El Chorrillo, 19 de mayo de 2025
El tiempo está como una cabra. Hace un momento lucía el
sol. Me estaba cambiando de calzado para trabajar en la parcela y del golpe ya
está el diluvio aquí. Así que bienvenido sea, que esta mañana ya un pajarito
anidó en mi cabeza una idea y cuanto antes me la quite de encima, mejor.
Charlabamos días atrás Paco y yo sobre las
transformaciones que sufren tantas personas cuando partiendo de una situación
corriente, e incluso humilde, éstas, una vez en el poder, se transforman radicalmente en seres lunáticos, ansiosos de poder,
ególatras, sanguinarios e incluso asesinos. Comentaba Paco el miedo que tenía a
que esto le hubiera podido suceder si en algún momento hubiera accedido a un
cargo relevante en la política. “Me da miedo pensar que soy de otra forma que
pienso que soy”, me decía, respondiendo a unas palabras de Pepe Mujica que yo
le había mandado, “El poder no cambia a las personas, sólo revela quienes son”.
Metido estos día en mi blog en el laberinto del yo donde no es fácil encontrar
el núcleo de lo que realmente es eso que llamamos yo, este comentario de Paco venía a poner un destello de inquietud en mi ánimo pensando en la posibilidad
de que nuestro yo, ese que creemos que somos, pueda, bajo determinadas
circunstancias, convertirse en un esperpento de lo que creemos ser.
Pienso en este momento en Daniel Ortega que, emergiendo como
figura clave en
¿Somos lo que creemos ser o en
potencia somos “algo” a la entera disposición de las circunstancias, de
pasiones desconocidas, un “algo” que dentro de sí puede albergar a un criminal,
a un ególatra, a un codicioso sin conciencia, un “algo” en definitiva sin unas
sólidas raíces al que los vientos de la política o de una favorable economía
puede transformar en un yo en manos de pasiones incontrolables?
Esta mañana en El País Diego S.
Garrocho escribía un artículo titulado La
edad definitiva. Me interesó el título y lo abrí. Lo primero que percibí
era que el autor era bastante más joven que yo, lo que me puso sobre aviso de
la posible competencia que pudiera tener para hablar de estas cosas. Pero
bueno, lo leí. Para el autor la edad definitiva sería ese momento que mejor nos
representa. Para algunos, será la infancia; para otros, un instante de la vejez
o de la vida adulta. Se trata de un momento que casi podría servir para poder
explicarlo todo. “Hay un momento en que nuestra existencia se expresa de forma
completa”. Es la edad definitiva, escribe.
No estoy de acuerdo con el autor, pero
su idea sí apunta a encontrar en nuestra vida lo que realmente constituye la
médula de lo que consideramos nuestro ser. Esos instantes que pensamos síntesis
de nuestro existir como personas, van desarrollando con el tiempo, si obramos
en consecuencia, las raíces sólidas con que nuestra conciencia va creciendo en
la tierra fértil de la vida. Si las raíces no son sólidas, el temor del que
hablaba Paco de pensar que es de otra manera que piensa que es, creo que se
desvanece. Raíces sólidas, las que alimentamos y fertilizamos a lo largo de una
existencia dedicada a nuestra persona (somos nosotros mismos el objeto esencial
de nuestro trabajo y esfuerzo a lo largo de la vida). Si las raíces son
endebles y nuestra conciencia una veleta sometida a las fluctuaciones del
viento, de las bajas pasiones, lo más probable es que éstas, las más bajas y
execrables, se hagan dueñas de nuestra vida. No seremos nosotros ya los que conduzcamos
la vida por donde queramos, sino que serán las pasiones las dueñas de nuestra persona.
La exposición al peligro de las
pasiones elementales es lo que nos puede convertir en miserables acumuladores
de dinero, de poder, todo ese mundo de miseria que recorre el mundo. Asomémonos
a las portadas de los periódicos… de eso es de lo que hablamos, de la miseria
que generan personas sin raíces sometidas a las pasiones del momento. Las
sólidas raíces que la vida de Pepe Mujica alimentó a lo largo de su vida, son la
garantía de una resistencia formidable imposible de ser doblegada con los falaces
engaños de la posesión o el poder.
Lo dicho, el tiempo está como una
cabra. En el transcurso de la escritura ha diluviado, ha despejado y ahora luce
de nuevo un sol primavera sobre la tierra de El Chorrillo.
Janus, el dios dela doble cara.
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