente para satisfacer todas mis necesidades. No lo entendía bien, porque dado que durante mi vida laboral yo he ingresado al estado en previsión de una jubilación futura en torno al siete por ciento de mi sueldo, si echaba cuentas y el Estado me estuviese devolviendo lo que ya había ingresado mes a mes, lo que me resultaba es que mi pensión mensual actual debería estar aproximadamente en los trescientos euros como mucho. Un fatal error de algunos opinadores de las redes que mantienen que ellos ya han pagado previamente durante su vida laboral las pensiones que ahora reciben: no es cierto. Me lo tuvo que explicar el amigo Cive que es un experto en estos y otros muchos asuntos. En realidad el tema se ventila mediante un procedimiento de solidaridad, durante nuestra vida laboral aportamos entre todos el importe de las pensiones de la generación que ha alcanzado la edad de la jubilación; con lo que cuando nos jubilamos quienes pagan nuestras pensiones son la población activa del momento. Existen tantas cosas en la sociedad que ayudan a mantener un estado de aceptable bienestar que no está de más recordarlo para que se nos quite ese tufillo que desprendemos la mayoría cuando deslenguados e ignorantes, añadimos a nuestra sociedad el apelativo de puta mierda. Lo leí en la prensa. Le preguntaban hace poco a un turista alemán que qué era lo mejor y más bonito de nuestro país. Respondió sin ninguna dilación: la Seguridad Social.

Sentimientos encontrados. Y sin embargo hablaba días atrás de esta sociedad tomada por la plebe, plebe en el sentido más despectivo que uno pueda encontrar. Me venía ese arranque de la lectura de El hereje, de Miguel Delibes. La plebe enfervorizada que acompañaba al cadalso para ser quemados en la hoguera a los que ellos y la Inquisición llamaban herejes, la plebe que vota a Ayuso y a sus compadres, la que vota al amigo del narcotraficante y a los corruptos de toda condición. Y es que como son tantos uno termina confundiendo el todo con la mayoría y así en el lenguaje de la calle, siempre esa abominable manía de generalizar, los políticos resultan unos corruptos, y por no hacer el esfuerzo de distinguir entre políticos y políticos metemos a todos en el mismo saco. Algo que sucede cuando la mayoría de los ciudadanos o los políticos yerran, buscan su interés propio o siguen las voces del pastor que las azuza camino del conveniente redil.

Debe de ser cosa de la edad esto de considerarse cada vez más una parte infinitamente pequeña del conjunto de la vida latente que puebla el planeta. Tan mínimo y sin embargo tan bien atendido gracias a una sociedad, sus instituciones, sus colegios, universidades, medios de comunicación, sanidad, seguridad, que vela por los intereses de todos nosotros; no una sociedad en abstracto sino una sociedad concreta, nosotros mismos, que unos con otros hacemos lo necesario para que el conjunto de los ciudadanos, sólo una gran mayoría desgraciadamente, pueda vivir aceptablemente.

Y todo ello abriéndose paso continuamente generación tras generación a través de la barbarie. La barbarie de la Iglesia Católica quemando en la hoguera a los que disentían de su doctrina; la barbarie de los Austrias y los Borbones; la de los que lo tienen todo a costa de los que sólo tienen la fuerza de su trabajo; la barbarie de los miserables, los corruptos, los despreciables, los asesinos sin cuento de nuestra guerra civil y sus sucesores.

Y pese a ello todavía la posibilidad de seguir adelante. Siempre gracias al trabajo de hombres y mujeres que continúan laborando por un mundo más justo y solidario. Me lo recuerda algún amigo: ¿Cuántos de nosotros estaríamos criando malvas bajo tierra si hubiéramos nacido en alguno de tantos países del Tercer Mundo donde tener a mano un médico es un lujo? La diferencia entre haber nacido en una u otra parte del planeta determina la calidad de nuestras vidas y su duración. Eso que llamamos en abstracto sociedad, cultura, civilización, son bienes que generaciones pasadas han hecho posible con su trabajo, y en no pocas ocasiones con una lucha descarnada.

Esta mañana recibí una imagen por guasap de un amigo con una foto de Cabezas de Hierro a la que acompañaba este texto: “Guadarrama resiste, Cabezas de Hierro no pierde su aspecto alpino. Está nerviosa. Sólo lleva 700 millones de añosss ahí”. No sé si 700 ó 25, pero para el caso es lo mismo, pensar en la inmensidad de ese tiempo o en los más de dos millones de años que ha necesitado el hombre común para poder pasar los años de madurez en las condiciones en que hoy es posible para una mayoría, me mueve hoy a ser agradecido, muy agradecido. Si además tienes a esos montes amigos del Guadarrama tan como erigidos ahí en tiempos inmemoriales para recreo y pasión de tu jubilación, pues eso…


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