domingo, 28 de abril de 2024

En defensa de los políticos (de algunos)

 


El Chorrillo, 28 de abril de 2024

Y me propongo esta mañana continuar con un asunto que había comenzado hace días, pero la realidad del momento me puede, se me revuelven las tripas pensando en los cretinos y en toda la basura mediática que los sostiene. La indignidad se ha apoderado de la vida pública española y ahí estamos nadando en el fango por obra y gracia de unos cuantos miserables.

Acabo de leer el artículo de Ignacio Escolar que abre hoy la portada de ElDiario.es que me da pie a insistir en eso que tantos dicen de que todos los políticos son iguales. Ojo con ello, un pensamiento infesto que obedece a la estrategia de la indignidad de una derecha que usa esta idea para meter a todos en el mismo saco, a los honestos y a toda esa clase de basura humana que circula en el ala de los conservadores. Escribe Ignacio Escolar: “La derecha ha logrado convertir la vida pública en un lodazal, una estrategia deliberada para igualar la reputación de todos: la gente honesta y la que no lo es”. Los que piensan que todos los políticos son iguales, y además lo expresan en público, se convierten en adalides de la repugnante estrategia de lo más miserable que tiene la derecha de este país.

Existe en mí constantemente la idea de dejar de leer la prensa. De hecho he pasado largos periodos, el pasado año durante seis meses no abrí un solo periódico, de ausencia deliberada. No quería saber nada de lo que sucedía en el mundo, me producía vómitos pasear la vista por los titulares de los periódicos. Así hasta que consideré que era un deber ciudadano, que era indigno vivir de la sopa boba que la sociedad me aportaba; me hacía sentirme en cierto modo un parásito de esa sociedad que facilitaba mi vida, me proporcionaba sanidad, cultura, medios económicos con que subsistir, un entorno en donde desarrollar mi vida personal y familiar. Y volví, fue cuando las últimas elecciones, un tiempo en que yo andaba de vagabundo caminando por los Alpes, y un hilo de esperanza empezó a correr de nuevo por mis venas con ese gobierno de coalición que se empezaba a fraguar.

Y sin embargo ¡qué esfuerzo, ímprobo esfuerzo!, el de seguir día a día la prensa, el de ver la mierda, el fango, las miserias de que se vale la derecha para torcer el brazo a los resultados de las urnas… la historia del acoso a Podemos y Pablo Iglesias e Irene Montero, Mónica Oltra, Victoria Rosell, las hijas de Zapatero, ahora la pareja de Pedro Sánchez. Y la impunidad con la que salen de estas arremetidas contra la democracia y contra las personas esta repugnante bazofia humana…

¿Merece la pena?, titula Ignacio Escolar su artículo de esta mañana. ¿Merece la pena leer el periódico, merece la pena pasar por las circunstancias que atravesaron Pablo Iglesias e Irene Montero, merece la pena dar todo el tiempo de tu vida para mejorar un país, merece todo esto la pena cuando ello lleva consigo que tu vida diaria, tu pareja, tus hijos se conviertan en un acto doloroso? ¿Merece la pena vivir día y noche perseguidos por la infamia y la miseria de personajes infectos? “¿Merece la pena?, escribe Ignacio Escolar, No, responde. A nadie le sale a cuenta vivir así. Este envenenamiento constante y sistemático tiene un objetivo deliberado: destrozar a cualquiera que asome la cabeza, para que sea insoportable estar ahí”.

Ya, y sin embargo ¿qué?, ¿dejar paso libre a la barbarie, a la impudicia, a la indecencia, a la obscenidad, a la desvergüenza? Yo también me he quejado a veces de manera general de los políticos como todo el mundo, un trabajo que conduce con excesiva facilidad a la corrupción, pero ¿qué haríamos sin ellos? ¿Cómo conseguiríamos hacer funcionar esa compleja maquinaria que permite que cuando estás enfermo tengas una ambulancia o un hospital a mano, que las carreteras estén en condiciones, que nuestros hijos tengan una educación de calidad, que los lobos no se coman a las gallinas? Recuerdo un vídeo en el que José Luis Sampedro defendía que el mejor gobierno posible es la anarquía, pero… añadía a continuación, sin embargo ello sólo sería posible con personas formadas, honestas, tolerantes, etcétera. Y mirando a nuestro alrededor, mirando cuánto borrego anda suelto, cuánto todólogo, cuánto miserable sin escrúpulos campan a sus anchas por el país, seguro que el menos malo de todos los sistemas de gobierno sigue siendo la democracia. Sin embargo la barbarie, esta barbarie que pone en suspense la vida política del país y la racionalidad de los resultados electorales usando métodos canallescos e inmorales, carroñeros indecentes, ¿qué hacemos con ella?, ¿la dejamos que arrasen como caballo de Atila el país, la moral, las instituciones, que sigan alimentando los lobbies, el bolsillo de esos otros que nutren a la prensa amarilla?

Quizás no merezca la pena pasar por este trance, pero ¿qué sucederá si les dejamos libre el campo, esa libertad en la que el lobo ve despejado todo obstáculo que se oponga a su codicia, a su nefanda moralidad?

¿Cómo poner las cosas en su sitio y convencer a la gente de bien de que todos los políticos no son iguales, que lo que sucede es que necesitamos respaldar a los políticos honestos, dignos, a los verdaderos defensores de la justicia social? Hoy más que nunca son los políticos el único baluarte que tenemos contra la injusticia y la barbarie que se nos viene encima. No, no son iguales todos. No seamos tan cerriles como para meter en el mismo saco a esa hez de políticos miserables y a aquellos otros que son nuestra única oportunidad para que las instituciones no se conviertan en un nido de rateros dedicados a expoliar la sanidad, la educación y dispuestos para ello a convertir la política, esa loable creación humana, en un charco de mierda.


No me gustan los cartelitos de las redes, pero este viene tan a cuento que ... 



 


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