El Chorrillo, 4 de noviembre de 2023
Parece que tratar la complejidad
de los asuntos del mundo fuera siempre propio de cerebros bien armados y con
conocimiento. Sin embargo a veces dudo, dudo porque perdidos o liados
precisamente en la complejidad de los problemas, los cientos de raíces que se
entrecruzan y dependen entre sí, puede resultar que olvidemos la esencia de las
ideas básicas que mueven a las personas y a los países. Que un ciudadano de a
pie, un servidor, que no lee la prensa nada más que por encima, pero que de vez
en cuando relee la historia del mundo y se interesa por los problemas que
surgen en el entorno del planeta, decida en esta mañana gris de otoño ponerse a
especular sobre asuntos presumiblemente
sólo aptos para “entendidos”, se justifica acaso por ese mi deseo, tan presente
últimamente en lo que escribo, de intentar ver el bosque desde la lejanía.
Ayer o anteayer ante la noticia de
que el Ayuntamiento de Madrid concedía no sé qué medalla al estado criminal de
Israel, de pronto no me surgió otra cosa, tan incomprensible me parecía la
noticia, que preguntar en Facebook si
alguien me podía explicar el hilo conductor que llevaba precisamente a conceder
ese inusitado honor a un estado que día tras día asesina en la franja de Gaza a
cientos y miles de palestinos indefensos. Y me pongo en el caso de un
extraterrestre venido de otra galaxia que sobrevolase accidentalmente el
Mediterráneo oriental, que es una manera de ver el bosque en un contexto más
amplio y, como comentaba Rosi, la única explicación que encuentro es que los
del Moco Verde, asesinos en potencia como los israelitas (habría que matizar,
evidentemente) de aquellos que son la "escoria de la tierra", los “no nosotros”,
con este gesto medallesco lo único que pretenden es buscar nuevos socios entre
la basura social que siempre está, caiga quien caiga, con los más fuertes, con
los explotadores, con los insolidarios.
¿Qué es lo que hace que haya tanta
gente afecta a estados criminales como
EEUU e Israel? ¿Qué les mueve a ponerse del lado de los asesinos y de
los genocidas? Los del Moco Verde, que en los años cuarenta del siglo pasado
probablemente se hubieran sumado a los nazis para hacer de los judíos jabón –allí
las cámaras de gas y los hornos crematorios llegaron a matar hasta 5.000
personas por día, en Gaza todos los días Israel asesina a cientos de
palestinos– ¿por qué ahora cambian de bando y apoyan el exterminio del pueblo
palestino por los descendientes de los judíos de entonces? Los palestinos, los
inmigrantes, ¿acaso la extrema derecha no está buscando el exterminio de todos
aquellos que el Jesús del Evangelio nombraba como pobres de espíritu,
los necesitados, los sin techo, los indigentes? Y de paso, ¿qué coño hace
Cuando el Mal se alía con la
egomanía volvemos a estar a las puertas de la barbarie. Cuando Margaret Meat
cifra el nacimiento de la civilización en el instante en que un ser humano se
rompe una pierna y otro se arrodilla a su lado para entablillarla y ayudar al
herido, lo que está haciendo es establecer una neta separación entre la
civilización y la barbarie. Y es obvio que las acciones asesinas de Israel, de
Estados Unidos y la de aquellos que los apoyan,
Yo no diría tanto, como dice un
amigo cuando indica que ser derechas es propio de malas personas, pero sí
aseguraría que ser de extrema derecha es propio de bárbaros, bárbaros abocados
a hacer del mundo una burbuja en donde unos pocos tienen de todo mientras el resto…
que se pudran. Inmorales y gente que apesta
¿Y qué es la vida sino el paso por
este otoño, el invierno, los problemas de convivencia, el egoísmo, la
solidaridad de tantos, la compasión, la codicia, el amor, todo íntimamente
imbricado en la sociedad y en el individuo pero que tan nefastamente se ha
resuelto siempre en la historia de
Y sin embargo, A pesar de todo… gracias porque vivo, como canta mi amiga Marga
Fuentes. Gracias porque pese a tanta miseria, a tantos miserables, en el mundo
sigue habiendo gente de bien que hace frente a la barbarie.
Muy acertado...
ResponderEliminarA pesar de todo...gracias por estar ahí, Alberto.
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