El Chorrillo, 5 de abril de 2025
Cuesta trabajo no utilizar un lenguaje de barra de bar contra esta gente de la izquierda, de izquierda con comillas, que se comportan como hooligans gritones de un equipo de futbol. Estos individuos que se apuntaron en un tiempo anterior, acaso ante la pulsión de defender una causa justa, y que tras ello el espíritu tribal engulló con la fuerza demoledora de su atractivo y su ser alguien dentro de esa tribu. Echenique es un buen representante de esa fuerza cegadora que te lleva a abandonar tus primeros y loables impulsos de trabajar por un mundo mejor, por un estatus en el que las fuerzas ahora se le van en un intento de ridiculizar al equipo contrario, Sumar, haciendo mofa infantil del contrario. Del contrario, no porque mantenga ideales muy diferentes, sino simplemente porque poniéndose como se han puesto las gafas de ver equivocadas, hacen de sus antiguos socios un enemigo a abatir en lugar de un aliado con el que sumar fuerzas.
¿Qué significa esta arremetida de Echenique contra Sumar intentando minimizar su importancia como grupo, ridiculizando su repercusión en el ámbito del país? Después de ver la entrada de este hombre ayer en Cara de Libro, sólo cabe preguntarse por quién da más. Todavía recuerdo aquel discurso de Echenique, científico físico del CSIC, enarbolando aquel concepto de "núcleo irradiador" para describir la estrategia comunicativa del partido. Un término que se basaba en la idea de que, en lugar de intentar atraer a las masas directamente, era más efectivo influir en grupos sociales clave que, a su vez, difundirían el mensaje a círculos más amplios. La metáfora sugería que el partido actúa como un núcleo que emite energía política, alcanzando y movilizando a sectores estratégicos de la sociedad. Una idea práctica, que como tantas ideas colapsan ante la realidad de lo que son los individuos movidos por sus pulsiones personales y sus débitos a la tribu a la que pertenecen.
¿Cuál es la mecánica que hace posible que alguien que teniendo una idea clara sobre cuál ha de ser su actuación política, su visión de la justicia social, termine siendo apresado como Gulliver por los liliputienses? En Los viajes de Gulliver, el protagonista, Gulliver, naufraga y llega a la isla de Liliput, habitada por personas diminutas de aproximadamente de altura. Exhausto, se duerme en la playa y, al despertar, descubre que está inmovilizado: los liliputienses lo han atado al suelo con cuerdas y estacas, cubriéndolo de la cabeza a los pies. Así me represento yo a Echenique y otros tantos personajes de izquierda. Entraron en política con “buenísimas intenciones”, se durmieron y en el transcurso de la noche pequeños liliputienses, es decir sus pulsiones personales, su crecido sentido tribal, el hecho de ser alguien en el partido, el sesgo de grupo, la disciplina de partido y la polarización afectiva, hicieron de ellos unos sujetos totalmente incapacitados para entender esa idea tan elemental de que la unión hace la fuerza. La carga tribal y afectiva desarrollada en el seno del partido genera por la vía emocional una incomprensible hostilidad hacia partidos con ideologías similares, especialmente si compiten por el mismo electorado o espacio político. Esa evidencia de que un individuo inteligente como Pablo Echenique no ve precisamente, porque en un descuido los liliputienses le dejaron tendido sobre la playa sin posibilidad alguna de comprender la razón primera de su pertenencia a Podemos
Desgraciadamente estas son las materias primas de que están hechos muchos de los comportamientos de ciertos líderes llamados de izquierdas. No es que no haya cemento que una las reivindicaciones de partidos que presumiblemente persiguen causas similares de justicia social, es que diciéndose de izquierdas lo que hacen es comportarse como canallitas a los que la fuerza se les va en jalear a sus adeptos a ver quién mete mayor número de goles en la portería contraria. Se comportan más como enfervorizados chacales ansiosos por devorar a los de la misma especie por mandato de su exacerbado espíritu tribal.
A fin de cuentas la conducta infantil es una moneda no sólo de uso legal sino que se usa en un orden global con una prodigalidad que asusta; los dirigentes de , por ejemplo, que para justificar unos gastos militares desproporcionados jalean a su público con el miedo utilizando métodos que ni infantes de seis años tragarían; las idas y venidas con los aranceles del Presidente de los Estados Unidos, un niño grande que pese a sus muchos años se presenta como un nene destetado que sale corriendo a la calle a jugar con la play station del mundo a su disposición; el tal Macron que, con una aceptación que apenas llega al 20%, pretende erigirse en una especie de Napoleón de nuestros días; el tal Bukele sacando pecho y queriendo erigirse en el guardador de todos los maleantes del mundo; el susto metido en el cuerpo por Buch de la mentira sobre las armas masivas de Irak (1.500.000 muertos) y que los estadounidenses tragaron sin más.
Los sueños de grandeza, vengan de representantes de pequeños partidos políticos como Unidas Podemos, como de representantes del orden mundial no dejan de estar exentos de un infantilismo que a veces roza el ridículo. La ambición y el deseo de alcanzar posiciones de poder no son exclusivos de pequeños partidos ni de figuras internacionales como Donald Trump; estas aspiraciones son comunes en el ámbito político en general. Sin embargo, cuando estos deseos se manifiestan de manera desmedida o inmadura, pueden adquirir connotaciones que recuerdan a comportamientos infantiles. Manuela Carmena criticó en su momento la actitud de algunos líderes políticos durante las negociaciones para la investidura, calificándola de "exceso de testosterona y de algo muy infantil". Carmena comparaba este comportamiento con el de "niños grandes jugando a ver quién coge primero la pelota".
Cuando uno ve comportamientos como el de Echenique es inútil recordar que la obligación esencial de las formaciones de izquierda debería estar en priorizar objetivos comunes, establecer mecanismos efectivos de diálogo y cooperación, y construir una visión compartida que trascienda las diferencias internas. Algo que vería cualquier ciego pero que tantos dirigentes de izquierdas ni siquiera se plantean.
Una consideración adicional sería comprobar la cantidad de seguidores (¿seguidores o algo peor que seguidores?) que aplauden agradecidos a la entrada de Echenique: 1125 megustas y 251 veces compartido. Divide y vencerás: ¡buen trabajo para la derecha!