martes, 14 de noviembre de 2017

La Naturaleza, escultora y pintora de excepción



Mirador de Toxoso, Lugo, 14 de noviembre de 2017

En vistas del mal tiempo en el norte, por la noche habíamos decidido dirigirnos al sur hacia de la sierra de Caurel, en Lugo, pero amaneció bonito y cambiamos de opinión. El sol entraba por la ventana de nuestra choza ambulante ya temprano, así que decidimos dar una vuelta por la playa cercana. Hacía frío y ventoso, pero era agradable caminar enfundado en el anorak. 

Está mañana tengo un conflicto con algunas definiciones, concretamente con la palabra “arte”. Me lo sugirió un minucioso recorrido por la playa de Peizás. Quizás el punto de fricción de ese conflicto esté en diferenciar por una parte entre lo que es bello y lo que siendo bello podemos llamar artístico y por otra en conocer si el objeto o la cosa de la que hablamos es manifestación de la actividad humana o se debe a otra clase de actividad. La definición de la RAE de “arte” adolece en la definición del atributo se belleza; a la RAE la belleza le trae al pairo. La del Google, más precisa que la de la RAE, sí recoge este atributo pero persiste en el hecho de que el arte es una manifestación propia de la actividad humana exclusivamente. 

Cuando la acción de la Naturaleza, el viento, el agua el oleaje, produce objetos bellos que tienen mucho parecido con lo que nosotros llamamos obras de arte, debería asignársele una categoría conceptual especial. Cuando esta mañana, cargado con mi cámara recorría las texturas, los colores, las formas que que el tiempo ha ido esculpiendo, pintando en las rocas con sus gamas de colores cálidos, me aproximaba a ellas con el zoom encuadrando pequeñas secciones de su piel, tenía la impresión de estar recorriendo las salas de un prolijo e importante museo donde las obras de arte que se exhibían satisfacían un exigente gusto artístico. El placer derivado de su contemplación, que preludiaba el otro placer postergado de retocar, recortar y recomponer algunas tomas a la tarde, cuando llegara la hora de revisar mis fotos y seleccionarlas, era muy similar a aquel otro que me produce cuando en los museos visito los cuadros de mis pintores favoritos 

Recordaba como ejemplo comparativo una escultura de Paco Sainz, que Paco y Teresa tienen en su casa de Hoyos del Espino, el tronco de una sabina que el artista, sustituyendo al viento y a la lluvia, ha convertido a golpe de gubia y formón en una obra de arte. La diferencia de origen que hay entre el trabajo anónimo y aleatorio de la Naturaleza y el de escultor Paco Sainz obviamente es determinante, sin embargo, puesto delante de tantos cantos rodados esta mañana, donde ferrosas manchas, variables gamas de amarillos, ocres, variantes de color tabaco, o grises que oscilaban entre el perla y el color que deja el rescoldo de la chimenea de mi cabaña, y elegantes formas hechas esta vez a golpe de ráfagas de viento y del empuje de las olas; puesto delante de este mundo de rocas, decía, mi placer no distinguía entre el fruto del trabajo humano y el de la Naturaleza. 


Escultura de Paco Sainz


Si yo no dijera la procedencia de alguna de estas fotografías que tomé esta mañana o simplemente  mintiera y manifestara que son tomas de cuadros de determinados artistas, lo cual sería totalmente verosímil, alguna de esas fotografías bien las podríamos adjudicar a cuadros de pintores como Zobel, Kandinsky o Tapies. Probablemente al espectador le traería sin cuidado su procedencia siempre que esté viendo sea el objeto de su placer. A efectos prácticos, que el trabajo sea de un escultor, las olas o el siroco que azota las desnudas montañas del Hoggar en el desierto argelino, sería de por si indiferente. La sencillez y belleza de las formas que la Naturaleza deja en las rocas de las playas o en lo rizos de la arena de las dunas del desierto deberían ser un objeto de contemplación y placer comparable al que se recrea en los cuadros de sus pintores preferidos. 



Montañas del Hoggar

Un post como el de hoy merecería contemplarse, más que leerse. En las imágenes, quiero decir, que creo sí que recogen una parte significativa de esa belleza que esta mañana andaba dispersa por ese mundo de las pequeñas cosas que esperan a nuestro alrededor una mirada que las descubra para su contemplación y gozo. 


¿Qué necesidad de ir al Metropolitan de New York, al museo abstracto de la Cuenca si aquí, a la vuelta de la esquina en una playa gallega tienes el mejor muestrario de arte abstracto y del mundo?  La piel de la rocas expuesta al sol y al agua de las mareas aparecía como el mejor lienzo posible para las manos de ese mar que hoy despertó frío pero con el sol iluminando los rizos blancos de sus olas. 

Vamos, que nos íbamos del mar pero que no nos vamos. A la hora de la comida llegamos a Vivero y entonces recordé que hace años caminé todas las Rías Gallegas y entonces me dediqué a buscar lo que escribiera entonces, una caminata que comenzó en Vigo y que concluyó precisamente Vivero. Lo encontré aquí (Galicia 2008 y Galicia 2009). Descubrí que por aquella época muchos de mi post estaban en verso; probablemente los último coletazos del naufragio de aquellos tiempos. ¡Ah, los males del corazón! 

Volver, retornar, volver a vivirse. Autofagia para un final de otoño. A tiro de piedra de la última etapa de aquella caminata, que comenzaba en O Porto de Espasante y cuyo post venía encabezado por dos versos de Machado, 

“Estos días azules
y este sol de la infancia”

que son lo que escribiera Machado antes de morir, me siento inclinado, como el poeta, a buscar el calor de otro tiempo en esta fría tarde en que el sol está a punto de esconderse entre los eucaliptos. 




























2 comentarios:

  1. La fotografías también son un arte y las tuyas parecen pequeños cuadros efímeros.

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  2. Efímeros... como todo.
    "Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
    cantando.
    Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
    y con su pozo blanco.

    Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
    y tocarán, como esta tarde están tocando,
    las campanas del campanario." :-)

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