viernes, 22 de enero de 2021

La degradación de la escuela

 

Mis alumnos en la antigua unitaria de Gedrez (Asturias) en traje de faena dispuestos a adecentar, pintar y hacer digna una escuela totalmente abandonada por la desidia de la Administración. Aquello por entonces lo llamábamos escuela activa. 


El Chorrillo, 23 de enero de 2021

 

Recibo esta mañana un guasap del amigo David de Esteban, maestro de vocación, que vuelve a levantar las heridas que siempre suscita en mí la degradación que sufre la escuela en nuestro país desde hace algunas décadas. El artículo lleva el título de Réquiem por los maestros  y hace un recorrido por esos dos caminos divergentes que son la escuela que podía hacerse hace años, que aunque no la practicaran todos los enseñantes permitía a muchos tener claro que las tareas de la escuela no debían circunscribirse a las cuatro paredes del aula, que la escuela debía enseñar a pensar, a saber leer con propiedad, a ser creativos, que la escuela debía fomentar el esfuerzo individual; y en el otro la tendencia de la escuela actual centrada en una alta burocratización por parte de la Administración a la que no parece interesar el desarrollo del pensamiento ni la creatividad ni el desarrollo de la autonomía de los alumnos, a lo que se suma una generación de padres, de papis y mamis bien comidos aquejados de un proteccionismo imperdonable y para los cuales sus hijos son una preciosa joya que tener metida dentro de una urna de cristal para que no se constipen o cojan frío. Niños que no pueden salir al patio a jugar con la nieve porque se enfrían, niños que si tienen problemas los culpables no son ni los padres ni sus hijos, sino los maestros que los atienden, que no comprenden suficientemente bien a sus hijitos del alma.

En nuestra familia cercana de doce hay tres maestros, esa palabra tan bonita, y frecuentemente, el tema salta en nuestras conversaciones. Estamos de acuerdo en muchas cosas pero también disentimos. Frecuentemente les comento cómo observo que poco a poco, tal un sauce inclinado por el fuerte viento, tantos profesionales de la enseñanza que eran netamente progresistas y críticos se van doblegando al Sistema al punto de asimilar una pedagogía que treinta, cuarenta años atrás era impensable porque entonces no vivíamos en una sociedad de mantequilla y era posible hacer una escuela acorde con las necesidades de autonomía y del saber de los niños. Cierto que el giro que está tomando la sociedad y la Administración no depende de los maestros, pero cuando observo que tengo que emplear mucha energía para hacer valer, por ejemplo, la pedagogía del esfuerzo, cuando observo que niños de Primaria están abocados a ser repetidores de esquemas, que apenas escriben y expresan sus ideas, un conducto que nosotros utilizábamos como herramienta de choque para enseñar a los alumnos a dar valor a su mundo a través de una correcta sintaxis; cuando observo esta resistencia a admitir la prioridad de estos valores educativos, entiendo que difícilmente la escuela va a levantar cabeza en el futuro. Una escuela a la que falta una educación en la responsabilidad, en el esfuerzo, la conciencia de que los niños ni son tan imbéciles ni tan blanditos como para que haya que tratarlos con algodones, está condenada a seguir dócilmente los mandatos del mercado social en que vivimos, que no parecen otros que ese que se sigue en otros mercados, la adulación al consumidor y el ceñirse a los valores en boga, y que condenan a la sociedad a vivir en un mundo donde unos pocos, los propietarios de la megafonía universal, van a seguir dirigiendo este enorme y obediente rebaño que constituimos los habitantes de este planeta. Claro que no todos, faltaría más, pero sí un buen número, el suficiente para que su influencia en la educación de las nuevas generaciones lleve a éstas tras los flautistas de siempre.

El Sistema poco a poco nos va engullendo. El Sistema, ese monstruo que intuimos a través de las portadas de los periódicos representado en las gilipolleces de algunos políticos, en los grandes detentadores del poder, en los hábitos de consumo, en una sociedad paternalista y poco dada al análisis de la realidad porque está subsumida por el eco de los medios, tiene una enorme capacidad para fagocitar todo lo que de bueno nace en su seno y en su lugar aplastarlo con disolutas basuras de partido o consumo.

A pocos interesa una sociedad justa en donde el objetivo esencial sea la educación y felicidad de la mayoría, porque eso sería una merma para el negocio o una disminución en el porcentaje de los votos. De ahí la traca en que vivimos: no enseñéis a pensar a vuestros alumnos que eso es peligroso para el Sistema; no les habituéis al esfuerzo, porque eso crea personas fuertes y autónomas, otra cualidad indefectiblemente peligrosa para el Sistema y todos aquellos que se nutren de él como sanguijuelas; no les enseñéis a asomarse a la Historia de una manera crítica, que entonces se enterarán de que los Borbones no fueron más que una panda de aprovechados e inútiles a lo largo de todas sus generaciones; no saquéis a vuestros alumnos a los bosques, al campo porque eso dispersa la concentración que deben tener en asimilar que Felipe II el albañil fue quien construyó El Escorial y Franco el que nos liberó del comunismo y del contubernio judeo masónico. Puaf…

Me cansé. Me voy a leer un rato, que sospecho que como me descuide este asunto va a hacer que la indignación me dispare la tensión una vez más.

 


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