lunes, 1 de abril de 2024

Empacho político en las redes

 

Georgia 2015

El Chorrillo, 1 de abril de 2024

Hace un momento que abrí accidentalmente el Facebook, lo primero que me encontré fue algo sobre la depravación general del mundo, el de esos pocos que lo gobiernan desde la política y la economía, sobre sus intereses mezquinos. Es un asunto que satura mi entendimiento, que está ahí como una peste que nos rodeara de continuo. La peste de la estupidez y la codicia. Como si el “ellos” y sus pestes ocuparan constantemente nuestros pensamientos y preocupaciones. Nos pasamos la vida hablando de esta clase de depravadores, de sujetos anodinos, locos, analfabetos de hecho (cierta presidenta de una comunidad que descubrió que en Ecuador se hablaba castellano), gente que si te la encontraras por la calle cambiarías de acera, gente insignificante pero que ocupa curiosamente altos cargos de responsabilidad. Hice un breve comentario a la persona que había colocado aquel post, uno de tantos que muestran la ignominia de lo peor que da nuestra castigada política: “A veces me pregunto si hacemos bien en reiterar continuamente esta clase de evidencias que todos sabemos y llevamos incrustadas hasta en la médula de los huesos. Me lo digo a mí mismo. ¿Hacemos bien? En ocasiones me suena a ejercicio de simple masoquismo, porque sucede que estas cosas, si hay alguien que las lea somos precisamente las personas que hemos tomado conciencia desde hace mucho tiempo de cómo funciona el mundo. ¿Nos hace bien hablar todos los días de la mendicidad de esta gente deleznable? ¿Le hace bien a alguien? ¿Merece la pena gastar nuestro tiempo mental tan reiteradamente con esta clase de sujetos tantos de ellos salidos de las cloacas de lo peor que puede dar una sociedad?”

¿No emplearíamos mejor el tiempo hundiendo nuestro pensamiento en buenos libros, en música, en pensamientos prometedores, en reflexiones sanas y constructivas? En ocasiones pienso en esta remisión continuada a los males del mundo y a sus actores como una enfermedad. Páginas y páginas dedicadas a denostar los males del mundo que con todo lo oportunas que puedan ser, en su extrema reiteración lo que hacen es proporcionar una radiografía distorsionada porque por mucho que los corruptos, los estúpidos o los miserables anden sueltos, ello no debería cubrir, creo, el perfil que todos tenemos en las redes. La vida es mucho más que la mierda que salpica de continuo la política y sus aledaños y ese mucho más es el que pienso que podría ser materia de intercambio y consideración. No me gusta esa faceta en la que las redes vienen a convertirse en un valle de lágrimas, en un despechado y continuo tiroteo contra los malvados del mundo… aunque yo sea precisamente uno de los que de tanto en tanto incurren en este desperdicio de tiempo. Analizar, aportar algún punto de vista particular y junto a ello condenar la barbarie, la corrupción o la mentira, me parecen actitudes dignas de elogio, sin embargo más deseable que sembrar de carteles las redes sería encontrarse con datos y reflexiones sobre aquello de que quiera tratarse. Inundar las redes con cartelitos de letras de dos centímetros de alto para denostar algunos de los males políticos, sociales o económicos una y otra vez, no es que lo vea inconveniente, es que me parece de mal gusto y totalmente previsible. Que una mujer tan insignificante como la presidenta de la Comunidad de Madrid, tan estúpida y de tan reconocida ignorancia, merezca que todos los días las portadas de los periódicos dediquen a ella varias fotografías y titulares y que además estas noticias se vean replicadas en Facebook, Instagram o Twitter hasta la saciedad, denotan, me parece, por una parte un sentido nada práctico pero sobre todo, creo, repito, una carencia importante en el ámbito social que sustenta tanta presencia mediática de lo sustancial y banal; carencia porque convierten a una payasa (y que me perdonen los payasos), payasa, cierto, con enormes poderes sobre asuntos que nos conciernen, la convierten en un personaje de aparente sustancia cuando éste, por muy presidenta que sea, es totalmente inocuo e insignificante.

Es una desgracia que la Presidencia de la Comunidad haya recaído en esta mujer y que por tanto se confunda la imbecilidad de la persona con un cargo que nos debería merecer todo el respeto del mundo; y de rebote ello nos lleve al desprestigio de las instituciones de gobierno. Una desgracia que como un grifo mal cerrado gota a gota cae sobre nosotros hasta la exasperación, y que de algún modo justifica que nos desfoguemos en los medios con ella… pero es que, joder, todo tiene un límite.

Me desvío del tema con la alusión a esta señora, es decir, escribiendo sobre lo que deberíamos evitar hacer, me contradigo haciendo lo que no debería hacer. Probablemente muchos vivamos esa contradicción, por una parte la necesidad de callar, de guardar silencio, o al menos ser más moderados, y por otro los imperativos de nuestra indignación que nos pide lo propio. Quien esté libre de contradicción que tire la primera piedra.

 

 


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