domingo, 5 de mayo de 2024

Radical

 


El Chorrillo, 5 de mayo de 2024

La hora de la siesta. No es fácil comprender que no hay finalidad que valga para aquellos terrícolas que habitamos este planeta, que el único fin práctico es vivir el momento con la mayor paz posible y que acaso quepa en ese vivir el momento el modo en que organizamos el futuro, lo que ese futuro encandila a nuestro ser interior. Y sí es posible, pensar en un futuro en el cual la vida del día a día sea un suculento manjar, algo que apasiona y que probablemente tendrá que ver con la belleza, y con pasiones que nos dejen el alma en estado de buena esperanza, de recreo interior y recreo de lo que nos rodea. Buscar para un futuro inmediato un presente placentero lleno de tensiones, gozo de la naturaleza, diálogo con las estrellas y los elementos. En eso puede consistir ese futuro presente con el que el presente de la hora de la siesta piensa.

Y mientras aquél llega, hacer del presente otro tanto de lo mismo. Puro estar, puro contemplar el movimiento de las ramas de los árboles, el rumor de esa avioneta que en este momento cruza el aire. O gustar el cansancio de tus manos que durante un rato han forzado los muelles de cierto artilugio y que te va a permitir agarrarte con mayor garantía a las presas que recorren la fachada de casa hasta el alero del tejado. El cansancio, aunque sólo sea del esfuerzo de las manos, también es un estado de gusto y satisfacción.

Y cerrar los ojos y retener ese movimiento de hojas de los árboles que todavía vibra en el fondo de la retina. Sentir el cuerpo, la delgada sensación de bienestar que deja el ejercicio físico y los trabajos de la mañana en la parcela. Ahora es hora de descanso, de recoger acaso las impresiones que quedaron como flotando mientras trabajaba en la parcela.

 

La noche. Hasta aquí lo que había escrito después de comer y que nació sin más de mirar tras la ventana el movimiento de las ramas de los árboles. Ahora es la una de la madrugada y acabamos de ver una hermosa película que nos recuerda que acaso no todo está perdido y que hay esperanza, poquita, poquita, es verdad, para un mundo mejor. La película lleva el título de Radical y nos la trajo una cigüeña en el pico. Mi agradecimiento a Santiago Pino por ese bebé tan lleno de esperanza que nos habla de una educación en la escuela que todos los años de un siglo serán incapaces de traernos. Hablamos de los males del mundo, pero después de ver este film me reafirmo, como he pensado siempre, que el mundo no tendrá solución mientras nuestros hijos y nietos no tengan una educación… una educación… ¿Cómo calificarla? Una educación que nos haga pensar, que nos forme como personas, que busque en la profundidad del individuo la razón de su ser y de la realidad que le rodea.

Hoy se me hacía un nudo en la garganta contemplando secuencia tras secuencia lo que durante treinta y cinco años de ejercer como maestro intenté que fuera mi trabajo. Una escuela que enseñara a pensar y a desarrollar las propias capacidades, una escuela viva en donde los niños se sintieran en su propia casa, investigaran, escribieran historias, indagaran sobre los porqués del mundo y la vida; una escuela más allá del aula, una escuela viajera, pero sobre todo una escuela fuera, lejos de esa burocracia que ahoga la educación de los pequeños matando su creatividad y convirtiéndolos en niños de mantequilla. Niños en las manos del consumo, blanditos, caprichosos, niños que lo tienen todo a quienes padres y educadores ahogan en paños calientes.

Junto a la emoción que me producía el desarrollo de la película, por dentro me corría una indignación paralela que me recordaba la zafiedad, la ineptitud, la total incompetencia de tantos inspectores que conocí, casi todos ellos burócratas totalmente inoperantes y como cargados de una importancia que les hacía personajes ridículos de una película de ficción. ¿A quiénes les interesaba una educación real, crítica, forjadora de personas autónomas? Eso no existía en la escuela, en la escuela lo que contaba era un currículum y saber hacia donde meaba Fernando VII, si a izquierdas o a derechas.

Me indigna, me indigna ver tanto papaíto y mamaíta pendiente de su hijito, dándole todo lo que pide el churumbel, dejándole apenas espacio para desarrollar su propio mundo interior, ese que todos llevamos dentro y que necesita buenos maestros y educadores, pero que estando como está el mercado y obedeciendo a la ley de la oferta y la demanda lo que proporciona más que buenos educadores son émulos de ese mundo que estamos formando en donde los móviles, el consumo y la sociedad organizada del ocio dejan un rastro de esterilidad en las mentes de los futuros adultos.

Esto no es un texto, esto es parte del cabreo que me sale de dentro esta noche  ante la impotencia, una impotencia que viene abonada por la sensación de que poca solución tiene el mundo, la sensación de que los borregos son tantos, la sensación de que la verdadera educación importa un pito, la sensación de que día a día vamos cavando más hondo nuestra desgracia. Y lo que vemos a nuestro alrededor, Israel, EEUU, lo que se cuece en Europa, los intereses económicos, la cada vez más estrecha libertad, no son más que el resultado de una educación infame. En un mundo en donde la gente tuviera una educación de calidad, crítica, sabedora de lo que hace con su vida y con la sociedad, sería totalmente imposible el panorama que tenemos encima. Parece que aprendemos, que sabemos, pero es falso, nos llevan de aquí para allá como borregos. Conclusión: ignorancia, falta de educación. A ciertos poderes no les interesa una educación de calidad, ciertos poderes lo que están pidiendo constantemente son borregos, borregos para llevarlos de cabeza a las urnas, para que consuman a trochi mochi, para que no piensen. ¿Para qué educar para la libertad, para qué educar la creatividad, la autonomía… todo eso que tan molesto es al poder?  

¡Bah!, me voy a la cama. A uno sólo le queda el consuelo de saber que en muchas partes del mundo sigue habiendo maestros como el de la peli de hoy (una historia real), gente en la enseñanza, en la sanidad, en tantos lugares que pese al rebaño sigue con todas sus fuerzas creyendo y luchando por un mundo mejor.

 


jueves, 2 de mayo de 2024

La edad madura, ¡esa maravilla!



El Chorrillo, 2 de mayo de 2024

Esta mañana mientras bailaba para deshacerme del sueño que llevaba pegado a los ojos, sonó la entrada de un guasap. Era del amigo Paco con dos mensajes diferentes, uno que había nevado en los alrededores de su casa, en Hoyos del Espino, y por supuesto en el Circo, y el segundo que incluía unas imágenes de sus últimas obras pictóricas. La verdad es que me dejó algo impactado, especialmente la pintura de su autorretrato, se me escapó un “¡¡¡Joder...!!! Me encanta... Has descubierto la pasión de tu vida”. Él me contestaba que siempre había tenido esa vocación, que el problema había sido no haber sabido explotarla cuando era joven. Le contestaba yo que nunca podremos saber del todo la riqueza que encierra nuestro yo y sus posibilidades.

Este breve intercambio de mensajes desencadenó en mí una serie de pensamientos dispares que bien merecían una reflexión. Paco, amén de escalador, tuvo siempre una prolífica vida profesional, desempeñó un cargo de alto nivel en una multinacional, se hizo cocinero, levantó un hotel y un spa en Hoyos del Espino con su mujer Teresa, el Milano Real, es sumiller, se hizo astrónomo y pocos años después de su jubilación, a los setenta y dos o setenta y tres ingresó en la universidad de Salamanca para cursar Bellas Artes. Más cosas no pueden hacerse en la vida. Y ahora, cuando le oigo o me manda alguno de sus trabajos, tengo la impresión de que necesitaría todavía un siglo más para seguir explorando lo que lleva dentro.


"Autorretrato". Pintura original de Francisco Sánchez

Lo que llevamos dentro. Ese es el asunto que llama mi atención esta mañana. Pero antes hablemos un poco de arte. Sabido es que aprendiz de mucho, maestro de nada. Y me refiero a mí mismo cuando escribo de tantas cosas que, por supuesto, asumo desde mis limitados conocimientos y como aquel que careciendo de saberes especiales, tiene necesidad no obstante de expresar su parecer sobre aquello que le llega a los sentidos. El arte es uno de esos asuntos sobre los que me gusta dar mi opinión, que tanto pasa por considerar las obras de Duchamps como algo que nada tiene que ver con el arte, como  quedar en blanco ante tantas pinturas de las últimas generaciones que en absoluto me dicen nada, como aparecer profundamente enamorado de los claroscuros de Rembrandt o la explosión de la luz y los colores de Van Gogh o Cézanne o Chagall o tantos otros. Esta mañana sin más, y no sé por qué, cuando vi las pinturas de P me acordé de algunos pintores que estuve conociendo hace unos años en Reikiavik. Había ido a Islandia a hacer una larga travesía clásica y completé el recorrido del país con una visita al museo local. Fue un acierto. Aparte de lo que pone en relieve el mercado y las tendencias pictóricas, existen multitud de museos a lo largo y ancho del mundo en donde se hacen trabajos notables que no van más allá de las fronteras del país y que tienen el sabor y la templanza del lugar. Cada paisaje y circunstancias históricas destilan una clase de pintura específica. La del museo de Reikiavik recogía lo que aquella tierra proporciona, el paisaje nórdico, los glaciares; la sensación de soledad en muchos cuadros era el sujeto esencial. Pero algo parecido sucede en Ho Chi Minh, donde la pintura del Museo de Bellas Artes de la ciudad destilaba los sufrimientos del  pueblo vietnamita por parte de los norteamericanos. En Bali las pinturas eran risueñas, festivas, de motivos tradicionales. En Moscú recuerdo cuadros, esas pinturas que busco en los viajes que muestran la historia o la vida de la gente, cuadros del mundo rural que me hacían recordar los cuentos de Gogol, los personajes de Dostoievski, la aristocracia de San Petersburgo. Los artistas expresan su propio mundo interior y el del entorno que les rodea.

Probablemente mi recuerdo de las pinturas de Reikiavik tenía que ver con la tendencia de P a reflejar también parte de ese entorno que él conoce tan bien, el universo de las galaxias y las estrellas, un prodigioso mundo que pinta y que él mismo fotografía desde la bóveda sobre el Milano Real, donde instaló en tiempos un telescopio. 


Pintura original de Francisco Sánchez

Bueno, a poco que me descuide ya no me da tiempo a escribir sobre el asunto que motivó estas líneas. Quien me lea de vez en cuando habrá comprobado que tengo una especial debilidad por los temas y las personas que van alumbrando mi edad madura en una u otra dirección, pero siempre con la vista puesta en lo que pueda hacer de mi propia vida algo sumamente interesante. Y para ello nada más hay que abrir los ojos, mirar alrededor y no perder ni un minuto en libar de allí donde uno tiene asegurada la miel del futuro. Me admiraran los hombres y las mujeres, y no hago lenguaje inclusivo, que no me gusta, sino que subrayo pensando en una mujer que días atrás, una mujer de noventa y cuatro años, veía escalar en algún lugar de los Alpes; me admiran aquellos que hacen de su vida, sí, un arte o como lo quieras llamar.

No hace mucho Carlos me mandaba un texto que había escrito; llevaba el título de Cho Oyu 8.201 m., en el que daba cuenta cómo él había puesto pie en esa edad que parece estar convirtiéndose en un fertilísimo tiempo, la puerta a otra vida, para mí sin lugar a dudas la más interesante de mi existencia. Carlos cumplía entonces los sesenta años y se le ocurrió celebrar su cumpleaños (manda cojones…) intentando la ascensión al Cho Oyu y al Shisha Pangma (si le daba tiempo, escribía). “Era para comprobar que, a esa edad tan especial de los 60, podría seguir haciendo lo que más me gustaba”. Comprobar, ver que uno todavía puede, o simplemente, como añadía más adelante, si aquella podría ser una huida hacia delante. Días atrás en el rocódromo me encontré con otra figura, Fernando Cobo, que también con los sesenta hablaba de esta fiesta que es la vida y que había que seguir celebrando por lo alto.

Huir hacia delante, decía Carlos. Y tanto que huía hacia delante. El otro día contaba Pedro Mateo que entrenando en Pedriza el reloj de entrenamiento de Carlos se volvía loco, porque después de recoger su edad, los tiempos, la altitud superada y la dificultad del recorrido, el reloj le decía que ahora tendría que descansar un mes para recuperarse J. Me partía escuchando a Pedro… Y mientras, Carlos enfrente dejaba salir de sus labios una de esas sonrisas picarronas frecuentes en él, algo así como si sonriera a alguien que le está proponiendo meterle en una residencia de ancianos. Qué bueno.

"El Cosmos", grabado original de Francisco Sánchez

Yo no sé si se puede decir más, sacar un corolario, esas cosas que no me gusta hacer, pero sí, hay que decir que dentro de cada uno existe una mina y que el curro consiste en ir olfateando las posibles betas que esconden las profundidades de cada uno. A mí me desahuciaron en el 2003, el traumatólogo me dijo que con esas rodillas ni se me ocurriera subir montañas y menos todavía cargado con un macuto. Me faltaban dos años para la jubilación. Aquel mismo verano cogí un avión a Niza y dos meses después llegaba a Venecia tras atravesar la espina dorsal de los Alpes.

Lo dicho, que no hay que perder de vista ni a la señora esa de los 93, Kletterin Klettern, que escalaba en Alpes días atrás, ni a Carlos que prácticamente hizo casi todos sus ochomiles después de los sesenta, ni a Paco que comenzó la universidad a los 73 y que a punto está de convertirse en un artista puntero, ni a Eduardo (Martínez de Pisón) que en otro plano no para de escribir o dar conferencias a lo largo y ancho del país. Ejemplos no más, que a montones andan por el mundo septuagenarios y octogenarios (y nonagenarios) que no se cortan un pelo con eso de que vayan cumpliendo muchos años.

Link al vídeo


 


miércoles, 1 de mayo de 2024

Qué bichos más curiosos nosotros

 



El Chorrillo, 1 de mayo de 2024

Estamos charlando durante la comida. Sale a colación determinada profe de educación física que era compañera de Victoria. Ni idea de de quien hablaba, pero en cierto momento la referencia a una postura algo indolente que ella adoptaba, enciende una lucecita en mí y recuerdo un día que pasó por casa y que entrando la conversación por determinado cauce propicio me dio pie para hacerle proposiciones deshonestas. Y así sin más observo que empieza a ponérseme el cuerpo contento; cierta espita empieza a gotear. Abro el periódico esta mañana y aunque me he hecho el propósito de no leer titulares de, ni pasar la vista por los espeluznantes caretos que pueblan la política del país, aún así veo de refilón por el rabillo del ojo una sonrisa cínica… y se me revuelven las tripas. Cae una lluvia repentina frente a mi ventana mientras contemplo el campo cuajado de chupamieles y jaramagos y de repente me acuerdo del entusiasmo con el que ayer en una comida de amigos Juan Talavera, Fernando, Ramón, Beatriz y Amelia Varela hablaban del pasado de cuando los primeros tiempos de todo, es decir Galayos, Gredos, Pedriza… y mis labios esbozan una sonrisa.

Vamos, que estás tan tranquilo en casa mirando a las musarañas y de repente se te agita la libido si recuerdas a aquella chica que pasó por tu casa; que tu cuerpo libera cortisol si piensas en esa gentuza de la política que todos conocemos; o si la cosa es agradable compruebas que la “hormona del bienestar” se hace presente y entonces que un chorrito de serotonina se expande por tu cuerpo. Un día sin más te despiertas con una tristeza que te come hasta los higadillos y que, como la niebla penetra en el bosque, ella se adentra en tu interior y entonces el mundo es un valle de lágrimas. Otro te sorprendes aquejado por un arranque de facundia en una reunión de amigos, una ganas de hablar que acapara la conversación y que no hay modo de contener. Y luego llegas a tu casa, y ya tranquilo recuerdas y te dices, joder, qué pasada, seguro que ellos estaban deseando ponerme un esparadrapo en la boca. Y no te digo ya si te enamoras, entonces ya ni neuronas, ni neurotransmisores, ni leches, quedas KO desde el mismísimo momento en que los ojos embrujadores de la fémina de turno han atravesado el gelatinoso humor vítreo de los tuyos y han aterrizado sobre tu retina. Nuestro corazón palpita como una patata frita en un momento, en otro expele un chorro de bilis ante lo que ven tus ojos u oyen tus oídos, en otro instante aparece en lo recóndito de tu memoria el recuerdo de una escena propicia que pone tu libido en movimiento, o se te revuelven las tripas, como esta mañana, cuando lees cómo la policía de Columbia ha disuelto a golpe de porra una acampada en pro del pueblo palestino.

Obviamente hay muchos momentos de la vida en que uno aspiraría a la ataraxia, un estado de tranquilidad y serenidad emocional ausente de perturbaciones y turbulencias, eso que persigue el budismo y el taoísmo; pero amigo, vivir en ausencia de esas pequeñas inquietudes que te asaltan al cabo de la semana, que agitan tu cuerpo, te hacen sonreír, soñar, llorar o que soliviantan los deseos para hacer esto o lo otro o para conseguir aquello de más allá, pues que puede llegar a parecer algo desesperante. Julio Villar tenía los nervios de acero cuando dio la vuelta al mundo en su barquito casi de papel, pero mal le imagino en medio del océano con una calma chicha de esas en que durante semanas no corre una brizna de viento. Así nosotros que, pareciendo querer huir de inquietudes que arrebolan algunos de nuestros neurotransmisores, de hecho muchos de los gustos que le sacamos a la vida vienen del roce con las circunstancias, o con los otros.

Ayer sin más me había levantado yo algo jodido, algo nervioso; ni idea de por qué. Ninguna gana de ir a comer con nadie. Pero el amigo Ramón y Beatriz nos habían invitado días atrás a comer con otros amigos, y evidentemente no les íbamos a hacer el feo porque a mí en el cuerpo se me hubieran colado tempranamente raciones de alguna de esas sustancias que interfieren en tu ánimo. Así que me dediqué durante un buen rato a hacer un par de ramos de flores, nuestra parcela está en su momento feraz, unas cuantas rosas de diversos colores, un buen manojo de calas, esas flores que con su vestido níveo de nácar y muselina se yerguen sobre los arriates hablando de la belleza que se encierra en la negra tierra que las sustenta, las dispuse para que se conservaran húmedos y, entre unas cosas y otras cuando me subí al coche ya había dado una patá en el culo a los causantes de mi ánimo equivocado.

Ni qué decir tiene que la amenidad de la conversación, un grupo de amigos que parecía que no nos conocíamos, pero que nos conocíamos mucho más que si hubiéramos estado años juntos, esas cosas que suceden cuando inesperadamente te encuentras recorriendo las montañas del mundo, citando a amigos comunes, todos gente de montaña, y descubriendo que aunque la memoria sea flaca, las vivencias comunes que tuvimos a finales de los sesenta y principios de los setenta están ahí como un tesoro que sólo necesita el aliento de una calurosa tertulia, unos vasos de vino y, mientras das cuenta de la paella, del postre, de los pasteles, del café, para sacar, como quien llena los cangilones del pozo de la memoria, una de esas veladas en las que el tiempo se detiene para dar paso al placer de la conversación. 

Bichos raros, nosotros, sí, porque siendo tan ínfimos en el conjunto del universo, tan como las hormigas o las amebas, sí somos considerablemente diferentes a los gatos o a los pajaritos, y ello se debe a nuestra rareza en relación a los otros seres vivos. Las emociones y sus vientos variables, todo eso que ocurre en el entorno del alma, la tristeza, la alegría, la inquietud por el otro sexo, tantas cosas.

Quizás porque con los años voy desarrollando una percepción de los sapiens como seres vivos, unos más en el universo, por eso de relativizar esa supuesta superioridad con la que nos engañamos constantemente, a veces me sorprendo, cuando aterrizo sobre algunas realidades humanas, de esa excepcionalidad que hace que uno pueda transitar por las emociones como quien subido en el vagón del metro atraviesa estaciones en donde aquí te espera un rato de suspense o decepción, en la siguiente una tarde en donde el placer de conversar es el sujeto, en la otra un pocillo de ternura… así hasta que llegas a final de línea y te toca desplazar el edredón y meterte en la cama, donde acaso, quién sabe sucedan cosas extraordinarias o acaezca que te lances a volar agitando los brazos.

 

 

 


lunes, 29 de abril de 2024

En el rocódromo

 

Imagen de Pedro Mateo


El Chorrillo, 29 de abril de 2024

Alea jacta est?, decía esta mañana un mensaje de guasap de J. La suerte todavía no estaba echada, pero sí, con esa inquietud me desperté, aunque se me pasó enseguida; eran las cinco y cuarto de la mañana, lo cual para un noctámbulo como un servidor es un exceso. Busca dónde coño has puesto el arnés, localiza los pies de gato allá al fondo debajo de la cama, quítate las legañas de encima y tira millas, que el amigo Carlos, Carlos el incombustible, ya había puesto hora a nuestra cita en el Spuknit de Las Rozas: ¡¡¡Las siete de la mañana!!!…

De Pedro Mateo

No sé cómo se organizan los pensamientos, pero desde luego éstos son rebeldes a las normas; no puedes organizarlos como haces con los libros de tu biblioteca o con la ropa interior en el ropero, aquí pongo los calzoncillos, allí los calcetines, o en estante superior los guantes y las bufandas. Los pensamientos hacen lo que les da la gana y te llevan donde ellos quieran, de manera que Sánchez y su decisión quedaron arrumbados en un rincón de mi conciencia. El caso es que cuando me subí en la furgo ya iba algo nervioso. Había estado una vez en un rocódromo de Alcorcón y no había sido capaz de llegar hasta arriba del todo porque me daban vahídos al ver entre mis piernas alejarse el suelo allá abajo. Y luego, eso, el soltarte de manos, dar un envite y quedar a merced de ese trasto. ¿Y si se rompe, qué? Joder, quedas hecho una tortilla… No, no, que iba por y todavía no se me habían quitado los nervios, que ni acordarme de Sánchez ni de su decisión de continuar o no, esa quiniela por cuyo resultado me preguntaba de mañana temprano el amigo J.

De Pedro Mateo

El noctámbulo, yo mismo, llegó antes que el madrugador, Carlos; tanto que ni siquiera un miserable coche había aparcado frente al rocódromo. Poco después andaba con los trámites de entrada cuando, ohlalá, allá estaba Pedro Mateo recién salido del curro adelantándose también al canto del gallo. Qué jodidamente agradable es este hombre… coño, que vamos, que da gusto encontrársele así de sopetón, y es que no lo sabía, pero esto es como el jardín de Rosi, que muestra unas imágenes de toda en flor y debajo un pie de foto que dice: os presento mi jardín; pues como Pedro, que parece que el Spuknit fuera una prolongación de su casa, sí esa habitación más allá de la cocina según vas a la derecha. Dentro, Carlos, que había pasado como un toro derecho al ruedo, ya andaba poniéndose los gatos.

Pedro Mateo, Fernando Cobo, Carlos

Para Pedro y Carlos esto es como su casa, pero creo que sucede con muchos de los que fueron viniendo a continuación, una casa, o mejor una comuna en donde todos se conocen y en donde es facilísimo pegar la hebra con casi todo el mundo. Además, pues sí, hablando con estos dos amigos veteranos me encontré con que mis nervios habían desaparecido. Le pregunté a Carlos por lo más facilongo del lugar, un cuarto superior, justo a donde él se dirigía. Le vi subir y bajar por aquella pared como Perico por su casa, así que allá me fui también. Subida y descenso. No estaba mal para calentar. Luego probé con un quinto, siguió un 6A sugerido por mis dos amigos que me dio un poco trabajo llegando ya al final, pero que sí, que se podía, coño. Quién lo iba a decir. Ni idea si este 6A tiene algo que ver con un 6A de roca, pero bueno. Evidentemente ni de coña la fuerza de Pedro o Carlos, que sólo hacer aquellos largos me dejaban tocao, pero el asunto promete; me van a dar ganas para continuar haciendo dominadas, equilibrios y seguir levantando sacos de arena con los pies.

Hacer una tirada, sentarte un rato a charlar sobre “el césped”; Pedro ejerciendo su afición fotográfica a ratos. Pedro, escalaba paralelamente a mí unos metros más allá, ¿para qué llevas esa cuerda al cinto?, iba a preguntarle, cuando veo que saca el teléfono, se cuelga de una cinta y un mosquetón y se dedica a grabar. Lo lleva en la sangre, seguro que para uno de esos vídeos suyos que cuelga en su muro, toda esa delicadeza con la que trata a sus sujetos, especialmente a su querido Carlos. Qué decir de esta pareja; pues algo parecido a la otra, o al trío, Carlos-Sito-Luis Miguel. No digo nada de Carlos porque no sabría decirlo sin repetirme. Sólo eso, lo bien que me encontraba allá en el suelo charlando con uno o con otro, o incluso contemplándoles desde las alturas cuando decidí probar ese 6A, desde allí arriba pequeños como hormigas contemplando cómo hacía yo cumbre. Les miraba entre mis piernas y adivinaba lo que mentalmente me estaban diciendo. Decían: ¡Ves cómo se puede! Y era verdad, se podía así así, pero se podía. Se podía y con esto cada vez me estaba empezando a convencer de que algo sí se podía volver a aquellos lejanos tiempos. 

Y algo inesperado con lo que no había contado, las posibilidades que tiene el Spuknit para encontrarte con amigos y gente afín, esa terraza interior con vistas al rocódromo donde esta mañana charlamos largo y tendido, charla a la que se unió Fernando Cobo, el Fernando Cobo del que yo había oído hablar, casi una leyenda, y del que ignoraba casi todo, como de tantos excelentes escaladores que poco a poco fui conociendo, y del que de sólo pensar en su hazaña en Cerro Torre hacía que te convirtieras en admirador suyo. Yo frecuentemente tengo la sensación de que hay cierta clase de escaladores, de personas que, conociéndolas por los libros o los vídeos, fueran como personajes de ficción. Y cuando te encuentras con ellos de cara a cara, es como si acabada la película te encontraras sorprendido con los protagonistas en el vestíbulo del cine. Me sucedió el otro día con Julio Villar en , el pasado año con Silvia Vidal en el mismo lugar; me sucede con Juanjo San Sebastián, al que me cuesta reconocer cuando nos abrazamos, aquel que salió salvo aunque no ileso del K2; incluso me sucede con Carlos cuando me encuentro físicamente con él, después de verlo tantísimas veces en vídeos o en televisión es como si te encontraras con Lázaro.

Comentamos Pedro Mateo y yo algo del asunto de Sánchez mientras nos tomábamos algo en el bar del rocódromo tras haber cumplido con la faena, pero nuestra conversación era tan interesante que no quise hurgar en el teléfono para ver si había llegado la esperada noticia. Así que resistí hasta llegar a casa. Allí me fui directamente al ordenador nada más llegar. ¡Guauuu…! ¡Un respiro! Respiré hondo y me puse a escuchar la locución del presidente. Todo volvía a la normalidad. Escuché con alivio aquello que parecía se iba a convertir en prioridad en la mentalidad del presidente: regeneración de la democracia. Sonaba bien y es que me parecía la imprescindible prioridad necesaria… Asunto difícil y delicado porque con la cantidad de mafiosos y sinvergüenzas que seguirán dándole a la consabida moviola, difícil será ponerles las peras al cuarto, pero, bueno, ahí queda y además alejamos la idea de unas nuevas elecciones que pintan mal por los de siempre, ¡bee…beeeee….!

Ahora, ya puestos de nuevo en una cierta normalidad, sólo me queda no volver a ver los caretos de ningún indeseable, cosa difícil porque en las portadas de todos los periódicos seguirá apareciendo esta banda de cretinos, en especial esa que ustedes saben, la que hace un par de años debería estar en la cárcel. Así que como poco entiendo de informática me voy a permitir poner aquí un anuncio que me ayude a no encontrarme más con esta gentuza:  “Porfa, ¿alguien conoce algún procedimiento informático que haga posible que cuando aparezca alguna noticia, referencia o lo que sea en los medios, de alguno de esos repugnantes caretos y caretas de la bazofia de la derecha, impida que yo pueda verlos, un trallazo, un flash que me avise: no leas, no mires, ¡peligro!? Ni en pintura verlos u oírlos. ¿Algún modo de quitarme de encima esa desagradabilísima sensación de estar viviendo en una país donde los más miserables embarran la política, la convivencia, el deseo de una sociedad más corrientita, más justa?”

En fin, un día para celebrarlo. Por la incógnita resuelta que nos pone en el camino, más o menos, de la normalidad; pero sobre todo por esta magnífica mañana que la compañía de Pedro y Carlos me ha proporcionado. Así le daba las gracias en un guasap a Pedro hace un rato: “Gracias a la vida que tanto nos da, amigos, ratos de conversación, sueños, pasión, enormes ganas de vivir”.

De Pedro Mateo



domingo, 28 de abril de 2024

En defensa de los políticos (de algunos)

 


El Chorrillo, 28 de abril de 2024

Y me propongo esta mañana continuar con un asunto que había comenzado hace días, pero la realidad del momento me puede, se me revuelven las tripas pensando en los cretinos y en toda la basura mediática que los sostiene. La indignidad se ha apoderado de la vida pública española y ahí estamos nadando en el fango por obra y gracia de unos cuantos miserables.

Acabo de leer el artículo de Ignacio Escolar que abre hoy la portada de ElDiario.es que me da pie a insistir en eso que tantos dicen de que todos los políticos son iguales. Ojo con ello, un pensamiento infesto que obedece a la estrategia de la indignidad de una derecha que usa esta idea para meter a todos en el mismo saco, a los honestos y a toda esa clase de basura humana que circula en el ala de los conservadores. Escribe Ignacio Escolar: “La derecha ha logrado convertir la vida pública en un lodazal, una estrategia deliberada para igualar la reputación de todos: la gente honesta y la que no lo es”. Los que piensan que todos los políticos son iguales, y además lo expresan en público, se convierten en adalides de la repugnante estrategia de lo más miserable que tiene la derecha de este país.

Existe en mí constantemente la idea de dejar de leer la prensa. De hecho he pasado largos periodos, el pasado año durante seis meses no abrí un solo periódico, de ausencia deliberada. No quería saber nada de lo que sucedía en el mundo, me producía vómitos pasear la vista por los titulares de los periódicos. Así hasta que consideré que era un deber ciudadano, que era indigno vivir de la sopa boba que la sociedad me aportaba; me hacía sentirme en cierto modo un parásito de esa sociedad que facilitaba mi vida, me proporcionaba sanidad, cultura, medios económicos con que subsistir, un entorno en donde desarrollar mi vida personal y familiar. Y volví, fue cuando las últimas elecciones, un tiempo en que yo andaba de vagabundo caminando por los Alpes, y un hilo de esperanza empezó a correr de nuevo por mis venas con ese gobierno de coalición que se empezaba a fraguar.

Y sin embargo ¡qué esfuerzo, ímprobo esfuerzo!, el de seguir día a día la prensa, el de ver la mierda, el fango, las miserias de que se vale la derecha para torcer el brazo a los resultados de las urnas… la historia del acoso a Podemos y Pablo Iglesias e Irene Montero, Mónica Oltra, Victoria Rosell, las hijas de Zapatero, ahora la pareja de Pedro Sánchez. Y la impunidad con la que salen de estas arremetidas contra la democracia y contra las personas esta repugnante bazofia humana…

¿Merece la pena?, titula Ignacio Escolar su artículo de esta mañana. ¿Merece la pena leer el periódico, merece la pena pasar por las circunstancias que atravesaron Pablo Iglesias e Irene Montero, merece la pena dar todo el tiempo de tu vida para mejorar un país, merece todo esto la pena cuando ello lleva consigo que tu vida diaria, tu pareja, tus hijos se conviertan en un acto doloroso? ¿Merece la pena vivir día y noche perseguidos por la infamia y la miseria de personajes infectos? “¿Merece la pena?, escribe Ignacio Escolar, No, responde. A nadie le sale a cuenta vivir así. Este envenenamiento constante y sistemático tiene un objetivo deliberado: destrozar a cualquiera que asome la cabeza, para que sea insoportable estar ahí”.

Ya, y sin embargo ¿qué?, ¿dejar paso libre a la barbarie, a la impudicia, a la indecencia, a la obscenidad, a la desvergüenza? Yo también me he quejado a veces de manera general de los políticos como todo el mundo, un trabajo que conduce con excesiva facilidad a la corrupción, pero ¿qué haríamos sin ellos? ¿Cómo conseguiríamos hacer funcionar esa compleja maquinaria que permite que cuando estás enfermo tengas una ambulancia o un hospital a mano, que las carreteras estén en condiciones, que nuestros hijos tengan una educación de calidad, que los lobos no se coman a las gallinas? Recuerdo un vídeo en el que José Luis Sampedro defendía que el mejor gobierno posible es la anarquía, pero… añadía a continuación, sin embargo ello sólo sería posible con personas formadas, honestas, tolerantes, etcétera. Y mirando a nuestro alrededor, mirando cuánto borrego anda suelto, cuánto todólogo, cuánto miserable sin escrúpulos campan a sus anchas por el país, seguro que el menos malo de todos los sistemas de gobierno sigue siendo la democracia. Sin embargo la barbarie, esta barbarie que pone en suspense la vida política del país y la racionalidad de los resultados electorales usando métodos canallescos e inmorales, carroñeros indecentes, ¿qué hacemos con ella?, ¿la dejamos que arrasen como caballo de Atila el país, la moral, las instituciones, que sigan alimentando los lobbies, el bolsillo de esos otros que nutren a la prensa amarilla?

Quizás no merezca la pena pasar por este trance, pero ¿qué sucederá si les dejamos libre el campo, esa libertad en la que el lobo ve despejado todo obstáculo que se oponga a su codicia, a su nefanda moralidad?

¿Cómo poner las cosas en su sitio y convencer a la gente de bien de que todos los políticos no son iguales, que lo que sucede es que necesitamos respaldar a los políticos honestos, dignos, a los verdaderos defensores de la justicia social? Hoy más que nunca son los políticos el único baluarte que tenemos contra la injusticia y la barbarie que se nos viene encima. No, no son iguales todos. No seamos tan cerriles como para meter en el mismo saco a esa hez de políticos miserables y a aquellos otros que son nuestra única oportunidad para que las instituciones no se conviertan en un nido de rateros dedicados a expoliar la sanidad, la educación y dispuestos para ello a convertir la política, esa loable creación humana, en un charco de mierda.


No me gustan los cartelitos de las redes, pero este viene tan a cuento que ... 



 


sábado, 27 de abril de 2024

Contra esa manía de decir que la política es un pozo de inmundicia

 


El Chorrillo, 27 de abril de 2024

Me produce cierto malestar cada vez que oigo decir a alguien que está hasta los mismísimos de la política o que la política es una mierda, así que voy a intentar aclararme el porqué de ese mi malestar. De principio ya Ortega nos prevenía sobre la frecuencia con la que confundimos la política con los políticos, al usar ambos términos como sinónimos, lo que nos lleva a atribuir a la política hechos y circunstancias que sólo serían aplicables a las personas, a los políticos. Entiendo que se puede particularizar y hablar de política de izquierda, de derecha o la política que hace fulanito o menganita, pero ello ya sería referirse a una parte del todo y no a la política en sentido estricto.

Si me molesta la generalización, como me puede molestar hablar en términos peyorativos de la policía o cualquier grupo social, y es algo bastante usual, es porque el respeto que merece la política queda en entredicho cuando incurrimos en la generalización de un menosprecio. Siendo la política la herramienta esencial mediante la cual se lleva a cabo la distribución y el ejercicio del poder en una sociedad, así como la regulación de la convivencia y justicia, es decir el medio que hace posible que la tierra que habitamos no se convierta en una selva, me parece lógico que no perdamos la confianza que la política merece. Quisiera creer que la política es el recurso que nos va a permitir aspirar a una vida mejor y más justa y por tanto mi respeto para ella.

Todos los días parece que se escriben cientos, miles de artículos sobre el particular, sin embargo raramente se apunta a las causas de que el panorama político sea el que es. Esta mañana recibía un guasap de un amigo que me decía que hoy toda su familia estaba en Ferraz. Hablaba de esa España que vota a tanto miserable de turno, un pueblo obnubilado con las cañitas y que el Real Madrid esté en no sé qué semifinales de no sé que torneo. Para mí que indirectamente estaba tocando la raíz del problema que vivimos en España, porque efectivamente quienes enguarran la política convirtiéndola en fango e inmundicia son precisamente esta vileza de personajes que previamente han sido aupados a su escaño por esa España de charanga y pandereta, que como borregos en manada camina tras las consignas que le ponen delante de las narices los que en el futuro votarán en contra de subir el SMI o de construir una política fiscal que les favorezca a ellos y no a los que más tienen. No, no fui nada comedido contestando a P. Esto le decía: El panorama que tenemos delante a mí me parece un tanto escalofriante, escalofriante por la plebe, la chusma, la turba, el populacho, ignorantes, borregos, adocenados, imbéciles de solemnidad que no son capaces de pensar más allá de los goles de su equipo del alma. Me avergüenza y me indigna esta mayoría de ignorantes que se va tras los flautistas de Hamelin como corderos camino del matadero. Me decía P que tenía en mente la visión de las películas grabadas por las SS donde los judíos y otros presos se van metiendo ellos solos en una zanja, donde desde arriba los van fusilando. No es otra realidad la de los ciudadanos de clase media baja y la de aquellos menos favorecidos que votan a los que les van a mermar las prestaciones de la Seguridad Social o la calidad de la enseñanza pública.

Quién puede dudar de que si votáramos a las personas idóneas, tantas que hay en el país, tendríamos un parlamento digno, con intereses diferentes, pero digno, culto, respetuoso. Ergo, es evidente que la pirámide de responsabilidades políticas se basa sobre los cimientos de tantos ciudadanos que votan no a los idóneos sino a los chorizos, a los borrachos de poder, a aquellos que buscan incrementar su patrimonio, a tantos miserables de perversa moral que medran a costa de la ignorancia de su votantes.

Días atrás hablando con J yo le expresaba el punto de vista que mantengo en párrafos anteriores, la responsabilidad que compete a los ciudadanos como votantes y aludía a que es imperdonable que personas adultas que han tenido la oportunidad de formarse, pensar y razonar sobre asuntos políticos y sociales, queden al albur de un puñado de trileros y sinvergüenzas durante toda su vida pendientes de lo que éstos les inyecten en el cerebro. No recuerdo muy bien nuestra conversación, pero entendí que J disculpaba en cierto modo a una considerable parte de la población que, decía, tiene que habérselas con la necesidad de cubrir necesidades primarias. No estaba de acuerdo con él porque yo entendía que la población de la que hablábamos, la responsable con su voto del descalabro moral que sufrimos en política, sí, al menos la mayoría, tenía cubiertas su necesidades elementales; y no sólo eso sino una parte importante de ésta excedía en mucho su nivel de consumo con fruslerías de todo tipo. J citaba la pirámide de Maslow (ver más abajo). En ella quienes tienen cubiertos los dos estadios más prioritarios, el fisiológico y la seguridad, un porcentaje de población superior al ochenta por ciento en nuestro país, deberían según mi parecer haber desarrollado un instinto, una concepción de la realidad lo suficientemente clara como para que en sus preocupaciones cupiera la necesidad, también ello es una necesidad, de votar a aquellos que les pueden favorecer y no como sucede en realidad que la derecha crece entre los que peor llegan a final de mes. Y me refiero naturalmente a esa parte del ochenta por ciento que podría mejorar sus condiciones votando políticas sociales y de justa redistribución de la riqueza generada en el país. Un ejemplo, ¿Qué mueve a ese diez por ciento de obreros no cualificados que en España vota al PP cuando éste precisamente vota en contra de una subida del SMI?



¿Ignorancia, desidia, pereza de pensar mínimamente? No hay una política de mierda, tenemos unos políticos, hablo obviamente de la derecha (no todos, claro), inmorales, fulleros e irresponsables gracias a quienes le apoyan, que justo es que les apoyen aquellos a quienes sirven, pero ¡hombre, votar a quien destruye y desplaza sus presupuestos hacia la educación y sanidad privada, eso sí que es estar en la inopia!

Concluyendo, en el mundo siempre va a haber sinvergüenzas, cretinos y miserables, pero el problema no son ellos sino quienes les votan. El problema no es la política sino los políticos que elegimos.


viernes, 26 de abril de 2024

Esa gente que va apestando la tierra

 


El Chorrillo, 26 de abril de 2024

Lo que corre desde ayer por las portadas de los periódicos es una consecuencia directa de la infamia que padecemos los españoles por parte de los más miserables personajes de la política y del sistema judicial. No existen palabras en castellano para denostar suficientemente esta lepra que sufre el país por parte de la derecha y la extrema derecha. Nunca en la política del país se dio que un numeroso puñado de miserables sin escrúpulos, aprovechados y pervertidos morales pudieran campar por el Parlamento y por los medios con la impunidad con la que se mueven.

Leo esta mañana un artículo de Pedro Almodóvar que cuenta cómo dejando a un lado la tarea que le absorbe estos días rodando su última película, se hace un hueco, abre el periódico y lo que ve allí le hace llorar. Impotencia, rabia, esa sensación de frustración de un país que empujado por unos miserables sin escrúpulos poco a poco se va hundiendo en la pura mierda, en la inmoralidad más absoluta. La prensa amarilla, los jueces, los meapilas, en resumen, la hez del país, confabulada en pleno para hacer de la democracia un papel mojado en aras de los intereses de unos pocos abanderados de rojo y gualda, de pederasta, de los nostálgicos del más puro y desquiciado franquismo; confabulada, la hez, digo, para usar de cuanta vileza uno pueda echar mano para dar la vuelta a lo que las urnas determinaron al principio de la presente legislatura.

Ser moderado políticamente en circunstancias como éstas considero que es dar la razón a los miserables y proxenetas de este país. La perversión que se hace de las ideas, el uso de las mentiras más soeces con las que se inundan las portadas de los periódicos, y que la prensa amarilla y canallesca airea constantemente queriendo hacer del panorama político del país una tarde de circo, una orquestina para gente dormida que raramente usa su cerebro para lo que la divina providencia le dotó, hace del clima social en que vivimos un hervidero de desánimo e insatisfacción que fácilmente puede derivar en lo que ha derivado, la decisión de Sánchez de cuestionar su persistencia en la presidencia del Gobierno. Y es que hay valores, y personas, y sentimientos… y vida, que no todo es el puto dinero ni la pasión por el poder; esas cosas que ignoran los miserables de toda condición que se lucran con la pandemia o en los aledaños del presupuesto común. Meapilas, amigos de traficantes de drogas, aspirantes a rey Midas, lameculos, solemnes gilipollas que jamás entendieron lo que es vivir y que vegetan, que hacen del país un tristísimo nido de avispas en donde el objetivo político ha dejado de ser el trabajo, la lucha por el bien común para transformarse en una continuada obstacularización de la tarea encomendada al gobierno de la nación para la presente legislatura.

A Pedro Almodóvar le hace llorar la situación, sin embargo qué comedido es en su argumentario. Hay que guardar las formas y vivir en los márgenes de lo políticamente correcto y ello nos obliga por urbanidad y por espíritu cívico a no sobrepasar determinadas líneas; sin embargo a estas alturas es ya difícil contenerse sabiendo cómo esta gente que apesta la tierra, aparentemente defensores de los valores tradicionales, hace de la moral un guiñapo y, envalentonados, como en Madrid, por el voto lelo e irresponsable que los tiene en pie, se convierten en chulos de barrio, asesinos (los miles de muertos de las residencias parece que a los jueces les traen al fresco), arengadores de una población adormilada; se convierten en vulgares manipuladores a los que la prensa aúpa a diario en sus portadas.

Nadie sabe en qué terminará esto, pero los hechos cantan. Hacer de la democracia, del parlamento, de la política un cenagal es algo que la sociedad, los ciudadanos, no debiéramos permitir. Una democracia en donde la barbarie parece hace acto de presencia un día sí y otro también, debería defenderse contra los miserables de toda condición. ¿No tiene la derecha española personas de valía que puedan defender los valores conservadores con dignidad, con el respeto que merecen los ciudadanos y las instituciones? ¿Tan tomadas están las filas del PP y sus socios por gente falta de escrúpulos que no es posible dignificar la política, hacer de ella un instrumento en donde conjugar intereses contrapuestos, fomentar valores de convivencia ajenos a intereses espurios personales o de grupo?   

Me sorprende agradablemente estos días que amigos de las redes que siempre han sido críticos con el PSOE, alcen sus voces apoyando a Pedro Sánchez. La presión que este hombre ha tenido y tiene que soportar para aguantar a toda esta morralla que acosa constantemente las instancias del poder desde los periódicos, los juzgados, la irrupción en la intimidad familiar y la mentira, hace comprensible este interrogante que nos mantiene hoy a todos en vilo. La derecha que fue capaz de llevar a una guerra a todos los españoles, esa misma derecha criminal y desquiciada de hoy cuando no tiene el poder en sus manos, es la que tenemos enfrente.

Termino este post con unas líneas de un artículo de Santiago Alba Rico que considero interesante. Alude a la sinceridad de Sánchez como un elemento esencial que incorporar a nuestra política nacional. "Lo único políticamente relevante de su carta es su sinceridad. Esa sinceridad, sí, es un diagnóstico, una denuncia, una llamada y un programa; en esa sinceridad se basa no solo la supervivencia del gobierno sino la posibilidad de avanzar en muchas reformas pendientes. Sánchez ya no es del PSOE y, por lo tanto, el PSOE no es el centro. Sánchez es de todos los que apoyaron y apoyan su gobierno. Su sinceridad es también nuestra responsabilidad y nuestra oportunidad".