![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgU8cZkmpd-xiJT3EBIZH8CUSm3JZsgcNL7gD9opa00wTh3N0Y_EO_ZXcgZKCTG1082uu3PU-6_6OWKY0cMGCafmj7Cp15lDlJex0LIYR_76Yx6fx74RVgnlc3N6erxbQ_9s2Px2OMq7FBWLftrOHPoe6tpwrTNcl3zwm-y0XOMdjtfPS5r6SlrBoMytXNv/w640-h364/sss.jpg) |
Detalle. Velázquez. Cristo crucificado. |
Museo
del Prado, 5 de julio de 2024
Esta
mañana tiene el sabor de los muchos veranos dedicados, cuando nuestros hijos
eran pequeños, a visitar ciudades y museos de Europa. El turismo, los turistas,
se ha convertido en una peste, pero también ellos pertenecen a aquellos tiempos
y por tanto me ponen esta mañana en relación con aquel pasado. Dedicar años de
la vida a museos del mundo, no sólo de montañas se vive, deja en el alma un
complejo poso de bellezas universales que, adormecida tras largas ausencias,
rebrotan como semillas a las que un poco de humedad ha sacado de su adormecimiento.
Las sensaciones vuelven a fluir con fuerza y ese Marte y Venus que te recibe en
el vestíbulo del museo, y que en otras ocasiones miraste de soslayo sin
prestarle apenas atención, hoy te llena de emoción y contemplas a Venus con esa
mirada que dice: qué colada estoy por ti, mozo. Y Marte: Aquí estoy, mi chica, soy
todo tuyo. Y si miras a tu derecha y te encuentras con el Cupido de José
Álvarez Bouquel, sonríes complacido porque ya te imaginas al tal Cupido
haciendo diabluras y enamorando al sujeto de turno aunque sea de una piedra.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAl3iZmMwYqr1sMpXo1XP8QBK88UuOEDBt-R11VmB3PbhVKUNMopwLzqBKQtOe_6h-WR4Hd-DVjzC4fcGV6gt-yyT01c6nllKyKriwQ7YZD3Uhp-0OUzushpc_jexFTGwTTf9eH-_8lFIbmxEY_dk87K6QMzX6ys6LhpNFH4KD3Auuzz7ogWm_JREWdnP-/w640-h640/Venus%20y%20Marte.jpg) |
Canova. Marte y Venus |
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7-kFCnWHkXUrmrLV_FYWeB_iB_H3zyF5Jg9l40GI_2KVANal5eBibJ5gX7B-u-sP8Vvyt4fEtiIE3Ehe5jYr18ADLel0NWdN6aO5T3myZtWs19bkuwT3ympLWqFo9acJWEXtx_J-s-H-imcsR4lrfcDbvOe2XlGT7banTU9mTb3EkfuRoUKvxQ7l5s8ad/w640-h640/Cupido%20o%20Amor%20con%20todos%20sus%20atributos.jpg) |
José Álvarez Bouquel. Cupido |
Pasear,
detenerse, admirar, sonreír, disfrutar. Recorrer siglos, encontrarte con la
historia, con rostros obsoletos y sin alma de reyes, con la poderosa mirada de
un retrato de Durero, con el dolor que producen los acontecimientos de la vida,
con la gracia y las bromas de ese grande que es el Bosco. Siempre aspirando a
conocer de la esencia de las cosas en los lienzos que nos dejaron nuestros
mayores, aspirando a nombrarla con las palabras justas, a indagar en ese
terruño que es la historia, la del arte y la universal que nos precedió.
Y dejo
a Canovas a mis espaldas y enseguida me encuentro a mi derecha con el Brueghel el
Viejo de su El triunfo de la muerte. Fantástico Brueghel el de los
tiempos de la siega y el dorado trigo que tanto recuerda a Van Gogh, o a los
paisanos patinando sobre el hielo de un paisaje urbano y que aquí, después de
recorrer ese mundo de muerte, desenfadado te hace sonreír cuando descubres un
culo apuntando como un cañón al cielo y en el que crece un manojo de flores; o
no, que eso pertenece al Jardín de las delicias del Bosco. Lo mismo da
también, Brueghel se ríe de nuestros afanes y deseos de grandeza; obsérvese si
no a ese rey turulato que yace en el ángulo inferior izquierdo de El triunfo
de la muerte. Tantas grandes aspiraciones para que días después, el muerto
al hoyo, el vivo al bollo, Brueghel se ría de ti y de tus aspiraciones de
grandeza. Pon a un rey o a una gran personalidad sentado en la taza del
váter y verás cómo los sueños de la razón producen desvaríos de todos los
colores.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV88px-Ak3Yuh0UDp7apgrUfPNXmKUtQzDQM4TWj4zORhDiktg4uQOfjEXeAW0-xun6NK3sxr7sfmqcCTHU6lxP-IUb30Ti6FOnDXoCh1wg-jOsBcWnXvx3p91K1gw-wXugiUiUyAc8rNPiPiT1aAYF31l3dyPWuaXdXTfjptR2z5lMlnJJu91Jz-cG1hV/w640-h362/Captura%20de%20pantalla%202024-07-05%20173404.jpg) |
Detalle de El jardín de las delicias, de El Bosco |
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg69QrSoxKXRLY87bEwh5Ucp7fYYrYpdKDTSo2VId6esY3B2MA8j5W4VSFSdUH5Uq5xAJyfu4iFNXNjtZ-KzxmIxuN29wxfipqkKAVNCqEnOWqP38y6e1E-hmUiEmNrqI3VEnfb-VwnjNCrkzl0vhyphenhyphenDHmntY2sl6okBiaKDMTAmmK5xBWNKx7MG-MbXruHx/w640-h480/El%20triunfo%20de%20la%20Muertevvv.jpg) |
Detalle. El triunfo de la muerte. Brueghel el Viejo. |
Sí,
decía, mirar por aquí y por allí y de repente desplegar, esas flores en el
trasero, ahora sí, del Jardín de las delicias, una ancha sonrisa. O más allá viendo unos críos que trepan por
un árbol para ver al niño Jesús recién nacido, en el Tríptico de La adoración de los magos; incluso la rechifla de ese sujeto
que se hunde de cabeza vertical en el agua y cuya única preocupación es ocultar
sus genitales con la mano.
Más
allá la burla simpática, seguimos con el Bosco, de ese cerdo acostado
plácidamente a la vera de San Antonio Abad mientras éste se encuentra sumido en
profunda oración. Y dejo aquí mientras tanto el recuerdo de la extracción de la
piedra filosofal, burla, terrible tesitura, que más tarde encontraré otra
igualmente sabrosa unas salas más allá.
Y no te
digo si abriéndote paso entre el gentío de turistas, cual si fueras a ver la Gioconda en el Louvre, te
enfrentas al magnífico espectáculo de El
carro de heno. Tomarse la vida con humor, reírse de nuestra humana
condición. Pero aparta tu mirada del grotesco espectáculo que ha creado el
Bosco en torno al carro de heno y sonríe viendo a la izquierda del tríptico a un
ángel enfadado por la desobediencia de Eva y Adán mientras éste, tapándose el
pito con una mano con la otra se dirige al ángel diciéndole algo así como:
venga, coño, no será para tanto; ello mientras Eva, con la mano derecha sobre
el coño muestra con la izquierda y su mirada un rubor primero muy femenino. Se
ve que la desnudez ya ha despertado el temprano rubor que atravesará todos los
siglos por haber hasta nuestros días.
Y
arriba del todo un dios todopoderoso con los brazos abiertos como mostrando la
exuberante magnificencia de lo que ha creado. He aquí mi obra, parece decir
mientras que en el ángulo inferior derecho el abad de algún monasterio brinda
por la Creación
con un vaso de vino en la mano. Genial. A la izquierda otro detalle, la
serpiente ofrece la manzana de la leyenda mientras Eva, con la mano cubriéndose
el chichi parece estar diciendo a Adán: oye, tú, ésta, la serpiente, nos está vacilando
o crees que merece la pena darse el gusto de comerse esa manzana. Lo cual,
echando ahora una ojeada al Génesis, puede sonar a una infantilada de Yahve,
eso de la manzana, capricho de señor feudal poniendo a prueba a sus súbditos.
Y qué
mundo tan diferente cuando abandonas al Bosco, a Brueghel el Viejo y pasas a
las salas siguientes, esa seriedad, esa devoción impostada. Ahora la vida ya es
otra cosa, ahora la
Iglesia Católica ha entrado en acción y la vida se convierte
en una coña, un vivir sin vivir en mí porque es otro momento y en lo que hay
que pensar es en el valle de lágrimas en que vivimos, y por consiguiente en la
vida eterna que nos espera. Sumisión a un dios: amén, se acabó la fiesta.
Pero
ojo, que no todo es teatro, que según me voy acercando a Van der Weyden, ya
encuentro un San Juan y un Cristo que rinden homenaje a los sentimientos
profundos: Maestro de la redención del
Prado, de un discípulo suyo, Vrancke van der Stockt. La diferencia entre lo
afectado, lo ñoño, lo lelo y los sentimientos profundos se hacen presentes con
sólo atravesar el arco a la siguiente sala. A este San Juan no le corren las
lágrimas por las mejillas pero sus ojos están llenos de una tristeza infinita que
conmueve. Un discípulo éste, Van der Stockt, que pareciera el doble del propio
maestro, al que seguidamente, este último, vemos en la sala siguiente en su San
Juan atendiendo gestualmente a la virgen, que parece haberse desmayado; atiende
como parte del protocolo porque en realidad San Juan está totalmente ausente
del cuidado de ella. Su mundo interior, su dolor ocupan todo su ser con una
fuerza descomunal mientras las lágrimas corren por su rostro. En todo este
mundo de dolor sincero y lacerante llama la atención el preciosismo de los
ropajes de los personajes que acompañan el cuerpo lívido de Cristo, unos
atuendos propios de los festejos de la alta burguesía flamenca. Cristo era todo
sencillez y humildad, pero ya en aquellos tiempos el gusto por la buena vida y
el sentido de clase han dejado atrás el primer espíritu de Cristo y todos se
han subido al carro no de heno, sino de la opulencia y la ostentación; la Iglesia Católica la primera. De
todos modos tanto Van der Weyden como su taller son un homenaje reiterativo y
hermoso al dolor profundo de los hombres, en este caso representado en el San Juan
(La piedad. Taller de Van der Weyden)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkGtvS124X-9SVJD9G9ZLL1FsbriiX9UrPmrKTSa8X3jdtiWSgmEGXSosCwQpSHDwZBsJNY-XdYztqMHYwMB7VfY6bxB7e9mOs1xfCYlUsyg0vtTdQo9a0H4VhopQSUkWDHA75pLh448xqHv1_-c-v2BibXFD3m_clTLaKq7TXf0c6PLiSeYP24sGmjhVA/w640-h496/El%20Descendimiento%20de%20la%20Cruz%20(1).jpg) |
Van der Weyden. El descendimiento de la cruz |
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFcWZxC12dpIR4sG-LcwtZAhG0OgzR3RwbTo6UmhXAFgIseBg9hPNyUyjjSl8N0udmiEKXhBIX3004ylEqhyphenhyphenpLxEj3Ch20LL7HBzuGViC0t3wmY5sCWMrg_bjxW4aplU2dv0qDrmahnH0DMeMCwX2YSQhrawVzuez1POUwWWTEa473SkIFpQzH2Lg7DdB1/w640-h516/El%20Descendimiento%20de%20la%20Cruzx.jpg) |
Detalle. Van der Weyden. El descendimiento de la cruz |
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhOZVlwNGC7vlRvxwHUqRfc81vrJu-nv49I1LjDKqUVm0FlrDri8GmK5RDa2-4JxnMQ8XpDJBf7PSCh2dYzCDvszGQEEa_msvzcjQqqnnn63-Duz8h6wwMmZZBQ8CjulsxAKKM7M_Exe5lLVsFe6h4oL6peG-kIYBF9Ci20UK3Dp0MbRyZ8aN6WoQUwTqF/w640-h414/Tr%C3%ADptico%20de%20la%20Redenci%C3%B3n_%20la%20Crucifixi%C3%B3ns.jpg) |
Detalle. Tríptico de la Redención: la Crucifixión. Maestro de la redención del Prado. Vrancke van der Stockt |
Y
atravesar a la sala siguiente y encontrarte con una nueva extracción de la
piedra de la locura me hace pensar que ello debería ser una constante en el
siglo XVI. En la sala, Jan Sanders van Hemessen repite la escena, esta vez con
un extractor sanador al que parece que su trabajo de abrir el cráneo del
paciente le divierte. ¡Ay, Dios!, cuánto nuestra sociedad actual habría
necesitado de esos médicos dedicados a extraer de tantos influyentes personajes
actuales la piedra de la locura.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvZLzWRzQRfNwl6116ZJ1FH445_IGm-N2UK2PAQv0RL1mugRAm5q4wo6znfTP7bOFbP9V18BWeM_Oy7ONrkV-npgKYEulhDKwm1BMdKT04-XFaryC1ShjD0cr6LYWDC3pbCMSxhBbsw48T7cKQKPWcg4hmzAWdHFP1EhgeyY4nBM2nnZuhIicsb5Hafz9N/w640-h560/La%20extracci%C3%B3n%20de%20la%20piedra%20de%20la%20locura.jpg) |
El Bosco. Extracción de la piedra de la locura |
Jan Sanders van Hemessen. Extracción de la piedra de la locura
La Eva de
Durero, donosura, elegancia, esa indolencia praxiteliana que el escultor griego
domina con tanta gracia… y que aquí se refuerza en una instantánea que parece
obedecer a un gracioso paso de baile. La ligera inclinación de la línea de las
caderas, esa inflexión con la que Praxíteles llena de cierta languidez y
elegancia sus trabajos, reproduce aquí una suerte de fragilidad y gracia
encantadoras.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKmQCwGg1xV1hXMFMWBjBE-KO6yl_HbJE5W8mk33evfGQhMkT2qCR6i-r8uJDcmsqf-Aw2wm1tId8M2nSWqwsIzq-RVpUrD2CGDPKSPNrr8P7mgpd1VbiNkwR49WQvasr924Jwp3M2lSRgkgX5xO8ig2m7fLRNu0rgL2s1hMKgkgMp7pvLZhRohRrAhvBW/w244-h640/Eva.jpg) |
Durero. Eva |
De todos
modos las visitas a los museos se han convertido un problema para mi espalda.
Pese a que me he traído de casa el corrector de espalda, un artilugio que me
ayuda a mantener la espalda erecta, después de Durero me veo obligado a buscar
la sala de descanso para darle una tregua.
Hacía
tiempo que no venía con tanto gusto a ver pintura. Fue, ya escribía el otro día
sobre ello, una leve brisa que me visitó cuando leía hace días un libro de
Manuel Alvar. Las motivaciones: “Frágiles como el cristal, el talco, el caolín
y efímeras como la luz del relámpago a la que hay que estar atento cuando llama
a la puerta”, escribía esta mañana Pedro Mateo en un comentario. Hoy no quise
perder esa calidad efímera en que se presentan a veces estos deseos y pese al
calor, aquí estamos. Victoria a recorrer las salas de Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910) y yo a
seguir el rastro de los flamencos que fueron los que alentaron mis deseos.
Y
sentado apaciblemente en la sala pienso también en “el otro museo” que son los
rostros de tanta gente procedente de distintas partes del mundo. Así que de
tanto en tanto dejo de mirar los cuadros y me centro en los rostros de la
gente. En ellos puedes encontrarte un Botero, esa joven supergordita de amplios
mofletes que recostada sobre una columna contesta un guasap; un Modigliani en
el cuerpo alargado y grácil de algunas féminas que bien habrían merecido el
diván en el que el pintor, desnudas ellas, hizo fortuna vendiendo cuadros a sus
adinerados clientes; un Murillo, una de sus vírgenes, en esos rostros de mujer llenos
de una infinita ternura; un Doménico Teotocopoulus en esa alargada figura de
una mujer marroquí que viste un kaftán o chador de ese azul que tanto gustaba al Greco.
Y descansado
que he, me voy camino de Mantegna, una antigua adicción mía que en una ocasión
me llevó a visitarle en Milán en la pinacoteca de Brera; su Lamentación sobre Cristo muerto. Pero
antes paso junto a Boticelli, cuyo Nacimiento
de Venus el amigo José Luis Ibarzábal situara en una ocasión en el Prado, que
más quisiéramos, que aquí nos tenemos que conformar con ese banquete
interrumpido por un caballero al galope al que preceden unos perros que muerden
afanosamente el trasero de una joven desnuda que a todo correr pasa junto a los
escandalizados comensales (Historia de
Nastasio degli Honesti). Desbarajuste, desorden y un idílico fondo de
paisaje bañado de sensuales azules.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8JLhvdneJxTowICg-EPT2VjmZnvYqMyP0JmeG8T2VsgvkiasNEO7dFZDdf_7tg-d1Uepxa2HzJImZVK8VltBFGOZkl9lhXxfFFoLkcHz_wvSIepjfn1KJLr3Lw7zKYwWhH0ivNX_s6wQ4i7DwaKY5YloKENI4gbSNhB9BnECZP1HKbJUNOe1RRrkvtQ1u/w498-h640/El%20Tr%C3%A1nsito%20de%20la%20Virgen.jpg)
Y cómo no, enseguida llega la
delicadeza de Fra Angelico en su Anunciación,
el candor del rostro, hágase la voluntad del Señor. Y El tránsito de la
Virgen, de Mantegna del que acaso me aficioné no sé por
qué razón leyendo las páginas de aquel librito de Miguel D’Ors titulado Tres horas en el Museo del Prado. Y
recordando a Miguel D’Ors la curiosidad de que de aquel libro sólo me quedaran
la impronta de dos cuadros, el de Mantegna y El Cristo crucificado de Velázquez, un lienzo este último que
siempre me ha producido un profundo sentimiento de solidaridad con ese cristo
manipulado y execrado por la Iglesia
Católica y por las adineradas clases sociales. Esa
conmovedora soledad de Cristo tan lejos de los mercaderes del templo, papas,
clérigos, ostentosos templos, la banca vaticana, el desprecio de la humildad…
Bastó para que Cristo muriera en la cruz para que tantos de sus seguidores
hicieran de sus palabras y su ejemplo un escarnio, un putrefacto mundo de
intereses inconfesables. Esa es la soledad del Cristo de Velázquez que yo contemplo
allá sobre las cabezas de la multitud de turistas antes de reunirme con
Victoria a la salida del museo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjq_hYOwoUfdp6wuY_y7mrACCW78hqj0YBhFYxvHULhkMjgGL0s8BX_nMzAvQp7oNNx1VMFLlzQVDDTpRc-qg3LpyhEo07EQ0-Bm9-tHtrD0lvslp7T8gcnKwB-vLD0O-1RV-rKmZp0_z31RKMDU9eX0ramXXefuoJV6UfGREdTvaYHIZdVkc5PAzfKQZrW/w640-h540/La%20Anunciaci%C3%B3n.jpg) |
Fra Angelico. La anunciación.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDgN4l0EHgBgbN1fA3WGqYMP-q2hB5QKTvmTatBIRaDAHvHIgIg5-fe_STF5VtZpa1DQeTpz0XedPEzoHz1wSdDjKAN9CrEgz28g1K1tLI9N7kuW9DvAVSt7UeQ5V3_j6bMBBLa_1LPG2x628h2LyLwSwbDHXyTqDm6hwT4dvMDCVnSL09c3z1nxi_SqdN/w434-h640/Cristo%20crucificado.jpg) |