lunes, 15 de septiembre de 2025

18.500 niños palestinos asesinados reclaman su lugar en nuestra conciencia


 

El Chorrillo, 15 de septiembre de 2025

Estos días ando ocupado en releer aquí y allá escritos de hace una década, el relato de mi travesía de Alpes de 2014, cosas sueltas de un prolífico diario deconfinado que ocupa más de un millar de páginas, cosas así. En el relato de 2014 trato de hacer memoria, ubicar recuerdos o reconstruir itinerarios que constantemente se cruzan con rutas de otros años. Los senderos y los pensamientos tienen algo en común en esto de reencontrarse, de descubrir concomitancias y despertar relaciones entre sí de paisajes e ideas. Los senderos de los Alpes, recorridos durante tantos veranos, vertebran como las raíces de un gran árbol un intrincado laberinto que en estos días trato de ordenar, nombrar o recordar.

Bien, aunque esencialmente estoy centrado en estas cosas, un tiempo de tránsito entre la soledad y mi vuelta a la cotidianidad del mundo, no por ello, y pese a mi alejamiento de los periódicos, dejan de llegarme ecos de alguna que otra realidad que me pone en íntima relación con el tejido social del que yo mismo formo parte, y que suscita mi emoción con parecida fuerza a la que vivo mi propia experiencia interior. Voy al caso. Me cuenta Victoria de una prima suya que asistió ayer a  la concentración / manifestación convocada por el colectivo Artistas con Palestina bajo el lema “Tienen nombre. Lectura de los nombres de los niños y niñas asesinados en Gaza”. En la Puerta del Sol de Madrid, artistas y organizaciones sociales leyeron durante diez horas consecutivas los nombres de  los 18.500 niños asesinados en Gaza. Cuenta Victoria que cuando  Pedro Almodóvar leyó una carta de un niño gazatí asesinado, recordando no sólo su nombre sino algo de lo que se sabía de su vida o sus esperanzas, su prima rompió a llorar. Tan acostumbrados estamos a hablar de cifras que con frecuencia olvidamos que tras cada una de ellas hay una persona, una infancia robada, sueños rotos, familias con un infinito dolor encima. Imaginar todas esas vidas truncadas una a una, 18.500 niños asesinados, supone un infinito dolor que la historia y el sentir humanitario jamás podrán olvidar. La alevosía del olvido y la culpabilidad de los que apoyan a los criminales quedarán para siempre como muestras de una horrenda infamia.

Mi yo, indebidamente ahíto de mí mismo, resbala poco a poco hacia la realidad social en que inevitablemente vivo. Los últimos artículos que he leído esta tarde pertenecían a los tiempos de la pandemia. En aquella época también fue inevitable encontrarme con esa dicotomía que surge entre el mundo personal y la realidad social. Ambas conforman un todo en el que encontrar una síntesis a veces parece tarea de toda una vida. Hoy, estos días en que el dolor del pueblo palestino ha vuelto a mí tras dejar atrás las montañas y su soledad, el recuerdo de las lágrimas de la prima de Victoria y mi contacto con las miles de personas que se manifestaban ayer en las calles de Madrid, conmueven mi ánimo.

 

Ancianos al frente de la manifestación por Palestina

 



El Chorrillo, 15 de septiembre de 2025

Hoy me desperté con el recuerdo de la imagen de un anciano, llamémosle así si contamos por años, arrastrando violentamente en la plaza de Neptuno vallas para interponerlas frente al avance de los antidisturbios y las lecheras. Hay que pararlos, gritaba tirando fuertemente de una de ellas. Le seguían varios jóvenes en actitud parecida. Más allá, las vallas que rodeaban la fuente de Neptuno eran arrancadas por numerosos grupos para formar con ellas una barricada de contención. Los antidisturbios estaban a unos metros, pero el anciano no cejaba de arrastrar vallas e increpar a la policía.

Yo, que tantas veces pienso que la vida no tiene ningún sentido, cuando veo escenas como éstas quedo siempre un poco “tocado”; frente a circunstancias así, en medio de aquel follón de Neptuno, mientras presto atención a la nube de gases lacrimógenos que se aproxima, y miro no ser arrasado por las vallas que cruzan arrastradas la plaza, siento que la actitud de aquel anciano me está diciendo algo. Cuando la vida empieza a recorrer su último tramo no es raro oír a nuestro alrededor cierta clase de susurros, un ruido de fondo, que hace que te sientas inquieto. Ignoro si el imperativo categórico kantiano que se basa en la razón pura, tiene parte en esto, pero me temo que no.

En estas circunstancias entiendo que existen dos factores en juego, por una parte la conciencia personal que se nutre a través de la interacción con el entorno y las experiencias personales. Desde la infancia el individuo desarrolla una conciencia de sí y del mundo que le rodea y en base a ello va configurando su personalidad. Distintas experiencias, distintas reflexiones, diferentes libros leídos durante toda la vida, amigos, profesores, familia, y acaso algo la genética, conforman un modo de ver el mundo, la moral, la religión, la historia. En cierto modo la conciencia podríamos decir que constituiría la estructura ósea del yo, el sostén de nuestra personalidad, yo soy el resultado de todas la anteriores interacciones pasadas por el alambique de mi yo consciente e inconsciente, y mi conciencia sería la expresión de ese yo conformado en la multiplicidad de las interacciones. La conciencia actúa como un juez interno que, pudiendo generar sentimientos de obligación o responsabilidad, puede o no pasar a la acción, acción que puede tener distintos grados de implicación.

El anciano que arrastra vallas para interceptar el paso de la policía, aparte de la relación que pueda tener con Palestina, el sentido de la justicia, etcétera, no sólo ha desarrollado una conciencia solidaria y una moral que repugna los crímenes de Israel sobre el pueblo palestino. Hay algo más en él. ¿Qué diferencia a este anciano de otro que con parecida conciencia no desarrolla esa necesidad de asistir a la manifestación, o del otro que asistiendo permanece resignadamente silencioso en medio de la multitud? Las emociones probablemente juegan aquí un papel esencial. Ver cómo día a día en Gaza los crímenes más repugnantes se producen unos tras otro, la indignación que ello produce, la compasión, pueden “encender” algo dentro de nosotros que la mera razón no es capaz de conseguir. La razón y la conciencia no son suficientes para suscitar acciones como las de aquel anciano de Neptuno, se necesita un determinado grado de emoción y de conexión personal con los sufrimientos del Pueblo Palestino.

Actuar de acuerdo con nuestras convicciones profundas nos predispone para definirnos socialmente ante la injusticia; sin embargo cuando la quemazón interior por una injusticia sangrante desborda nuestro entendimiento, las emociones pueden hacer de nosotros fogosos ejemplos de solidaridad.

De todos modos, y pensando en aquel a los que ni por asomo se les ve un ápice de empatía, es grave que ni la conciencia ni la emoción quepan en las mentes de esa España de la barbarie y la insolidaridad. Lo comentaba esta mañana en el periódico el juez Joaquim Bosch: "Hay gente insensible ante el exterminio de miles de menores en Gaza que, a la vez, se escandaliza de las protestas contra ese genocidio en una carrera ciclista. Como sabía Hannah Arendt, la muerte de la empatía humana es un signo claro de que una cultura va camino de la barbarie".

 

domingo, 14 de septiembre de 2025

Palestina una vez más

 




El Chorrillo, 14 de septiembre de 2025

Nada más pisar la plaza de Atocha ya toca correr, no mucho, una traca de botes de humo intenta disuadir a algunos grupos de manifestantes. Hacía más de medio siglo que no percibía el acre olor de los gases lacrimógenos ni estas embestidas de los antidisturbios contra las masas. Las lecheras ocupan toda la plaza de Atocha. Una tanqueta de esas que usan en la guerra ocupa su lugar entre ella. Es espectáculo es un tanto ridículo, ridículo y desproporcionado. De tanto en tanto la masa de gente da marcha atrás huyendo de alguna arremetida de los antidisturbios. Nada grave. Muestras de fogueo. Intimidar parece el objetivo. Tenemos que caminar unos cientos de metros hacia Neptuno con el pañuelo en la boca. El paseo del Prado está petado. Se grita, gritamos: “vergüenza me daría ser policía, “No es una guerra, es un genocidio”, “Vergüenza, vergüenza…”, “Sí se puede”. Las vallas del Paseo del Prado han ido todas a parar al centro de la calzada, ni policías ni ciclistas podrían pasar por allí. Un grupo de antidisturbios las va retirando, pero más adelante los manifestantes vuelven a llevarlas al centro de la calle. Jóvenes, hombres mayores, mujeres gritan como si les saliera del alma. Estamos otra vez como en los mejores tiempos, aquellos en que estando dormidos, despertamos.

Caminamos lentamente entre la gente. Comento con Victoria sobre la necesidad de alimentar nuestro pesimismo con estas imágenes. La gente solidaria también existe. Hoy esta gente abarrota las calles de Madrid. Somos muchos, sí, ante la barbarie. Hay que tenerlo en cuenta.

Es endemoniadamente emocionante y esperanzador comprobar la gran cantidad de gente joven, y muy joven, que detrás y delante de nosotros vapulea a gritos a la policía, “vergüenza me daría ser policía”, arrastran nuevas barreras para cortar la calle o corean consignas. Al tímido le da algo de corte gritar estas cosa en plena calle, pero termina animándose. Cerca de Neptuno ya se comenta que la Vuelta se ha suspendido. Habría sido imposible mantener el programa previsto, ambas calzadas del paseo del Prado, donde debía terminar la vuelta, están invadida por las barreras metálicas que constantemente los manifestantes arrastran al centro de la calle.

Hace muchos, muchos años, que no siento el calor que da la masa de gente manifestándose por una causa noble; quizás desde la guerra de Irak. En estas circunstancias uno siempre piensa: quién sabe, quizás en algún momento volvamos a despertar. Consulto X. Son muchas las calles de Madrid que están tomadas por los manifestantes. El Gran Hermano, un helicóptero rojo, sobrevuela constantemente el cielo de la ciudad. Los perros montan guardia armados en el frente de Neptuno. De vez en cuando se produce algún revuelo de motivo desconocido. Al fondo brota la humareda de algunos botes de humo. Se oyen disparos. Observo a varios hombres bastante mayores arrastrar las barreras frente a las lecheras y antidisturbios que se acercan. Calor de multitud. Agradecido sentimiento de pertenecer a esa parte del mundo que todavía siente como suyo el dolor de los demás, el del pueblo palestino.

Las lecheras empiezan a desfilar, pero no se sabe qué quieren, probablemente buscan marcharse a su casa, pero los manifestantes no se resisten a volver a interceptar la calle con las barreras metálicas. Durante cien o doscientos metros vemos a grupos de antidisturbios retirando barreras mientras que los manifestantes siguen apilándolas en la calzada. Las sirenas de las lecheras suenan constantemente como si fueran camino de un incendio.

En el paseo del Prado me acerco a una fuente. Hay un manifestante llenando una botella; al mismo tiempo veo acercarse a un antidisturbio, casco, guantes, toda la parafernalia encima, con una cantimplora en la mano; antes de que llegue a la fuente ya estoy yo esperando. Cuando termina de llenar su botella el manifestante me agacho para beber y el antidisturbios me da un empujón y mete su botella en el grifo. Farfulla algunas palabras. Me vuelvo, un orangután sacado de la selva para servir al Estado me mira como perro al servicio del amo desde sus alturas. Me sale un hilo de voz entre dientes, “basura…”. Nos alejamos, mejor no complicar las cosas. Llegando a Atocha hay un tapón fenomenal. Ahora son los manifestantes que no dejan salir las lecheras hacia la plaza.

Ver el dolor del pueblo palestino en la mirada y en la boca de tantísimos madrileños era motivo hoy de esa empatía y solidaridad de la que tanto está necesitado nuestro mundo.


viernes, 12 de septiembre de 2025

Cuando un teléfono es exclusivamente un teléfono



El Chorrillo, 11 de septiembre de 2025

Anoche se me colocó el dolor del mundo bajo el edredón y ya no pude dormirme hasta las tantas. Y es que saber del mundo, al menos en mi caso, sigue siendo muy doloroso. Saber lo que está sucediendo en Gaza, saber de asesinos y criminales que gozan de impunidad y del asentimiento del “mundo civilizado”, me deja el sistema nervioso temblando. Que en Gaza estén asesinando día a día a niños, mujeres, ancianos, hombres y que por España anden esos mismos israelitas compitiendo en una carrera ciclista pone a mi sistema nervioso en crisis. Iré el próximo domingo por la tarde a las manifestaciones de la Vuelta, e imaginarme viendo entrar impunemente a los israelitas en sus bicicletas en las calles de Madrid suscitaba anoche en mí lo peor que el ser humano lleva dentro.

Ahora que mi teléfono ha vuelto a ser casi exclusivamente un teléfono, cuando le abro apenas un poco la puerta a lo que viene del mundo, aquél empieza a temblar de indignación. Estos días vuelvo a vivir, sin embargo, la tentación de abrir los periódicos de nuevo, pero todavía me resisto… no sé hasta cuando. ¿Es digno ser un habitante del Mundo y no querer saber nada de él, de sus inmundicias, de los locos de atar, de los asesinos, de la bazofia política que se cuela en el noble oficio de gobernar?

Hoy 11 de septiembre. ¿Reventará en algún momento el mundo, hinchado de ira, ahíto de injusticia o seguiremos pendientes de que un PIB saludable siga proporcionándonos un bienestar a los que ya disfrutan de él… y que a los demás les parta un rayo, o como en el caso de Israel, que los palestinos desaparezcan definitivamente de este planeta, dar más tierra a los colonos, desposeer a los otros, engordar, masacrar? El Mediterráneo y sus aguas son testigos desde hace años de la letárgica e hipócrita conciencia moral en que la cultura judeocristiana se mueve.

Mi teléfono ha vivido durante meses ajeno al mundo, a todo lo qué no fuera mi entorno personal y ahora el mundo vuelve a reclamar mi atención. Y sin embargo ¿cómo dormir tranquilo, así, sin más, sabiendo día a día de lo que sucede en él, sabiendo de la maldad, la estupidez, la desidia que con toda certeza van a entrar de nuevo a través de la pantalla de mi teléfono?


domingo, 7 de septiembre de 2025

“Ha cambiado la luz: esto es septiembre.”

 


“Ha cambiado la luz: esto es septiembre.
La fórmula del aire ha padecido
la imperceptible mutación fatal
que sólo se percibe en el espíritu;
esta milmillonésima unidad de nostalgia…”

(Carlos Marzal)

El Chorrillo, 7 de septiembre de 2025

La música de las hojas de los álamos blancos frente a mi mesa de trabajo alenta mi ánimo esta tarde. Las imágenes del recuerdo, brisa toda ella en esta tarde de apacible preludio del otoño, van y vienen con la placidez con que el aire se entretiene entre las ramas de los árboles. Al fin tras ese largo periplo por las montañas, las montañas y su cultura, retomo asuntos que quedaron ahí esperando su tiempo. Repaso con Victoria mi contacto con los pueblos de la cultura Walser con los que conviví en mi tránsito por los Alpes, una cultura que se extiende por la parte alpina de Suiza, Italia y Liechenstein de aldeanos que vivían en aldeas por encima de los 1500 metros y usaban un dialecto arcaico del alto alemán, aun vivo en algunas aldeas aisladas. Walser, que yo en primer momento relacioné con el novelista Robert Walser que vivió una parte importante de su vida en un manicomio y que dejó la impronta de su muerte en unas huellas sobre la nieve que se alejaban hacia la nada. Y, como las cerezas que se enredan unas con otras, terminamos hablando de Unica Zürn y su libro El hombre jazmín donde Zürn plasma con una lucidez estremecedora sus crisis psicopáticas, la experiencia del internamiento psiquiátrico y la forma en que esas vivencias marcaron su vida.

El pensamiento leve y sin rumbo se interna después por las montañas, aquellas que pude recorrer este verano, la de otros muchos veranos, tantos, vagando de un lado a otro de valles y montes, y constato que mis montañas no son las montañas corrientes, las de los records, los usuales recorridos de paredes o valles, las montañas y mi alma tienen su propia filosofía. Ahora ya en casa recupero la perspectiva que me da la soledad y la relación de tú a tú con ellas. Un precipitado montaje de la tienda en un alto collado no es premura y apresurarse para que la lluvia no empape tu equipo, una travesía expuesta de una cresta en los Alpes Oróbicos no es tensión y un cierto temor, una tormenta en las alturas no es incertidumbre, ahora mi yo se hace observador de aquel otro yo y un hilo de placer recorre mis venas reconociéndose en aquella simbiosis de hombre y naturaleza, ella grande y hermosa, él, pequeño, asustadizo, seguro, pleno de esa belleza profunda que destilan los días de niebla en los perdidos bosques kársticos.

Ayer cogí un resfriado, el primero después de décadas, que apenas me dejó dormir. Desde que regresé a Ítaca he trabajado tanto poniendo en orden la parcela, que me ha dejado el cuerpo roto, como para levantarme con todos los músculos doloridos, más incluso que los  primeros días de mi travesía. Resfriado y cansancio habían terminado por dejarme el cuerpo rendido. Antes de comer dormí una hora y después todavía me eché una larga siesta. Fue después de esto y tomándonos un té con pastas que había bajado Victoria, que mi cuerpo adquirió la suave consistencia que el cansancio deja sobre el alma.

Días atrás, a raíz de esa expresión que tan cara me es, “camino para mi alma”, un amigo me decía que “la visión del alma, según el materialismo filosófico y el naturalismo, sostiene que todo lo que constituye a un ser humano puede explicarse a través de procesos físicos y biológicos”. Le contestaba yo entonces que nuestro afán de razonar, entender, clasificar, nos pierde. Si abrimos el cerebro de alguien efectivamente no encontramos más que materia, y si haces algo parecido con un violín, madera y poco más. Pero ¿y la música? ¿Qué es, dónde está? ¿De qué átomos está hecha la música que se produce en el violín? Existe una imagen zen que dice que cuando pretendes saber cómo es una flor no puedes separar sus partes para conocerla, porque lo que haces es matar la flor. La música que produce mi cuerpo, mis átomos, es lo que importa, música que a la vez yo escucho y que es fuente de placer. Me decía también el amigo que no hay materia que sobreviva al cese de las funciones cerebrales, y yo le contestaba que eso es puro echar balones fuera, no explica nada de lo que somos, sentimos o pensamos. Por encima de todo esto está la existencia de la música, el placer de ser que viene alimentado por lo que creas, por el oficio de vivir.

Mi cuerpo violín produce sensaciones, sentimientos, pensamientos, música. Destripas un violín y no encuentras nada dentro, diseccionas un cadáver y sólo encuentras materia orgánica muerta; violín y música son dos realidades diferentes por mucho que una salga del otro; cuerpo y alma (digamos las sensaciones, los sentimientos, la conciencia, todo eso) ofrecen parecida relación entre ellos. Al pasar tu cuerpo por el alambique del cansancio, de experiencias notables de la vida, éste destila sustancias, sensaciones, realidades que no tienen consistencia material y que en esencia constituyen y apreciamos como la parte esencial de nuestro yo. Llámalo alma, llámalo X. Yo la llamo alma porque es una palabra que me encanta, nada que ver con… etcétera. Cuando camino largas jornadas solo, mi alma y mi cuerpo sostienen en ocasiones largas conversaciones, reconvenciones, golpecitos en la espalda de agradecimiento. Es justo. No siempre mi cuerpo y yo nos ponemos de acuerdo, pero en general nos llevamos bien.

Esta tarde mi cuerpo cansado y recién llegado de un larguísimo viaje, alentó en mi alma sutiles percepciones, placer, conexión íntima con la brisa y las hojas de los álamos. Álamos del río, conmigo vais, mi corazón os lleva. No, por cierto, ese músculo situado en la cavidad torácica, encargado de impulsar la sangre por el cuerpo.

martes, 17 de junio de 2025

De la Física Cuántica a la misoginia

 



El Chorrillo, 17 de junio de 2025

Las verdades, la objetividad de la ciencia, el estilete de la filosofía en su críptico deambular por las ideas frente a nuestro entender día a día de la realidad, el subjetivo reducirlas a los parámetros de nuestro entendimiento sin necesidad de echar mano de Heidegger, Hegel, Nietszche o Einstein. La complejidad en que no cabe duda la ciencia y la filosofía penetran, requiere conocimientos y el manejo de conceptos que quedando fuera del alcance de una mente corriente, obligan a ésta a utilizar atajos explicativos de la realidad, o incluso a ignorar en ocasiones, no al modo del decir de Machado de aquellos que desprecian cuanto ignoran, pero sí prescindiendo de conocimientos superiores que siendo objetivamente válidos acaso no aportan desde su complejidad herramientas prácticas para la vida. Sócrates entra en un mercado bien abastecido y exclama: oh dioses inmortales cuántas cosas no necesito. Así tantas conclusiones de la Física sobre conceptos tales como el Tiempo o tanto afilado análisis sobre la realidad. Sí, ya sé, la fábula del zorro y las uvas verdes. También es posible. Días atrás Chirbes hablando de Heidegger y de Hanna Arent venía a decir que parte de su trabajo se parecía al de aquellos que pretenden dividir un pelo en cuatro. 

¿Y a qué viene todo este exordio? Pues me lo sugieren unas líneas que recibía ayer del amigo Paco que, interesado en asuntos de Física, que a mí me cuesta entender, me ilustraba sobre el Espacio-Tiempo de esta manera: «Y…. siguiendo con la ciencia. Las últimas teorías de cómo es el universo. Voy a simplificarlo: para Newton el universo estaba compuesto de Espacio-Tiempo y partículas. Faraday y Maxwell introdujeron el concepto de campo y la ecuación quedó así, Espacio-Tiempo-Campo-Partícula.

» La gran genialidad de Einstein en 1905 con la teoría de la relatividad lo redujo a Espacio-tiempo-campos-partículas. Y al final Einstein otra vez con la joya de la Física, con la teoría de la relatividad ampliada en 1915, unificó los conceptos de Espacio-Tiempo y Campos. Dejando finalmente el universo reducido a Campos-Partículas.

»Es una simplicidad impresionante del mundo. El espacio ya no es algo distinto de la materia. Es uno de los componentes “materiales” del mundo, es el hermano del campo electromagnético. Es una entidad real que se ondula, se pliega, se curva se retuerce.

»Si os dais cuenta el Tiempo ha desaparecido de la ecuación. Realmente el tiempo es un constructo inventado por el ser humano y que no tiene sentido fuera de nuestro pequeño mundo». 

En este último párrafo de Paco es donde anida el desentendimiento que yo vivo en relación a los grandes descubrimientos de la Física moderna. Que el Tiempo sea un constructo inventado por el ser humano, como lo es el lenguaje, el arte y la creación entera de la civilización, y abundando todavía más, la religión y sus apoyaturas celestiales, lo que viene a decirnos es que habiendo un cierto desdoblamiento entre la realidad objetiva, la ciencia, y la realidad interpretada, adaptada, por el hombre a la altura de su conveniencia existencial cotidiana, el hombre se siente más cómodo chapoteando en las aguas de su pequeño mundo que asumiendo esa difícil conclusión en donde finalmente el universo queda reducido a Campos-Partículas, porque de ser así a Heminway, que decía que el Tiempo era el lugar donde él pescaba, se le habría acabado la diversión de por vida. Escribía ayer Chirbes en lo último que leí, que lo importante para el novelista es a qué interrogación intenta responder la historia que cuenta. En el caso de ese binomio ciencia/nuestro pequeño mundo, las respuestas que buscamos pertenecen más al campo de las vivencias personales que a la objetividad de la ciencia. La ciencia en este caso no sería un constructo, sino algo sólido y real pero algo “con lo que no se come”. Einstein y su comportamiento misógino con su mujer podrían ilustrar algo de esto que pretendo decir. Einstein, un considerado genio en el campo de la Ciencia y sin embargo un cretino en su vida conyugal. La teoría y la práctica, dos recursos entre los cuales acaso ni siquiera cabe una síntesis. 

El camino que va de la Física Cuántica a la misoginia, de la Física Cuántica a la inquietud por lo justo que vas de “tiempo” para coger un tren o un avión, ese tiempo que en la ciencia parece no existir y que sin embargo es más real que todas las cosas, sugiere presentar dos realidades frente a frente, de las cuales una es carne y hueso de nuestro vivir y la otra evanescente realidad en nuestro día a día, que por mucho que la ciencia le dé carta de verdad absoluta a su Tiempo, poco afecta a cómo concebimos y sentimos el tiempo por mucho que la ciencia nos diga que este es un constructo. De constructos esta hecha la vida. La perdición del mundo, la materia de los grandes problemas del planeta vienen por la obsesión del dinero, uno de los principales constructos sin cuya existencia sería difícil vivir y que se diga lo que se diga es sólo una convención; las convenciones, las leyes, la moral, no son otra cosa que constructos, herramientas con que gestionar la convivencia social. 

Esfuerzo inútil probablemente el de intentar relacionar la realidad científica, el Tiempo, y la que cada cual percibe desde su vivir, nuestro tiempo, pero que, bueno, ahí queda como un ejercicio más de gimnasia con el que desentumecer las sinapsis y sus neuronas. 

Y ahora a preparar mi macuto. Esta noche vivaquearé en un lugar muy particular, las salas del aeropuerto de Niza. Mañana ya estaré de camino hacia ninguna parte, puro vagabundear por los Alpes. 





lunes, 16 de junio de 2025

Sexo y ternura

 



El Chorrillo, 16 de junio de 2025

En estos días de calor que ya preludian la entrada con pie firme en lo tórrido del verano y que en mi caso se me hace imprescindible estar todo el día en porretas, se comprenderá que un tema como el que se anuncia en el título de este post, venga a estar presente tarde o temprano. La desnudez es tarde o temprano el preámbulo de alguna prometida felicidad. El tema me surgió a raíz de haber tropezado con una serie de fotografías de una novia que tuve en los umbrales de mi jubilación, fotografías todas ellas al modo de como Eva caminaba por el Paraíso Terrenal, es decir como Dios la trajo al mundo.

El asunto me  llena tan de ternura y excitación que no he dudado un segundo en colocar una de esas imágenes en la pantalla de mi teléfono. Así que ahora cada vez que enciendo el móvil para ver la hora, allí la tengo, alegre, feliz como quien celebra la vida, contenta de haberse encontrado conmigo y yo con ella, lo que me hace pensar, pese a que cuatro años después naufragara nuestra relación, ese contemplarla con tanto gusto, que las relaciones sentimentales que establecemos con mujeres, y ellas con nosotros, tienen una enorme variedad de numinosas sustancias navegando en su interior que es ocioso querer comprender al primer vistazo. Si toda relación humana es compleja, la que mantenemos hombres con mujeres digamos que puede llegar a ser inasumible para una mente simple. Mente simple sin más la de aquellos que  en estas relaciones sólo llegan a ver un asunto de toma y daca, que suele ser la óptica ramplona con la que una parte de la calle relaciona estos asuntos.

¿Qué es lo que sucede a mi organismo a partir del momento en que mi mirada empieza a ser acariciada por ese rostro alegre, pleno de vida, enamorado, de donde sale esa encantadora sonrisa? Desde luego lo primero que brota en él es un ramalazo de inesperada ternura. Mi mirada puesta en su risa, su entrega sin tapujos al instante, a la felicidad, al encuentro con el otro que surge de su rostro resbala enseguida por el plano inclinado de su desnudez, atraviesa la confluencia de las clavículas, se detiene en sus pechos y, antes de llegar a su pubis, una leve erección comienza a rondar la entrepierna. Ternura versus sexo. El cuerpo acaba de atravesar las puertas de un mundo encantado de la mano de la oxitocina. Sabida es esa revolución que la química produce en las puertas de tales circunstancias y que no es de extrañar el empeño que pone la Naturaleza en estas cosas. Quizás sea desde ahí el modo que elige este flanear mío por el asunto, un modo de aliviar el hecho de que tras ese recorrido entre el rostro y el pubis, algo se arrebole en mi interior que hace que la ternura y la erección bailen un agarrado chotis en medio de esta tarde de calor.

Y digo yo que ¿a qué interrogación interna responderá el hecho de que yo deje de leer, deje incluso de contemplar a mi exnovia, tan bonita ella así de contenta frente al fotógrafo de entonces, yo mismo, y me ponga a escribir algo que en principio no sé de qué iba a ir, intuiciones, gracias a la vida por aquellos años, ternura, ejercicio de onanismo? Y me contesto que probablemente sea ese contento que me deja en el cuerpo recordarla lo que me anima a escribir, un modo de alargar el placer que sugiere la contemplación y el recuerdo.

Cita Chirbes a Tennessee Williams. Lo siguiente: “Me inclino a pensar que lo que más motiva a la mayoría de los artistas es una vocación desesperada de encontrar y de saber distinguir la verdad dentro del conjunto de mentiras y evasiones en que vivimos”. A cuento viene la cita de que la romez romo, tosco, torpe con la que se suelen tratar los temas relacionados con el sexo, bien merece poner de relieve que la mentira bajo la cual hemos vivido desde nuestra lejana educación infantil, unido a la estolidez con la que se atiende a los asuntos sexuales en medios y demás, hacen difícil esclarecer lo que hay de mentira y de verdad en el ámbito de la sexualidad, un asunto tan maltratado y deformado incluso en el ámbito de la legislación de nuestro país últimamente.

La verdad de la ternura a veces lo tiene difícil en el vocabulario de los medios, incluso en la óptica de feministas mal avenidas con realidades complejas. En nuestra sociedad se habla en exceso de sexo y muy poco de ternura.