El Chorrillo, 21 de marzo de 2024
Existen tantas sapians y tantos
sapiens en este país interesados e interesadas en inventarse un lenguaje que lo
incluya todo, que llegará un tiempo no muy lejano en que tiempo sea también
tiempa, y lo lejano, pues lejana. Yo creí aprender en la escuela que cuando se
utilizaba la palabra “hombre” en un contexto como “en la historia del hombre”,
la palabra hombre implicaba un género neutro, dado que con ello se nombraba a
los hombres y las mujeres, de parecida manera que cuando hablamos de las hienas
o las cucarachas nos referimos a cierto animal en que están incluidos tanto los
machos como las hembras. No hablamos de cucarachas y cucarachos, ni hienas y
hienos. Lo aprendí en la escuela, pero de eso hace mucho tiempo y ahora cierta
corriente feminista “empoderada” con merecidos éxitos tendentes a conseguir una
igualdad real de hombres y mujeres, se pasan de rosca intentando retorcer el
lenguaje al punto de contaminar una noble causa primera, tendente a rescatar
unos derechos indiscutibles secuestrados por los hombres, con una estúpida
impostación en el campo de la lengua que desmerece del loable trabajo que lleva
haciendo el feminismo desde décadas atrás.
Me dice Victoria, que está en total
desacuerdo conmigo en este asunto, que Javier Gallego, de Carne Cruda, y otros muchos
utilizan la primera persona del plural en femenino cuando se presta usar el
nosotros; nosotras por nosotros. Pues bien, me parece una estupidez, una de
tantas que todos cometemos en la vida. Que eso que ha dado en llamarse lo
políticamente correcto, en este caso usar reiterativamente compañeros
compañeras, por compañeros, amigos y amigas, por amigos, y más todavía en un
grupo de hombres y mujeres, un hombre hable de nosotras, llegue al extremo de
dar la vuelta al lenguaje para adaptarse a algunas excentricidades nacidas en
el seno de cierto feminismo, y que ello esté cuajando en algunos ambientes,
tiene mucho de, y es mi parecer, de indigencia intelectual provocada por un
exceso de razonables buenas intenciones.
La percepción de que una idea es
mayoritaria no está ligada, según la teoría de
Según esta perspectiva, la opinión
pública sería el resultado de la interacción de los individuos con su entorno.
En su proceso de construcción, el temor al aislamiento social de las personas
resulta determinante, ya que “para no encontrarse aislado, un individuo puede
renunciar a su propio juicio. Y esta es la condición de la vida en una sociedad
humana; si fuera de otra manera, la integración no sería posible”
(Noëlle-Neumann).
En otras palabras. El contagio que se produce entre determinado grupo de feministas, y según ellas, de feministos, enfatizando, con la idea de hacer resaltar la igualdad hombre–mujer, y deformando el lenguaje al gusto del consumidor, tiene su éxito, entre determinado publico, en esa necesidad de no ser señalado, en dónde va Vicente va la gente, o incluso en el deseo de significarse como parte de un grupo, el espíritu tribal que subyace en nosotros desde los tiempos de las primeras comunidades humanas.
Me dio pie a escribir estas líneas
un titular de prensa con el que tropecé ayer y que parece que va a llevar a los
representantes y representantas de los votantes y votantas, a los diputados y
disputadas, sean estos corruptos o corruptas, a cambiar el nombre de Congreso
de los Diputados por otro más acorde con la estupidez que se cuece en torno al
lenguaje inclusivo. Ignoro si esto que a mí me resulta ridículo, y cada cual
tiene derecho a considerar ridículo lo que así le parezca, será de dominio
general; considerando que el juicio global sobre los asuntos comunes deriva en
la gran mayoría de la presión social, de ideologías concretas (“Si las ideas
sirven para pensar, las ideologías sirven para disimular la ausencia de ideas")
o de lo que digan los periódicos de la mañana, no debería preocuparme en exceso
discrepar.
Quizás dentro de unos días tenga que
doblegarme a la opinión general y escribir un párrafo como el que sigue…
Las hienas y los hienos de este
país, los corruptos y las corruptas, tantos políticos y políticas que tienen el
aprecio de votantes y votantas, merecerían por su capacidad para hacer de ciudadanos y ciudadanas serviles corderos y
corderas, que se creara algún tipo de distinción dedicada a premiar la
capacidad que tienen determinados individuos e individuas para engañar
sistemáticamente a aquellos y aquellas, a ingenuos y a ingenuas, que cada
cuatro años acuden a las urnas a votar a los diputados y diputadas de este
reino o reina que es nuestra matripatria; nuestra patrimatria, si se quiere.
En fin, se hace tarde. La noche trae
hasta mi cabaña el reclamo de un búho dirigido a la búha de turno. La primavera
comienza y pronto las ranas y los ranos, los ruiseñores y las ruiseñoras, los
mirlos y las mirlas, los carboneros y las carboneras, los verderones y las
verderonas, los gorriones y las gorrionas, las moscas y los moscos, las
mariposas y los mariposos y hasta los mosquitos y mosquitas, incluidas las
cucarachas y los cucarachos, los ratones y las ratonas, las hormigas y los
hormigos, irrumpirán en nuestros campos y hogares dando nueva vida al mundo y
con ello a los sapiens y a las sapians.
En fin, las dos de la mañana. Hora
de irse a la cama.
Absolutamente de acuerdo. También escribí en mi blog, en su día, algo al respecto...
ResponderEliminarY sin embargo cuando escribimos estas cosas siempre me parece estar haciéndolo a contracorriente de algo que parece imponerse como políticamente correcto.
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