lunes, 20 de diciembre de 2021

Hojas

 





El Chorrillo, 21 de diciembre de 2021

 

Esta mañana arrastré durante un buen rato mis pies entre las hojas de la parcela. ¿Cuándo vas a recoger las hojas?, me había dicho Victoria días atrás. La rampa completamente cubierta por ellas, montones por todos los rincones de la parcela. Siempre espero hasta Navidad, pero en esta ocasión la verdad es que no lo tenía claro. ¿Por qué quitar las hojas con lo bonita que queda la rampa, los pies del arce, toda la parcela sembrada por el vistoso ocre otoñal?

Y la primera imagen que me viene es esa manía que inaugura el otoño cuando todos los servicios municipales se aprestan como aficionados recolectores de setas a recoger cada hoja que se encuentran por la calle. ¿Es que los responsables del municipio no se han parado a pensar en la belleza que aportan esas pinceladas de ocres sobre el suelo de la ciudad? Total, que empleamos un montón de energía para poner distancia entre la naturaleza y nosotros sin que apenas nos dé tiempo a experimentar el revuelo que ésta arma antes de la llegada del frío. Sensaciones: la variedad multicolor de los ocres, el liviano crujir de las hojas mientras paseamos por los jardines o las calles de la ciudad, el candor con que los bosques nos hacen un guiño, ese alborozo cuando las hojas como planeadores ociosos se mecen entre las manos del viento.

¿Por qué coño esa manía de barrer cada día las hojas? ¿Tenemos miedo a que la naturaleza invada la urbanita superficie donde los sapiens estamos tan ocupados al punto de no saber disfrutar de ese regalo que las estaciones traen tras el verano? El otro día me encontré a un vecino vareando los árboles de su parcela, ni olivos, ni almendros. Paco, le pregunté todo extrañado, ¿qué estás haciendo? Nada, me contestó, tirando las hojas. No sé si es que no le gustaban las hojas de sus árboles o si es que tenía prisa por que llegara el invierno.

Antes de empezar con estas líneas me di una vuelta por la parcela donde las hojas se amontonan sin que nadie las retire. Me encantaba su crujido bajo mis pies. Este otoño no he visitado los hayedos del norte  y de verdad que lo echo de menos, esos senderos que cubiertos con el elegante tapiz de los hayucos, de las ferruginosas hojas de los robles, del manto variopinto de las hojas de las hayas cubriendo el suelo como quien tiende una graciosa alfombra al caminante, parecen estar esperando la caricia de nuestras pisadas, de nuestros ojos ávidos de belleza.

Siempre me hago la misma pregunta cuando en el otoño me aplico a recorrer los bosques, cuando a mis pies, frente a mí, a cada metro del sendero me encuentro la multiplicidad de los cuadros que la Naturaleza pinta para nosotros, ¿cómo es posible que tanta belleza quede desatendida, cómo es posible que ese milagro que es el otoño de los bosques pase tan inadvertido a tanta gente? Cada metro cuadrado, cada curva del camino se convierte entonces en la expresión de la belleza más pura. Y si sucede que tu paseo está envuelto por el terciopelo de la niebla o acaso el rocío ha descendido sobre el bosque a besar hojas y arbustos, entonces será fácil que de cada hoja cuelguen pequeñas perlas en donde el mundo al revés se recoge en intimidad.

En mi repertorio de fotografías debe de haber cientos de imágenes de suelos otoñales de medio mundo. Uno cuando viaja tiene sus preferencias, que en muchos momentos apenas tienen que ver con los gustos de los turistas o viajeros al uso. En la ocasión en que emprendimos un viaje de un año, por ejemplo, recuerdo que nuestra agenda durante los meses de otoño estuvo circunscrita a explotar al máximo el calendario otoñal por donde transcurría nuestro viaje, las montañas del Kirguistán, el lujoso boscaje de los alrededores de Almaty, en Kazagistán, el tostado paisaje de los alrededores de Urumqui, en la China Occidental, o la preciosidad de los humanizados bosques del Japón con su abigarrado colorido entre el intenso rojo burdeos del arce palmatum, tan espectacular, y el pálido amarillo de los ailantus. ¿Museos? Sí, alguno visitamos, pero acaso desde el punto de vista estético no hubo en el viaje algo tan hermoso como el manto de hojas de los bosques y jardines que recorrimos.

Creo que este año las hojas van a seguir cubriendo nuestra parcela hasta bien entrado el invierno.



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