sábado, 25 de octubre de 2025

Unas notas sobre Lemniscata (∞)

 


26/10/25

La llegada esta tarde de un guasap del amigo Paco, un vídeo, trae a mi memoria diversos asuntos. El vídeo, que podéis ver más abajo, una puerta que se abre a un jardín y la cámara recorriendo un sendero enlosado, un perro que ladra a lo lejos y leve, pero audible, la respiración forzada de alguien próximo, que inspira cierta suerte de inquietud y que acaso ha entrado en escena sin que el sujeto que filma sea consciente de ello. Detengo por un momento la grabación mientras la cámara se acerca al objeto razón de ser del vídeo, una  escultura, Lemniscata. Sí, el hilo de una respiración confundida acaso con el sonido del agua de un regato o de una fuente produce cierto grado de inquietud. Vuelvo a activar el vídeo. Lentamente a lo lejos aparece iluminada girando sobre sí misma Lemniscata; en su interior el infinito recrea a su vez, como en una sucesión de espejos enfrentados, la sugerencia de otros mundos.



No es difícil que contemplando la escena, esa puerta que se abre pausadamente a un jardín para llevarnos a un misterioso rincón nocturno, recordar el relato de H. G. Wells La puerta en el muro. En él se narra la historia de un hombre que desde niño vive obsesionado con el recuerdo de una puerta verde en un muro blanco. Siendo niño perdido en Londres, había accedido a un jardín maravilloso, lleno de luz y calma, un lugar que parecía fuera del tiempo. Fue sólo una vez. Después durante toda su vida  volvió a ver aquella puerta en distintos momentos, pero nunca volvió a entrar, el miedo se lo impedía. Una alegoría del anhelo de lo perdido, de la infancia como paraíso inaccesible y de cómo la vida práctica nos separa de ese jardín interior donde alguna vez fuimos plenamente dichosos. He recordado esta historia muchas veces; el olvido se llevó consigo una parte importante de nuestros recuerdos, sin embargo, tras ese velo existe el anhelo de volver a encontrar la puerta que nos lleve a alguno de esos lugares preciosos que visitamos o vivimos de niños.

La puerta del jardín de Paco es una puerta abocada a llevarnos al escenario de una de sus creaciones que, creo, más estima entre sus trabajos. Ignoro qué representa para él la lemniscata del infinito (∞), esa curva en forma de ocho tumbado, acaso la idea del eterno retorno, el pensamiento de que la existencia no tiene principio ni fin, el ciclo de la vida y la muerte del que todos formamos parte en una infinita concatenación en que la muerte sirve a la vida que se transforma a su vez en muerte, etcétera. El ocho tumbado, dos bucles que se equilibran, podría sugerir la unidad de los contrarios, día y noche, materia y espíritu, lleno y vacío. El equilibrio de los opuestos, el yin y el yang, ya que ambos representan la unidad dinámica de los contrarios. Luego está el movimiento de Lemniscata que lo que hace quizás es reproducir precisamente ese bucle que simboliza el infinito.

De todos modos, y al margen de los significados que puedan recaer sobre la escultura por parte del espectador, e intentando desconocer el título de la obra, ya que su título condiciona o induce lo que podamos pensar de ella, es relevante el hecho artístico que nos habla de la belleza neta y de la pureza de las formas mediante el lenguaje universal de la geometría.

Una sensación adicional, puesta ahí la escultura en “un rincón de la noche” y desposeída de posibles significados culturales, podría decirse que lo que transmite es serenidad.

 


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