martes, 16 de abril de 2024

Cuando todavía se puede

Original de Julio Gosan 

Hoya de San Blas, 17 de abril de 2024

Mañana tenemos la cita anual con los amigos del Navi, sesenta años ya desde que el club nos abrió las puertas a nuestras primeras montañas, y dado que las caravanas mañaneras son imposibles, hemos decidido irnos esta noche a dormir por la Hoya de San Blas, a pocos minutos de la cita de mañana. Así que con todo preparado hago tiempo y no he encontrado mejor manera de hacerlo que repasando algunas páginas del Bhagavad-Gita que es un libro que hay que leer muy despacio y a pequeñas dosis varias veces a lo largo de la vida.

Total, que he abierto el libro donde lo dejé la última vez y lo primero que me encuentro es esto: “Y alcanzará la suprema paz aquel que recibe todos los deseos como el océano las aguas, que cada vez se llena más y sin embargo permanece inmóvil, no aquel a quien cualquier deseo perturba”. Me pareció un pensamiento hermoso. Hace un momento había recibido un mensaje de Toti animándome con ese mi recién recomenzado interés por la escalada que hasta a mí me está sorprendiendo y que ni soñando hubiera pensado que estas cosas pudieran suceder a la edad que uno va teniendo.

El caso es que sí, los deseos vienen a mí de una manera muy diferente a cuando era joven. No existen ya esas fiebres de juventud cuando se te imponía ese ferviente deseo de escalar, de pensar durante toda la semana qué harías, qué vías, que itinerario seguirías el siguiente fin de semana, Galayos, Gredos, Pedriza. Ahora los deseos vienen como brisa de verano agitando las ramas de los árboles, mis neuronas, mis ganas de hacer esto o lo otro. Hace un par de años mis deseos se fueron por los senderos de la pintura y el dibujo; pasé el invierno resucitando esa vieja afición veinteañera y disfrutando horas y horas pintando, dibujando, enmarcando, llenando las paredes de mi casa con montañas, bodegones y algún que otro retrato. Aquello pasó a mejor vida, pero fue una cálida brisa que acaso me vino de la afición a las artes pictóricas de los amigos  Paco y Antonio Montes. Vino a mí como al océano llegan las aguas de los ríos.

En el caso de la escalada está sucediendo algo parecido, un deseo tranquilo suscitado por amigos de mi edad que siguen en la brecha escalando riscos, hielos y respetables paredes que yo en los años jóvenes nunca hubiera intentando subir. Descubrir que un septuagenario camino de los ochenta puede resucitar esta vieja pasión nacida sesenta años atrás en los riscos pedriceros es un regalo que debo a personas concretas como Toti, José Manuel Vinches, Carlos Soria y algún otro que entre conversación y conversación, en una comida de amigos, algún intercambio de comentarios en las redes, han ido inspirando en mí esta clase de idea  que te hace pensar que todavía se puede. Y la verdad es que cuando esta idea llega a ti primero como una sugerencia lejana, después como una brisa y más tarde se te cuela en el alma como una posibilidad estás de buena nueva, estás engendrando un nuevo ser dentro de ti. Si a ello unes que te llega un guasap de un amigo que te anima, que te muestra el camino, que te dice que si mañana mismo te vienes a escalar a no sé donde, pues que terminas echando la casa por la ventana y ya mismo estás buscando una tienda para comprar unos pies de gato, un arnés, un ocho, un grigri y todo lo que haga falta para volver a los diecisiete. Días atrás el amigo Álvaro me decía que qué significaba eso de volver a los diecisiete. Cayó en la cuenta cuando le mandé el link de YouTube del tema de Violeta Parra.

Empecé este texto en casa y continuándolo estoy en la Hoya de San Blas, a oscuras, en la chozacar, con mi chica al lado que escucha un programa titulado Mil mundos, que habla de músicas de alrededor del los cinco continentes .

Volviendo a la idea del Bhagavad-Gita… Las culturas orientales son en ocasiones muy severas con los deseos, tanto como para que el budismo enseñe que de ellos provienen todos los males que sufrimos. A mí me parece que en eso yerran de parte a parte; vivir sin deseos se me parece un vivir sin vivir. Otra cosa es que los deseos le perturben a uno, como se decía en el Bhagavad-Gita. De ahí las bondades de la edad madura, que sin perder la curiosidad ni el fuego de las pasiones hace posible que los deseos vengan a ti con la calma y la lentitud en que los grandes ríos vienen a besar las aguas de los mares y océanos.

En fin, que es la una de la madrugada y mañana hay que estar a hora temprana en el lugar de la cita de los chicos y chicas del Navi, así que buenas noches.

 

 

 

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