miércoles, 12 de marzo de 2025

Ni Darwin ni Dios

 

El Chorrillo, 13 de marzo de 2025

Estaba esta tarde investigando el recorrido del nervio ciático por los glúteos y la pierna, que me parece que está empezando a crearme problemas, que me dio por pensar que no podríamos dar la razón ni a Darwin ni a Dios mientras no lográramos aproximarnos al significado de lo que representan dos, tres millones de años. Entender cómo en esos años se ha podido crear un cuerpo, la movilidad de una mano, el bazo, el corazón, los riñones, el cerebro, parece una tarea imposible si para ello tenemos que dejarlo al socaire de la incompresibilidad de un dilatado tiempo que por más que queramos imaginarlo se nos escapa de la comprensión. Sabemos de la supervivencia y esas cosas, pero una cosa es saber y otra es intentar comprender cómo pudo evolucionar la vida desde los primeros microorganismos unicelulares. Los errores en la replicación del ADN, la selección de las células mejor adaptadas, su interacción con el medio ambiente, todo eso que puedes estudiar en cualquier libro de biología se vuelve papel mojado cuando tratas de comprender paso a paso lo que sucedió para que, desde el primer homínido, y ello pasando sobre los cerca de 4.000 años que se calcula que existe la vida sobre el planeta, llegáramos a la complejidad del ser actual, a la inteligencia, a la memoria.

Atribuimos a la evolución nuestro desarrollo actual y nos quedamos tan panchos. Todo explicado. Por supuesto que hay gente que no necesita explicarse nada, lo comentaba ayer en un post en que exponía la diferencia que hay entre usar el coco y el de no usarlo. Pero ya que estamos en un estadio evolutivo de tanta complejidad, cómo no admirarse desde nuestro desconocimiento, nuestra mirada ingenua sobre la vida, de estas cosas. Los antiguos no tenían estos problemas, nadie se preguntaba sobre por qué el dedo pulgar está en oposición al resto de los dedos, por qué llovía o por qué en primavera brota de la tierra espontáneamente esa fiesta floral, esa euforia que hace que los animales machos corran como locos tras las hembras.

Esta tarde tras la comida Chirbes hablaba primero de De amiticia y De senectute, de Cicerón que leí recientemente, y más tarde de Las memorias de Adriano, que había releído el pasado otoño. Tuve que consultar mi base de datos donde apunto lo que voy leyendo para confirmar que esos libros eran de lectura reciente. No estaba seguro. El caso es que por mucho que sepa que la memoria sufre con los años parecida degradación que la de otros órganos, me dejó intrigado pensar en cómo se comía eso, hechos, experiencias, personas, que toda una vida dedicada a leer, de golpe desaparezcan era algo igualmente incomprensible para mí. Me preguntaba si habrá alguien, esos estudiosos que dedican su vida a estos asuntos, que comprenda realmente con claridad cómo es eso. Los legos en estas cosas tenemos el privilegio de nuestra curiosidad y somos algo más perspicaces que la escritora del Génesis, que para explicarse el origen del mundo le bastaba recurrir a la magia inventando, en lo que le daba la imaginación de entonces, a un ser omnipotente del que dependía absolutamente todo. Y esa curiosidad acaso es la que nos lleva a preguntarnos por la complejidad de las cosas... así hasta que tropezamos con los asuntos más corrientes con los que convivimos pero que no caemos en ellos hasta que nos asalta la duda. Te duele en la parte media alta del glúteo y entonces te vas a Internet y tratas de averiguar el por qué. Setenta y tantos años con el nervio ciático encima y ahora de golpe te entra la curiosidad de saber para qué sirve. Tienes a alguien conocido al que le tienen que quitar el bazo, y en la cabeza empiezas a preguntarte eso, ¿para qué coño servirá el bazo? Y por qué pueden quitarte el bazo y no el corazón. O para qué leche sirve la próstata y por qué tiene que pasar precisamente por el medio la uretra, porque de pensar en un Dios, bien se le podría haber ocurrido hacer pasar la uretra por encima de la próstata para que los septuagenarios no tuvieran problemas de micción.

No sé si esto da para preguntarse algo más o si sólo mi empezar a escribir estas líneas obedecía a la perplejidad que me produce no poder usar de la razón para arrojar luz sobre todos los asuntos que se me vienen encima y, entonces tengo que encerrarme en mi admiración por lo que ven mis ojos y punto. No sé, uno vive en la perplejidad tan a menudo... Por ejemplo anoche leyendo El retorno de la historia y el fin de los sueños, donde el autor, Robert Kagan, escribe que tanto Platón, Aristóteles y un número abundantes de pensadores consideraban que la democracia era el gobierno de la chusma licenciosa, avariciosa e ignorante. Cosas que, leídas así, tan descarnadamente, te obligan a pararte para considerar la propuesta, para deglutirla y sacar algún tipo de conclusión.

¡Son tantas las cosas que me admiran y no comprendo...! Un bicho que procede de los mares, que se hace anfibio, que más tarde vive en los árboles y que posteriormente baja de las ramas, se pone a caminar sobre la Tierra, caza, pasa de nómada a sedentario, inventa la agricultura, crea agrupaciones con otros seres similares y así, paso a paso se planta en el año 2025 en algún punto del planeta, en una pequeña cabaña, y, lamentándose de su mala memoria, empieza a inquirir sobre esto o lo otro, la naturaleza del bazo, del corazón, de cómo sucede que las cosas queden albergadas en algún tipo de receptáculos de la memoria y que años después se te vaya por ahí sin enterarte. Una cuestión más, ¿dónde va lo que olvidaste, en qué nube del espacio quedan las experiencias vividas?, ¿cómo se almacenan en la memoria lo que has comido al mediodía, las ideas de un artículo que leíste esta mañana en el periódico? Y su correlato, ¿cómo desaparece?, ¿dónde vuela el nombre de las flores de montaña que conocías al dedillo y que cuando te plantas frente a un botón de oro no sabes nombrar?

Se me acabó la tinta... Buenas noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario