Todas las imágenes del post pertenecen a cuadros de Chagall |
El Chorrillo, 10 de abril de 2024
Ella era de tez negra. Yo había
levantado la vista y me había encontrado con ese precioso semblante adornado
con un piercing sobre el tabique de la nariz. Me puse las gafas de sol para
poder observarla sin parecer indiscreto. Un regalo el rostro de esta mujer para
este tramo de trayecto del Cercanías. Su tez morena, su mirada ausente con
cierto aire de ensueño me acompañaron durante el viaje. Venía pensando en
desarrollar una idea que había pescado en un comentario de José Luis Ibarzábal
a mi post de ayer, pero
Ahora sí puedo empezar. José Luis en
un extenso comentario había citado a Saramago que hablaba de la preocupación de su abuelo y abuela no
porque que se tuvieran que morir sino por el hecho de que dejaran aquí solas todas
las sensaciones, entorno, árboles, paisaje y criaturas junto a los que habían
vivido. Se me hacía entrañable ese pensamiento de que dejemos tras nuestra
muerte en absoluta soledad a esas que fueron nuestras sensaciones, nuestros
amigos los árboles entre los que vivimos, las montañas que fueron nuestros
compañeras de vida. ¿Nos echarán de menos cuando muramos?, me preguntaba yo.
En la estación siguiente sube un
joven mendigo, “por favor ¿pueden colaborar?” Tendrá diecisiete o dieciocho
años. Sostiene en una mano un taleguito blanco y en la otra un paquete de
klinex. El dolor que un joven tenga que verse obligado a mendigar en este mundo
del consumo y de la opulencia de tantos. Es indigno que una sociedad como la
nuestra pueda tolerar este estado de cosas.
En Recoletos tomamos el camino de la
exposición de Chagall. Chagall siempre es en mi memoria el final de un largo
recorrido veraniego por los Alpes. En Niza terminaron algunos de estos
recorridos montanos y cuando se me acababan las montañas, tras semanas y
semanas de marcha, dos eran las cosas que atraían mi atención nada más pisar
las calles de la ciudad, primero la cantidad de mujeres bonitas que paseaban
por sus calles, una visión inolvidable después de dos meses y medio de asueto y
de obligado celibato que hacía que vestido como iba, el macuto, la barba, los
muchos días sin probar una ducha, todo aquel bonito mujerío adquiriera para mí
cierto aspecto de aparición. Y segundo la necesaria visita al museo de Chagall
y a sus cuadros de cariz religioso. Chagall me gustó siempre pero llegar frente
a sus cuadros después de tantas fatigas, tantas tormentas, todo ese mundo que
había atravesado como vagabundo a la búsqueda de mí mismo, me producía una
infinita emoción. ¿Por qué? No lo sé. Hay algo en Chagall que cala dentro de mí
de un modo muy especial.
Total, que a la exposición fuimos.
Hoy mi ánimo no estaba tan en sintonía como en Niza; fue un recorrido agradable
por sus sorprendentes colores y motivos, pero la espalda me empezó a doler de
tal manera que apenas pude acabar de ver todo. De allí fuimos directamente al
teatro Pavón.
Así que de vuelta a casa en el
cercanías retomé aquel tema de la muerte que Jose había comentado añadiendo
unos versos de Borges. Eran versos muy densos sobre los que merecía la pena
volver. No es santo de mi devoción Borges, que leyéndole con sumo placer,
siempre me deja por un quítame de allá esas pajas un regusto que hace que lo
coja con pinzas. Por ejemplo este verso con el que termina su poema: “Sólo me queda el goce de estar
triste”, que bien que la tristeza sea en no pocas ocasiones un profundo
sentimiento de encuentro con nosotros, sin embargo aquí deja la expresión de un
pesimismo que no digiero bien. Otra cosa son los versos que siguen:
Un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar.
Una oscura
maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor.
Que la muerte sea para Borges una oscura maravilla que nos
acecha, otro mar, esa otra flecha que clavada en el corazón nos libra del sol y
de la luna y del amor, es un modo grandioso de nombrar la muerte y su
perversidad. Y en cuanto a decirnos que un instante cualquiera (no tan
cualquiera, es cierto) es más profundo y diverso que el mar, lo que nos lleva
es a considerar la insondable bondad que puede surgir en un instante en lo
hondo de cualquiera de nosotros.
El Cercanías llega en este instante a Humanes. Se acabó. Hoy
no da tiempo para más; llegar a casa y acostarse que mañana Toti me ha invitado
a escalar en Patones y no me queda más remedio que madrugar. Espero salir de
esa bien parado.
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