Dos visitantes ante el cuadro de Courbet El origen del mundo |
El Chorrillo, 15 de enero de 2021
Con tan grandes males que nos aquejan estos días, calles y
pueblos bloqueados por la nieve o la tercera ola del Covid hinchando sus
pulmones como dispuesta a tragarnos a todos, hablar de sexo oral y de sus excelencias
puede parecer una frivolidad, eso sin pensar que para muchos escribir
simplemente de estas cosas sea inconveniente o incluso inmoral.
En la película de ayer, La mujer del obispo (Henry Koster, 1947), David Niven, que hace de
obispo y se le aparece un ángel, Cary Grant, queda sorprendido por aquella
presencia tal si el Arcángel San Gabriel se le estuviera apareciendo a
En una de sus novelas, Houellebecq, tantas veces merodeador
en cuestiones del sexo, uno de los personajes femeninos urge a un amigo con una
demanda: “¡Lámeme el coño!, por favor”.
La afirmación del ángel de la película de que el hecho de
que la vida sea interesante debido a que cada uno provengamos de planetas
diferentes, da pie para hacer caso omiso de los que todavía piensan que
No sé si existe placer mayor para el viajero que emprende
un largo recorrido alrededor del mundo que encontrarse con los otros planetas,
miradas, movimientos, vestimenta, costumbres, dichos, lenguajes diferentes,
modos diversos de interpretar la realidad o sus dioses, cuerpos, cuerpos de
hombre, cuerpos de mujer, piernas bonitas, caras de porcelana, mentones
masculinos como esculpidos con un hacha, rostros de ancianos donde los años han
forjado un deje de noble porte, niños, tantos, tan diversos, tan
apasionadamente emotivos, tan tímidos otros. Viajar por la calle es un deporte que
nos acerca a otros planetas y nos ayuda a comprenderlos y acaso a amarlos. Esa
joven han que viajaba frente a ti en
un largo viaje nocturno en un tren de alta velocidad que se dirigía a Suzhou,
primero neta belleza de porcelana durante largas horas, después objeto de deseo
en la quietud de la noche a la que imaginaste lamiendo su oscuro sexo de virgen
de un imperio donde estaba proscrita la mojigatería. Aquella chola de ojos
risueños con quien cruzaste un par de miradas mientras el bus cruzaba el desierto
de Atacama. Pocos lo dicen pero viajar es coleccionar estampitas, miradas,
guiños, cuerpos, una sonrisa espontánea, un deseo no expresado.
Conocer, experimentar, dejar fluir las sensaciones por el
organismo sin cortapisas, libremente. Escuchar al cuerpo y al cuerpo de los
planetas que te rodean,
Me gusta mi cuerpo
cuando está con tu cuerpo
me gusta tu cuerpo. me gusta lo que hace,
me gustan sus cómo.
Me gusta besar tu esto y tu eso,
me gusta acariciar con lentitud el chocante vello
de tu piel eléctrica, y lo que sea que sale
de la carne abierta... (E.E. Cummings)
El coño, tu esto y
tu eso, allá donde se dirigen los sueños de los sapiens, la fuente del conocimiento
universal donde la naturaleza situó el origen de la vida. Conocer otros
planetas, viajar por ellos, surcarlos, amarlos, depositar un largo beso en la
húmeda oquedad de su abertura.
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