El
Chorrillo, 17 de noviembre de 2022
Me
pregunto si la contemplación no será el estado natural por excelencia. Termino
de comer, me bajo a la cabaña, miro por la ventana: llueve, el viento bambolea
las ramas de los árboles. ¿Debería ponerme a leer, entretenerme en alguna tarea
casera, cualquier otra cosa…? ¿Por qué llenar el momento con otros mundos, una
novela, música, alguna tarea, si contemplar, mirar lo que hay más allá de mi
ventana es tan atractivo? Contemplar lo que sucede a mi alrededor, lo que se
mueve dentro de mí, seguir con la mirada esas gotas de agua sobre el cristal
donde se refleja el mundo al revés y verlas resbalar sobre el vidrio.
Tiempo
de lluvias. Y pensar en la vida de más arriba el país, allá por el norte de
donde acabo de regresar, en esas pequeñas aldeas donde el humo de las chimeneas
se paseaba perezoso por encima de los tejados de pizarra, recordar ese tétrico
lugar rodeado de viento y niebla en que pernocté hace un par de días. O no
pensar y dejarse llevar por el caprichoso derrotero de la
memoria. Nothing, rien, nada, mirar
tras los cristales, acaso dejarse llevar cuando una cierta indolencia se
apodere de mis párpados.
No voy
a bodas ni asisto a acontecimientos especiales que me obligasen a vestir de
cierto modo, así que la ropa que utilizo me dura siglos; pero hace poco me
cansé de llevar siempre lo mismo y me he comprado para estar en casa una camisa
de franela a cuadros amarillos y negros, de esas que llaman de leñador, y un
pantalón de chándal rojo burdeos. Y tan poco acostumbrado a vestir ropa nueva
estoy que me siento de estreno, a gusto con lo puesto. Total, que sumido en la
placidez de después de la comida, especulando si debo o no subirme los bajos de
los pantalones del chándal termino durmiéndome.
Y mal
hecho, porque a las redes debo acceder sólo de higos a brevas y sólo cuando
tengo algo que decir, cuando me desperté se me ocurrió mirar a ver si había
algo que comentar en FB. Lo había, dos largos textos relacionados con mi última
entrada en que aplaudía la decisión de los tribunales de anular un artículo de
la regulación del PN de Guadarrama que permitía las actividades deportivas multitudinarias.
Total, que tuve que salir de ese hacer nada en que me había sumido mientras la
lluvia repiqueteaba en los cristales, un dolce
far niente, justo, por demás, después de dos semanas de andar subiendo y
bajando montes y luchando en sus cumbres con un viento a veces escalofriante
toda la noche. Los comentarios pertenecían a Pedro Nicolás y a José Luis Ibarzábal.
Al que esté interesado en los comentarios de Pedro y José Luis le remito a mi
entrada de ayer (link). Mi animadversión con los gestores de la sierra de
Guadarrama, eso que llaman el PN y Parque Regional de
Resumiendo,
a instancia de un grupo ecologista el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anula
a partir de ahora la celebración de estas pruebas; de lo cual me alegro.
Reitero aquí las razones y mi respuesta a los comentarios de José Luis y Pedro
sobre el asunto:
Hay varios asuntos que aparecen en vuestra argumentación.
Voy por partes.
Sobre la conveniencia o no de celebrar carreras
multitudinarias en Guadarrama: Con o sin ecologistas por medio, esos
fundamentalistas que a mí tampoco me gustan, entiendo que ese tipo de eventos,
las carreras multitudinarias, no deben darse en la montaña. A ello me referí en
algún lejano texto mío, que sería incapaz de encontrar, y que escribí a raíz,
creo, de la última carrera organizada por Peñalara. En aquel texto me dirigía a
los responsables de Peñalara para que reconsideraran la conveniencia de dejar
de convocar tales actividades. Allí hablaba algo poéticamente de
Otro asunto. El que Peñalara proceda, haya procedido, de
manera inadecuada, según mi parecer, no va en absoluto en desdoro de su buen
ganado prestigio en el ámbito de las actividades de montaña a lo largo de
tantos años. Entiendo simplemente que se equivocan en este caso concreto al
convocar actividades deportivas multitudinarias en Guadarrama, porque de un
modo u otro perturban el entorno y contraviene ese clima necesario de paz y
silencio que todos buscamos cuando nos arrullamos al calor de
Sobre los vivacs. Pedro se refiere al esfuerzo que ha
hecho Peñalara para hacer posible el vivac en nuestra sierra a partir de
Le comentaba también que después de más de medio siglo de
relación amorosa con la montaña, ahora mi vida encarrilada ya hacia el final, tenía
que comprender que me pase por el forro cualquier tipo de prohibición
relacionado con esa relación que mantenemos yo y la montaña. Algo así como si
el Sistema quisiera meter las narices en la intimidad de mi relación amorosa, sí
;-). La vida y los años terminan por enseñarte que la hipocresía y el dislate
impregnan con excesiva frecuencia las instituciones, por lo que es necesario
hacer un ejercicio de racionalidad, un respetuoso ejercicio de racionalidad,
para sopesar lo que uno puede o no hacer en relación con cualquier tipo de
normativa, asumiendo, por supuesto, la responsabilidad que se pueda derivar de
ello.
No voy a referirme a las obviedades que se derivan de un
planteamiento en el que cada uno hiciera lo que le da la gana, que sería harina
de otro costal, que es claro que media humanidad deseosa de ver
Es cuanto
menos preocupante que se tenga que llegar a los tribunales para mediar entre el
derecho al libre y tradicional disfrute de la montaña, escribía José Luis, al
que no le gusta este tipo de ecologistas de nueva corte que más pueden parecen
fanáticos de procedencia islámica que otra cosa. Bueno, digo yo, como decía el
estadista chino, lo importante no es el color del gato sino si caza o no caza
ratones. Ahora necesitamos otro gato que devuelva la cordura a su sitio y enseñe
a los gestores de todo tipo a respetarnos.
La suave ironía de parte de mi
texto es tan solo un guiño ante aquellos que de sobra saben qué se cuece en
tanto despacho enmoquetado.
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