viernes, 15 de enero de 2021

Lámeme el coño

 

Dos visitantes ante el cuadro de Courbet El origen del mundo


El Chorrillo, 15 de enero de 2021

 

Con tan grandes males que nos aquejan estos días, calles y pueblos bloqueados por la nieve o la tercera ola del Covid hinchando sus pulmones como dispuesta a tragarnos a todos, hablar de sexo oral y de sus excelencias puede parecer una frivolidad, eso sin pensar que para muchos escribir simplemente de estas cosas sea inconveniente o incluso inmoral.

En la película de ayer, La mujer del obispo (Henry Koster, 1947), David Niven, que hace de obispo y se le aparece un ángel, Cary Grant, queda sorprendido por aquella presencia tal si el Arcángel San Gabriel se le estuviera apareciendo a la Virgen en el cuadro de Fra Angelico. Aquél le pregunta a éste si es que viene de otro planeta y el ángel le contesta: “Todos venimos de nuestro propio planeta, eso es lo que hace la vida interesante”. Acertadísima proposición que nos debería advertir no sólo de que cada uno somos un planeta, siete mil millones de planetas en la Tierra en total, sino también, y ello es lo mejor, que por añadidura precisamente esto es lo que hace la vida interesante. En la cultura japonesa, en un punto situado levemente por debajo del ombligo se sitúa la gran reserva de energía vital del organismo. A dicho punto lo denominan tan tien o dan tian, que literalmente significa “campo de cinabrio”, el mineral del que se obtiene el mercurio, que a su vez se emplea en la elaboración alquímica del elixir de la inmortalidad. Si trasladáramos estas ideas a nuestra cultura lo único que cambiaría sería la ubicación de dicho punto, que indudablemente se situaría en lo que Courbet denominó en su lienzo El origen del mundo o que la cultura hindú centraría en el lingam y yoni, es decir unos centímetros más abajo del tan tien.

En una de sus novelas, Houellebecq, tantas veces merodeador en cuestiones del sexo, uno de los personajes femeninos urge a un amigo con una demanda: “¡Lámeme el coño!, por favor”. La Tierra dejó de ser plana en los tiempos de Galileo, pero aún así, todavía en los tiempos que vivimos, en que hablar del sexo sigue siendo tabú en una gran parte del mundo, pareciera que si camináramos tierra o mar adentro más allá de las Columnas de Hércules muchas jornadas hasta el final del mundo, llegaría un momento en que caeríamos en el vacío de la nada. Así parece hoy todavía donde para la RAE follar es soplar con el fuelle o soltar una ventosidad sin ruido. Es decir, la tierra sigue siendo plana y follar no existe. Bonita perspectiva del planeta en que habitamos…

La afirmación del ángel de la película de que el hecho de que la vida sea interesante debido a que cada uno provengamos de planetas diferentes, da pie para hacer caso omiso de los que todavía piensan que la Tierra es plana o que Dios creó al hombre de un amasijo de barro que encontró tras la lluvia a su paso, y seguir en consecuencia explorando todos esos planetas que nos rodean, en la vida cotidiana, en el cercanías, en el metro, o en cualquier país del mundo donde viajamos.

No sé si existe placer mayor para el viajero que emprende un largo recorrido alrededor del mundo que encontrarse con los otros planetas, miradas, movimientos, vestimenta, costumbres, dichos, lenguajes diferentes, modos diversos de interpretar la realidad o sus dioses, cuerpos, cuerpos de hombre, cuerpos de mujer, piernas bonitas, caras de porcelana, mentones masculinos como esculpidos con un hacha, rostros de ancianos donde los años han forjado un deje de noble porte, niños, tantos, tan diversos, tan apasionadamente emotivos, tan tímidos otros. Viajar por la calle es un deporte que nos acerca a otros planetas y nos ayuda a comprenderlos y acaso a amarlos. Esa joven han que viajaba frente a ti en un largo viaje nocturno en un tren de alta velocidad que se dirigía a Suzhou, primero neta belleza de porcelana durante largas horas, después objeto de deseo en la quietud de la noche a la que imaginaste lamiendo su oscuro sexo de virgen de un imperio donde estaba proscrita la mojigatería. Aquella chola de ojos risueños con quien cruzaste un par de miradas mientras el bus cruzaba el desierto de Atacama. Pocos lo dicen pero viajar es coleccionar estampitas, miradas, guiños, cuerpos, una sonrisa espontánea, un deseo no expresado.

Conocer, experimentar, dejar fluir las sensaciones por el organismo sin cortapisas, libremente. Escuchar al cuerpo y al cuerpo de los planetas que te rodean,

Me gusta mi cuerpo cuando está con tu cuerpo
me gusta tu cuerpo. me gusta lo que hace,
me gustan sus cómo.
Me gusta besar tu esto y tu eso,
me gusta acariciar con lentitud el chocante vello
de tu piel eléctrica, y lo que sea que sale
de la carne abierta...
(E.E. Cummings)

El coño, tu esto y tu eso, allá donde se dirigen los sueños de los sapiens, la fuente del conocimiento universal donde la naturaleza situó el origen de la vida. Conocer otros planetas, viajar por ellos, surcarlos, amarlos, depositar un largo beso en la húmeda oquedad de su abertura.




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