El Chorrillo, 4 de marzo de 2024
Ayer me llegó el texto de un amigo donde relata una de esas viejas historias de Gredos que vivimos en los primeros años de nuestra pasión por las montañas. Tiempos aquellos que alquilando un 600 en donde viajábamos cinco con cinco voluminosos macutos, recurriendo al autocar de Goyo o a algún amigo que por entonces podía permitirse comprarse un coche, esperábamos con cierta ansiedad la llegada del fin de semana para dar salida a esa pasión que habíamos descubierto en el comienzo de nuestra temprana juventud. Hoy, mirar aquellos años tras medio siglo de latente conexión con montes y bosques, sigue siendo un placer; y en el caso del texto de Paco, que es el autor, es contemplar con una sonrisa en los labios un daguerrotipo al otro lado del tiempo.
Le pregunté a Paco si me permitía incluir su texto en mi blog y como dijo que sí, pues aquí está. Seguro que los que pertenecéis a esa generación que descubrió el monte por primera vez en los años sesenta lo apreciaréis.
Cosas que pasaron hace 48 años.
Rugía el viento lanzando celliscas
de nieve con una furia como si la ventisca
odiase al mundo de los vivos; habíamos salido de Madrid hacia Gredos con la intención de hacer una
travesía con nieve. Eran tiempos pasados cuando salías un fin de semana sin
ninguna información meteorológica, porque no la había, y el tiempo solo podía
ser bueno, regular o malo, la verdad es que a nosotros nos daba igual con tal
de salir a la montaña, si hacia bueno escalábamos, si hacia regular dependía de
las ganas, y si hacia malo jugábamos al mus en cualquier bar del pueblo donde
parábamos siempre, tomándonos las cosas con buen humor.
Como decía nos pillo la ventisca
subiendo el Puerto del Pico, en ese tiempo era la antigua carretera, revirada,
estrecha y casi tan empinada como
¡Por mis cojones que subimos este
jodío puerto!
No hubo más que hablar, y contando
con los cojones del conductor logramos coronar; todo el que haya pasado por
aquí sabe que después de coronar el puerto es una bajada suave hasta el cruce
de la venta Rasquilla, así que los 2CV se pusieron a galopar entre las ráfagas
de viento y nieve flotando por una carretera incógnita, la ventisca arreciaba y
ya eran las 7 de la tarde, en invierno noche cerrada; el sujeto que antes había
hecho una propuesta sensata volvió a pronunciarse:
¡Oye, macho, pregúntale a tus
cojones si podemos parar a comer algo y esperar a ver si escampa!
El conductor lo pensó, y después de
mirarse en la entrepierna dijo: vale tío pero esta noche mis cojones y yo
dormimos en el refugio del Alpino.
El primer sitio que se nos puso a
mano fue la venta San Miguel, pero estaba cerrada a cal y canto, un poco más
adelante la venta Rasca estaba abierta, iluminada con una luz macilenta de una
bombilla de 25W. Amarramos el 2CV a la anilla donde se sujetan los caballos
para que no se lo llevase la ventisca, y entramos en la venta, ahí mejoro la
cosa la bombilla era de 40W, la chimenea estaba encendida y nos arrimamos a
ella, salió del fondo una mujeruca seca como un sarmiento, le preguntamos:
Queríamos cenar algo ¿Qué tiene usted?
De todo, contesto ella.
Pues tráiganos de todo, dijimos
nosotros.
La mujer se metió por una puerta
hacia la cocina, oímos cacharrear y al rato sin decir nada apareció con una
fuente de huevos fritos y otra de patatas fritas, una hogaza de pan de a kilo y
una jarra de vino. Si decir nada nos sentamos en la mesa y nos comimos los
huevos y las patatas, cuando se acabo apareció la señora con otra fuente de
huevos y patatas, y otra jarra de vino, igualmente dimos cuenta de ello y la
señora volvió a aparecer con otra fuente de lo mismo, que igualmente
desapareció con rapidez. Aquello pudo ser una competición de haber quien
aguantaba más, pero estaba claro que la mujer iba a ser la ganadora, a si que
le preguntamos si tenía algo de postre, sin decir nada nos trajo una fuente
descomunal de flan de huevo, que naturalmente desapareció engullida en poco
tiempo, sin darnos respiro la mujer apareció con una botella de orujo del
barranco* y nos la dejo en la mesa. Cuando acabamos con la botella pagamos y
nos fuimos.
Agradecimos la ventisca que nos daba
en la cara y se llevaba el vapor del orujo, y con los cojones del compañero,
esa noche no se sabe muy bien como, con los 2CV llegamos a la plataforma y por
el camino viejo al refugio del Club
Alpino.
*Orujo del Barranco de las Cinco Villa. Lo hace un
paisano de Villarejo del Valle con la uva autóctona, garnacha, cortando las
cabezas y las colas, muy recomendable tomarlo siempre cuando la temperatura
exterior es de mínimo -10º
Esta historia está prendida en la memoria de muchos de los que en aquellos años 70 subíamos a Gredos. Gracias por traerme buenos recuerdos.
ResponderEliminarSaludos. Gracias.
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