El
Chorrillo, 1 de febrero de 2025
El amigo T me fustiga :-) por ese arrebato mío, dice, de abandonar Cara de Libro por Cielo Azul, y no sólo eso, que pretende abrir una vía en los dominios del Perdiguero en honor a ese arrebato mío, honor el mío que sería sin ninguna duda, con el nombre de Por la boca muere el pez.
No
sé si será galgo o podenco lo que se avecina allá en la lejanía de las redes
pero lo que es seguro es que de momento por Cielo Azul no aparece ni Dios, un
puñado de amigos que han abierto cuenta pero en donde el silencio es el señor
del lugar. Vamos, que pese a mis nulas simpatías por el tal Mark Zuckerberg y
su Cara de Libro, y mucho menos simpatía por el aspirante a nazi, el otro tal
Elon Musk, parece que el personal tiene pinta de no despegarse de la influencia
de Cara de Libro; que la costumbre manda y los principios hay que dejarlos en
cuarentena, es lo resuena en ambiente, me dice mi instinto, o simplemente
bueno, qué más da, pues eso. A fin de cuentas al mundo no le van quedando otras
opciones que elegir esto, aquello o más de lo mismo, porque es lo que hay, o te
apuntas a ChatGTP o al DeepSeek, al Cara de Libro o al Cielo Azul, a
¿Será cierto eso de que por la boca muere el pez?, me digo esta mañana, porque los mismo la estoy cagando con tanta diarrea escritoril casi a diario, y es que, advertido de cierta tendencia mía incontrolable, días atrás en algún momento coloqué en el salvapantallas de mi ordenador sobre una imagen de mi silueta al atardecer sobre la sierra de Gredos la palabra “Silencio” para que cuando encendiera el PC éste me advirtiera sobre los peligros que podría acarrearme una facundia en ciernes; pero ni por esas. Una decisión que apenas, es verdad, ha tenido repercusión sobre mi arraigada disposición a escribir, que ya empecé a recopilar el material para un nuevo libro que recoja mis posts de este blog del pasado año y no caben en un solo volumen, que aquello parece tan largo como lo que ocupa Guerra y paz o En busca del tiempo perdido. Así que de acuerdo con aquello de por la boca muere el pez, sin embargo, y sin llegar del todo a muerto tengo que reconocer que ir dejando tras de uno las cagaditas de la escritura tiene sus compensaciones, no de inmediato, sino más adelante cuando uno ya mayor mayor que no pueda subir a dormir a las cumbres o hacer largas caminatas, será el tiempo de ir en busca del tiempo perdido en que empleé tantas y tantas horas del maravilloso tiempo de la jubilación. No será, claro, el caso de Proust o de Tolstoi, que esas excelsas escrituras son otra cosa, pero seguro que sí serán la vuelta a la lectura un buen modo de recrear el propio curso de las ideas y las experiencias frente al fuego de la chimenea del invierno.
Y
suena el teléfono y es mi sobrina Beatriz que me recuerda que hoy estaban
invitadas a comer en nuestra casa ella, mi hermana y mi hermano. ¡Hosti! Y yo
con estos pelos, y todavía en la cama dándole el cachipirulo este del teléfono.
No, si lo que dice T, eso de que por la boca muere el pez, menos mal que
Victoria a la chita callando y, conociéndome, me ha relevado en la cocina y ya
está con el sofrito de la paella.
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