domingo, 14 de septiembre de 2025

Palestina una vez más

 




El Chorrillo, 14 de septiembre de 2025

Nada más pisar la plaza de Atocha ya toca correr, no mucho, una traca de botes de humo intenta disuadir a algunos grupos de manifestantes. Hacía más de medio siglo que no percibía el acre olor de los gases lacrimógenos ni estas embestidas de los antidisturbios contra las masas. Las lecheras ocupan toda la plaza de Atocha. Una tanqueta de esas que usan en la guerra ocupa su lugar entre ella. Es espectáculo es un tanto ridículo, ridículo y desproporcionado. De tanto en tanto la masa de gente da marcha atrás huyendo de alguna arremetida de los antidisturbios. Nada grave. Muestras de fogueo. Intimidar parece el objetivo. Tenemos que caminar unos cientos de metros hacia Neptuno con el pañuelo en la boca. El paseo del Prado está petado. Se grita, gritamos: “vergüenza me daría ser policía, “No es una guerra, es un genocidio”, “Vergüenza, vergüenza…”, “Sí se puede”. Las vallas del Paseo del Prado han ido todas a parar al centro de la calzada, ni policías ni ciclistas podrían pasar por allí. Un grupo de antidisturbios las va retirando, pero más adelante los manifestantes vuelven a llevarlas al centro de la calle. Jóvenes, hombres mayores, mujeres gritan como si les saliera del alma. Estamos otra vez como en los mejores tiempos, aquellos en que estando dormidos, despertamos.

Caminamos lentamente entre la gente. Comento con Victoria sobre la necesidad de alimentar nuestro pesimismo con estas imágenes. La gente solidaria también existe. Hoy esta gente abarrota las calles de Madrid. Somos muchos, sí, ante la barbarie. Hay que tenerlo en cuenta.

Es endemoniadamente emocionante y esperanzador comprobar la gran cantidad de gente joven, y muy joven, que detrás y delante de nosotros vapulea a gritos a la policía, “vergüenza me daría ser policía”, arrastran nuevas barreras para cortar la calle o corean consignas. Al tímido le da algo de corte gritar estas cosa en plena calle, pero termina animándose. Cerca de Neptuno ya se comenta que la Vuelta se ha suspendido. Habría sido imposible mantener el programa previsto, ambas calzadas del paseo del Prado, donde debía terminar la vuelta, están invadida por las barreras metálicas que constantemente los manifestantes arrastran al centro de la calle.

Hace muchos, muchos años, que no siento el calor que da la masa de gente manifestándose por una causa noble; quizás desde la guerra de Irak. En estas circunstancias uno siempre piensa: quién sabe, quizás en algún momento volvamos a despertar. Consulto X. Son muchas las calles de Madrid que están tomadas por los manifestantes. El Gran Hermano, un helicóptero rojo, sobrevuela constantemente el cielo de la ciudad. Los perros montan guardia armados en el frente de Neptuno. De vez en cuando se produce algún revuelo de motivo desconocido. Al fondo brota la humareda de algunos botes de humo. Se oyen disparos. Observo a varios hombres bastante mayores arrastrar las barreras frente a las lecheras y antidisturbios que se acercan. Calor de multitud. Agradecido sentimiento de pertenecer a esa parte del mundo que todavía siente como suyo el dolor de los demás, el del pueblo palestino.

Las lecheras empiezan a desfilar, pero no se sabe qué quieren, probablemente buscan marcharse a su casa, pero los manifestantes no se resisten a volver a interceptar la calle con las barreras metálicas. Durante cien o doscientos metros vemos a grupos de antidisturbios retirando barreras mientras que los manifestantes siguen apilándolas en la calzada. Las sirenas de las lecheras suenan constantemente como si fueran camino de un incendio.

En el paseo del Prado me acerco a una fuente. Hay un manifestante llenando una botella; al mismo tiempo veo acercarse a un antidisturbio, casco, guantes, toda la parafernalia encima, con una cantimplora en la mano; antes de que llegue a la fuente ya estoy yo esperando. Cuando termina de llenar su botella el manifestante me agacho para beber y el antidisturbios me da un empujón y mete su botella en el grifo. Farfulla algunas palabras. Me vuelvo, un orangután sacado de la selva para servir al Estado me mira como perro al servicio del amo desde sus alturas. Me sale un hilo de voz entre dientes, “basura…”. Nos alejamos, mejor no complicar las cosas. Llegando a Atocha hay un tapón fenomenal. Ahora son los manifestantes que no dejan salir las lecheras hacia la plaza.

Ver el dolor del pueblo palestino en la mirada y en la boca de tantísimos madrileños era motivo hoy de esa empatía y solidaridad de la que tanto está necesitado nuestro mundo.


viernes, 12 de septiembre de 2025

Cuando un teléfono es exclusivamente un teléfono



El Chorrillo, 11 de septiembre de 2025

Anoche se me colocó el dolor del mundo bajo el edredón y ya no pude dormirme hasta las tantas. Y es que saber del mundo, al menos en mi caso, sigue siendo muy doloroso. Saber lo que está sucediendo en Gaza, saber de asesinos y criminales que gozan de impunidad y del asentimiento del “mundo civilizado”, me deja el sistema nervioso temblando. Que en Gaza estén asesinando día a día a niños, mujeres, ancianos, hombres y que por España anden esos mismos israelitas compitiendo en una carrera ciclista pone a mi sistema nervioso en crisis. Iré el próximo domingo por la tarde a las manifestaciones de la Vuelta, e imaginarme viendo entrar impunemente a los israelitas en sus bicicletas en las calles de Madrid suscitaba anoche en mí lo peor que el ser humano lleva dentro.

Ahora que mi teléfono ha vuelto a ser casi exclusivamente un teléfono, cuando le abro apenas un poco la puerta a lo que viene del mundo, aquél empieza a temblar de indignación. Estos días vuelvo a vivir, sin embargo, la tentación de abrir los periódicos de nuevo, pero todavía me resisto… no sé hasta cuando. ¿Es digno ser un habitante del Mundo y no querer saber nada de él, de sus inmundicias, de los locos de atar, de los asesinos, de la bazofia política que se cuela en el noble oficio de gobernar?

Hoy 11 de septiembre. ¿Reventará en algún momento el mundo, hinchado de ira, ahíto de injusticia o seguiremos pendientes de que un PIB saludable siga proporcionándonos un bienestar a los que ya disfrutan de él… y que a los demás les parta un rayo, o como en el caso de Israel, que los palestinos desaparezcan definitivamente de este planeta, dar más tierra a los colonos, desposeer a los otros, engordar, masacrar? El Mediterráneo y sus aguas son testigos desde hace años de la letárgica e hipócrita conciencia moral en que la cultura judeocristiana se mueve.

Mi teléfono ha vivido durante meses ajeno al mundo, a todo lo qué no fuera mi entorno personal y ahora el mundo vuelve a reclamar mi atención. Y sin embargo ¿cómo dormir tranquilo, así, sin más, sabiendo día a día de lo que sucede en él, sabiendo de la maldad, la estupidez, la desidia que con toda certeza van a entrar de nuevo a través de la pantalla de mi teléfono?


domingo, 7 de septiembre de 2025

“Ha cambiado la luz: esto es septiembre.”

 


“Ha cambiado la luz: esto es septiembre.
La fórmula del aire ha padecido
la imperceptible mutación fatal
que sólo se percibe en el espíritu;
esta milmillonésima unidad de nostalgia…”

(Carlos Marzal)

El Chorrillo, 7 de septiembre de 2025

La música de las hojas de los álamos blancos frente a mi mesa de trabajo alenta mi ánimo esta tarde. Las imágenes del recuerdo, brisa toda ella en esta tarde de apacible preludio del otoño, van y vienen con la placidez con que el aire se entretiene entre las ramas de los árboles. Al fin tras ese largo periplo por las montañas, las montañas y su cultura, retomo asuntos que quedaron ahí esperando su tiempo. Repaso con Victoria mi contacto con los pueblos de la cultura Walser con los que conviví en mi tránsito por los Alpes, una cultura que se extiende por la parte alpina de Suiza, Italia y Liechenstein de aldeanos que vivían en aldeas por encima de los 1500 metros y usaban un dialecto arcaico del alto alemán, aun vivo en algunas aldeas aisladas. Walser, que yo en primer momento relacioné con el novelista Robert Walser que vivió una parte importante de su vida en un manicomio y que dejó la impronta de su muerte en unas huellas sobre la nieve que se alejaban hacia la nada. Y, como las cerezas que se enredan unas con otras, terminamos hablando de Unica Zürn y su libro El hombre jazmín donde Zürn plasma con una lucidez estremecedora sus crisis psicopáticas, la experiencia del internamiento psiquiátrico y la forma en que esas vivencias marcaron su vida.

El pensamiento leve y sin rumbo se interna después por las montañas, aquellas que pude recorrer este verano, la de otros muchos veranos, tantos, vagando de un lado a otro de valles y montes, y constato que mis montañas no son las montañas corrientes, las de los records, los usuales recorridos de paredes o valles, las montañas y mi alma tienen su propia filosofía. Ahora ya en casa recupero la perspectiva que me da la soledad y la relación de tú a tú con ellas. Un precipitado montaje de la tienda en un alto collado no es premura y apresurarse para que la lluvia no empape tu equipo, una travesía expuesta de una cresta en los Alpes Oróbicos no es tensión y un cierto temor, una tormenta en las alturas no es incertidumbre, ahora mi yo se hace observador de aquel otro yo y un hilo de placer recorre mis venas reconociéndose en aquella simbiosis de hombre y naturaleza, ella grande y hermosa, él, pequeño, asustadizo, seguro, pleno de esa belleza profunda que destilan los días de niebla en los perdidos bosques kársticos.

Ayer cogí un resfriado, el primero después de décadas, que apenas me dejó dormir. Desde que regresé a Ítaca he trabajado tanto poniendo en orden la parcela, que me ha dejado el cuerpo roto, como para levantarme con todos los músculos doloridos, más incluso que los  primeros días de mi travesía. Resfriado y cansancio habían terminado por dejarme el cuerpo rendido. Antes de comer dormí una hora y después todavía me eché una larga siesta. Fue después de esto y tomándonos un té con pastas que había bajado Victoria, que mi cuerpo adquirió la suave consistencia que el cansancio deja sobre el alma.

Días atrás, a raíz de esa expresión que tan cara me es, “camino para mi alma”, un amigo me decía que “la visión del alma, según el materialismo filosófico y el naturalismo, sostiene que todo lo que constituye a un ser humano puede explicarse a través de procesos físicos y biológicos”. Le contestaba yo entonces que nuestro afán de razonar, entender, clasificar, nos pierde. Si abrimos el cerebro de alguien efectivamente no encontramos más que materia, y si haces algo parecido con un violín, madera y poco más. Pero ¿y la música? ¿Qué es, dónde está? ¿De qué átomos está hecha la música que se produce en el violín? Existe una imagen zen que dice que cuando pretendes saber cómo es una flor no puedes separar sus partes para conocerla, porque lo que haces es matar la flor. La música que produce mi cuerpo, mis átomos, es lo que importa, música que a la vez yo escucho y que es fuente de placer. Me decía también el amigo que no hay materia que sobreviva al cese de las funciones cerebrales, y yo le contestaba que eso es puro echar balones fuera, no explica nada de lo que somos, sentimos o pensamos. Por encima de todo esto está la existencia de la música, el placer de ser que viene alimentado por lo que creas, por el oficio de vivir.

Mi cuerpo violín produce sensaciones, sentimientos, pensamientos, música. Destripas un violín y no encuentras nada dentro, diseccionas un cadáver y sólo encuentras materia orgánica muerta; violín y música son dos realidades diferentes por mucho que una salga del otro; cuerpo y alma (digamos las sensaciones, los sentimientos, la conciencia, todo eso) ofrecen parecida relación entre ellos. Al pasar tu cuerpo por el alambique del cansancio, de experiencias notables de la vida, éste destila sustancias, sensaciones, realidades que no tienen consistencia material y que en esencia constituyen y apreciamos como la parte esencial de nuestro yo. Llámalo alma, llámalo X. Yo la llamo alma porque es una palabra que me encanta, nada que ver con… etcétera. Cuando camino largas jornadas solo, mi alma y mi cuerpo sostienen en ocasiones largas conversaciones, reconvenciones, golpecitos en la espalda de agradecimiento. Es justo. No siempre mi cuerpo y yo nos ponemos de acuerdo, pero en general nos llevamos bien.

Esta tarde mi cuerpo cansado y recién llegado de un larguísimo viaje, alentó en mi alma sutiles percepciones, placer, conexión íntima con la brisa y las hojas de los álamos. Álamos del río, conmigo vais, mi corazón os lleva. No, por cierto, ese músculo situado en la cavidad torácica, encargado de impulsar la sangre por el cuerpo.

martes, 17 de junio de 2025

De la Física Cuántica a la misoginia

 



El Chorrillo, 17 de junio de 2025

Las verdades, la objetividad de la ciencia, el estilete de la filosofía en su críptico deambular por las ideas frente a nuestro entender día a día de la realidad, el subjetivo reducirlas a los parámetros de nuestro entendimiento sin necesidad de echar mano de Heidegger, Hegel, Nietszche o Einstein. La complejidad en que no cabe duda la ciencia y la filosofía penetran, requiere conocimientos y el manejo de conceptos que quedando fuera del alcance de una mente corriente, obligan a ésta a utilizar atajos explicativos de la realidad, o incluso a ignorar en ocasiones, no al modo del decir de Machado de aquellos que desprecian cuanto ignoran, pero sí prescindiendo de conocimientos superiores que siendo objetivamente válidos acaso no aportan desde su complejidad herramientas prácticas para la vida. Sócrates entra en un mercado bien abastecido y exclama: oh dioses inmortales cuántas cosas no necesito. Así tantas conclusiones de la Física sobre conceptos tales como el Tiempo o tanto afilado análisis sobre la realidad. Sí, ya sé, la fábula del zorro y las uvas verdes. También es posible. Días atrás Chirbes hablando de Heidegger y de Hanna Arent venía a decir que parte de su trabajo se parecía al de aquellos que pretenden dividir un pelo en cuatro. 

¿Y a qué viene todo este exordio? Pues me lo sugieren unas líneas que recibía ayer del amigo Paco que, interesado en asuntos de Física, que a mí me cuesta entender, me ilustraba sobre el Espacio-Tiempo de esta manera: «Y…. siguiendo con la ciencia. Las últimas teorías de cómo es el universo. Voy a simplificarlo: para Newton el universo estaba compuesto de Espacio-Tiempo y partículas. Faraday y Maxwell introdujeron el concepto de campo y la ecuación quedó así, Espacio-Tiempo-Campo-Partícula.

» La gran genialidad de Einstein en 1905 con la teoría de la relatividad lo redujo a Espacio-tiempo-campos-partículas. Y al final Einstein otra vez con la joya de la Física, con la teoría de la relatividad ampliada en 1915, unificó los conceptos de Espacio-Tiempo y Campos. Dejando finalmente el universo reducido a Campos-Partículas.

»Es una simplicidad impresionante del mundo. El espacio ya no es algo distinto de la materia. Es uno de los componentes “materiales” del mundo, es el hermano del campo electromagnético. Es una entidad real que se ondula, se pliega, se curva se retuerce.

»Si os dais cuenta el Tiempo ha desaparecido de la ecuación. Realmente el tiempo es un constructo inventado por el ser humano y que no tiene sentido fuera de nuestro pequeño mundo». 

En este último párrafo de Paco es donde anida el desentendimiento que yo vivo en relación a los grandes descubrimientos de la Física moderna. Que el Tiempo sea un constructo inventado por el ser humano, como lo es el lenguaje, el arte y la creación entera de la civilización, y abundando todavía más, la religión y sus apoyaturas celestiales, lo que viene a decirnos es que habiendo un cierto desdoblamiento entre la realidad objetiva, la ciencia, y la realidad interpretada, adaptada, por el hombre a la altura de su conveniencia existencial cotidiana, el hombre se siente más cómodo chapoteando en las aguas de su pequeño mundo que asumiendo esa difícil conclusión en donde finalmente el universo queda reducido a Campos-Partículas, porque de ser así a Heminway, que decía que el Tiempo era el lugar donde él pescaba, se le habría acabado la diversión de por vida. Escribía ayer Chirbes en lo último que leí, que lo importante para el novelista es a qué interrogación intenta responder la historia que cuenta. En el caso de ese binomio ciencia/nuestro pequeño mundo, las respuestas que buscamos pertenecen más al campo de las vivencias personales que a la objetividad de la ciencia. La ciencia en este caso no sería un constructo, sino algo sólido y real pero algo “con lo que no se come”. Einstein y su comportamiento misógino con su mujer podrían ilustrar algo de esto que pretendo decir. Einstein, un considerado genio en el campo de la Ciencia y sin embargo un cretino en su vida conyugal. La teoría y la práctica, dos recursos entre los cuales acaso ni siquiera cabe una síntesis. 

El camino que va de la Física Cuántica a la misoginia, de la Física Cuántica a la inquietud por lo justo que vas de “tiempo” para coger un tren o un avión, ese tiempo que en la ciencia parece no existir y que sin embargo es más real que todas las cosas, sugiere presentar dos realidades frente a frente, de las cuales una es carne y hueso de nuestro vivir y la otra evanescente realidad en nuestro día a día, que por mucho que la ciencia le dé carta de verdad absoluta a su Tiempo, poco afecta a cómo concebimos y sentimos el tiempo por mucho que la ciencia nos diga que este es un constructo. De constructos esta hecha la vida. La perdición del mundo, la materia de los grandes problemas del planeta vienen por la obsesión del dinero, uno de los principales constructos sin cuya existencia sería difícil vivir y que se diga lo que se diga es sólo una convención; las convenciones, las leyes, la moral, no son otra cosa que constructos, herramientas con que gestionar la convivencia social. 

Esfuerzo inútil probablemente el de intentar relacionar la realidad científica, el Tiempo, y la que cada cual percibe desde su vivir, nuestro tiempo, pero que, bueno, ahí queda como un ejercicio más de gimnasia con el que desentumecer las sinapsis y sus neuronas. 

Y ahora a preparar mi macuto. Esta noche vivaquearé en un lugar muy particular, las salas del aeropuerto de Niza. Mañana ya estaré de camino hacia ninguna parte, puro vagabundear por los Alpes. 





lunes, 16 de junio de 2025

Sexo y ternura

 



El Chorrillo, 16 de junio de 2025

En estos días de calor que ya preludian la entrada con pie firme en lo tórrido del verano y que en mi caso se me hace imprescindible estar todo el día en porretas, se comprenderá que un tema como el que se anuncia en el título de este post, venga a estar presente tarde o temprano. La desnudez es tarde o temprano el preámbulo de alguna prometida felicidad. El tema me surgió a raíz de haber tropezado con una serie de fotografías de una novia que tuve en los umbrales de mi jubilación, fotografías todas ellas al modo de como Eva caminaba por el Paraíso Terrenal, es decir como Dios la trajo al mundo.

El asunto me  llena tan de ternura y excitación que no he dudado un segundo en colocar una de esas imágenes en la pantalla de mi teléfono. Así que ahora cada vez que enciendo el móvil para ver la hora, allí la tengo, alegre, feliz como quien celebra la vida, contenta de haberse encontrado conmigo y yo con ella, lo que me hace pensar, pese a que cuatro años después naufragara nuestra relación, ese contemplarla con tanto gusto, que las relaciones sentimentales que establecemos con mujeres, y ellas con nosotros, tienen una enorme variedad de numinosas sustancias navegando en su interior que es ocioso querer comprender al primer vistazo. Si toda relación humana es compleja, la que mantenemos hombres con mujeres digamos que puede llegar a ser inasumible para una mente simple. Mente simple sin más la de aquellos que  en estas relaciones sólo llegan a ver un asunto de toma y daca, que suele ser la óptica ramplona con la que una parte de la calle relaciona estos asuntos.

¿Qué es lo que sucede a mi organismo a partir del momento en que mi mirada empieza a ser acariciada por ese rostro alegre, pleno de vida, enamorado, de donde sale esa encantadora sonrisa? Desde luego lo primero que brota en él es un ramalazo de inesperada ternura. Mi mirada puesta en su risa, su entrega sin tapujos al instante, a la felicidad, al encuentro con el otro que surge de su rostro resbala enseguida por el plano inclinado de su desnudez, atraviesa la confluencia de las clavículas, se detiene en sus pechos y, antes de llegar a su pubis, una leve erección comienza a rondar la entrepierna. Ternura versus sexo. El cuerpo acaba de atravesar las puertas de un mundo encantado de la mano de la oxitocina. Sabida es esa revolución que la química produce en las puertas de tales circunstancias y que no es de extrañar el empeño que pone la Naturaleza en estas cosas. Quizás sea desde ahí el modo que elige este flanear mío por el asunto, un modo de aliviar el hecho de que tras ese recorrido entre el rostro y el pubis, algo se arrebole en mi interior que hace que la ternura y la erección bailen un agarrado chotis en medio de esta tarde de calor.

Y digo yo que ¿a qué interrogación interna responderá el hecho de que yo deje de leer, deje incluso de contemplar a mi exnovia, tan bonita ella así de contenta frente al fotógrafo de entonces, yo mismo, y me ponga a escribir algo que en principio no sé de qué iba a ir, intuiciones, gracias a la vida por aquellos años, ternura, ejercicio de onanismo? Y me contesto que probablemente sea ese contento que me deja en el cuerpo recordarla lo que me anima a escribir, un modo de alargar el placer que sugiere la contemplación y el recuerdo.

Cita Chirbes a Tennessee Williams. Lo siguiente: “Me inclino a pensar que lo que más motiva a la mayoría de los artistas es una vocación desesperada de encontrar y de saber distinguir la verdad dentro del conjunto de mentiras y evasiones en que vivimos”. A cuento viene la cita de que la romez romo, tosco, torpe con la que se suelen tratar los temas relacionados con el sexo, bien merece poner de relieve que la mentira bajo la cual hemos vivido desde nuestra lejana educación infantil, unido a la estolidez con la que se atiende a los asuntos sexuales en medios y demás, hacen difícil esclarecer lo que hay de mentira y de verdad en el ámbito de la sexualidad, un asunto tan maltratado y deformado incluso en el ámbito de la legislación de nuestro país últimamente.

La verdad de la ternura a veces lo tiene difícil en el vocabulario de los medios, incluso en la óptica de feministas mal avenidas con realidades complejas. En nuestra sociedad se habla en exceso de sexo y muy poco de ternura.

 

 

 

 

 

 


sábado, 14 de junio de 2025

Del silencioso madurar del vino





Mario y Lucía cumplen 46 añazos


El Chorrillo, 14 de junio de 2025

Me dice Enrique esta mañana que a juzgar por  la exigencia de mis escritos, le cuesta creer que realmente disponga de tiempo para perder. Lo tienes, dice, casi con certeza, ocupado de forma permanente. Le cuesta creer, pero más adelante en su mensaje ya recurre a la paradoja. Escribe: “Paradójicamente, ha sido en los momentos de ocio cuando holgazanea, reflexiona o simplemente se entrega a la contemplación que el hombre ha comenzado a pensar en cómo liberarse del trabajo que otros le han impuesto en beneficio propio. Es decir, que la tan temida “pérdida de tiempo” no solo resulta comprensible, sino que ha sido históricamente fértil: es en ese tiempo “muerto” donde germina el pensamiento, la invención y, con ello, la evolución misma”.

Y a todo esto, le digo yo, que por qué demonios no pruebas a dejar tantas reflexiones interesantes por ahí al alcance de quien le pueda interesar.

Ya sé que no es fácil encontrar interlocutores, pero me da que reflexionar, escribir y la posibilidad de que alguien te escuche y puedas a tu vez considerar lo del otro, me parece una necesidad inherente al hombre. Tengo algún amigo prolijo en desbrozar y analizar la realidad a los que las ganas de conversar y hablar de esto o lo otro, tantos estos y los otros posibles, infinitos, se les abre rápidamente el apetito cuando pescan un tema del ámbito de su interés. Y que sin embargo lo guardan para sí, o acumulan material para escribir un libro, como le sucede a mi amigo Tino. Ni Internet ni las redes son lo suyo. Son prolíficos lectores, les interesan múltiples temas pero lo guardan en el refajo de su intimidad.

Pienso en otros tiempos cuando amigos y conocidos nos encontrábamos en las calles del barrio, en un bar, en los locales de un grupo de montaña o cuando los desplazamientos a Gredos o Galayos servían también para hablar largo y tendido sobre cualquier cosa, libros, música, asuntos que nos inquietaban entonces. Eso casi se acabó y ahora lo hemos sustituido por las redes, los guasaps, los blogs, los grupos de mensajería. Como posibilidades tenemos más que antes, los caladeros donde se puede pescar conversación, discusiones, diálogo sobre múltiples asuntos son abundantes, lo único que sucede es que siendo muchas las posibilidades, la banalización que se hace de su uso impide considerar seriamente estos medios, al punto de despreciarlos como canales de comunicación.

Pienso en esa sabrosa rama literaria que es la correspondencia, tantas obras notables que recogen comunicados, reflexiones, filosofía, modos de vida, crítica, entre personas del ámbito literario o filosófico; pienso en esa otra faceta literaria, los diarios que tan interesantes materiales nos han dejado a lo largo del tiempo.

Lo que sugiere considerar esto es que existen actitudes, necesidades de índole personal que requieren interlocutores. En los diarios el interlocutor es uno mismo, hablo con el hombre que va conmigo, es el recurso del solitario o simplemente la expresión de quien ordena sus ideas escribiendo. Al diario así concebido es probable que le sobre la idea de compartir su contenido, sin embargo pienso que al que más o al que menos le ronda por dentro la necesidad subsiguiente de comunicar y compartir, especialmente contenidos significativos que hablan de nuestros “descubrimientos”, modos de pensar, postura respecto a asuntos diferentes.

Tanto nuestra faceta personal como la social, cada una con sus aspiraciones concretas, en algún momento nos piden su ración correspondiente en el reparto de nuestras inquietudes. En momentos nos recogemos sobre nosotros mismos, somos autosuficientes, mientras que en otros no nos basta con rumiar nuestras ideas sin más, son situaciones en que el cuerpo nos pide algún que otro interlocutor tanto para ser escuchado como para intentar abrir un debate sobre asuntos puntuales.

Concretando, y aquí entraría eso que podemos llamar perder el tiempo, hacer nada, que suele ser por similitud comparable a lo que sucede con ese largo periodo que necesitan los vinos para alcanzar su plenitud. En la oscuridad de las bodegas, en silencio, sin aparente movimiento, el vino se transforma. Nada parece ocurrir, y sin embargo todo sucede: se asientan los sabores, se redondean los matices, se alcanza una profundidad que solo el tiempo —ese tiempo improductivo y paciente— puede regalar. Así también en nosotros. Esos momentos en que no hacemos nada “útil”, mirar por la ventana, caminar, ensoñar y en que como sucede con los vinos, madura una idea nueva, una intuición, una forma distinta de ver las cosas. La creatividad no nace del trajín sino de eso que corrientemente llamamos perder el tiempo.

Vamos, que una vez el vino ha alcanzado su apogeo, su plenitud, lo mejor que podemos hacer es compartirlo y beberlo en compañía. Y digo yo que por qué demonios, eso mismo, no compartir junto al vino nuestras ideas, los revuelos de la razón allá donde estén al alcance de quien guste conversar.

* * *

La imagen de cabecera obviamente nada tiene que ver con el texto. Sucede que hoy, 14 de junio, hace 46 años que nacieron nuestros hijos Mario y Lucía y me he querido dar el capricho de ponerla allá arriba como recuerdo de uno de los días más importantes de la vida de Victoria y mía.

 

 

  

viernes, 13 de junio de 2025

Un chupitazo matinal

 

“Euphoria 2” – Cooper Zhao


El Chorrillo, 13 de junio de 2025

La irrupción en el correo de esta mañana, tal una corriente salvaje de unas líneas de Hermann Hesse que me envía José Manuel Vinches, dan pie esta mañana a que me ponga a la tarea de escribir antes de que el pronto de una incipiente motivación se vaya a hacer gárgaras. Dice parte de la cita: “Todo está dentro de ti, el oro y el barro, el deleite y la pena, la risa infantil y la angustia moral. ¡Acéptalo todo, no te aflijas por nada, no intentes rehuir nada! No eres un burgués, tampoco eres un griego, no eres armónico y dueño de ti mismo, eres un pájaro en plena tormenta. ¡Déjala rugir! ¡Déjate llevar!”. Semejante chupitazo matinal a lo Walt Whitman por poco que estés despierto ya te pone en órbita para enfrentar el día en saludable disposición.

Si escritores hay que desde la temprana juventud hasta la actualidad han sido compañeros de viaje de mis sucesivas lecturas, probablemente Hermann Hesse sea uno de los principales, pionero él en el paisaje de mis tempranas lecturas, su filosofía y su modo de encarar la vida me han acompañado siempre con la hondura de lo que sientes como un primer flechazo de esencia vital. Desde Shidarta hasta Elogio de la vejez, acaso su último libro, el recorrido por su obra siempre ha sido un aire fresco matinal con el que empezar a caminar cada mañana.

La lectura de Hermann Hesse siempre invita a echar un vistazo, a una mirada interior que te ponga sobre la pista de alguna verdad a la que siempre has querido aspirar. Existen en el hombre estados de ausencia del yo sobre el yo mismo, momentos, años, días en que el existir, el hacer, el resolver asuntos, ocupan tal cantidad de tiempo, que apenas nos dejan espacio para la contemplación de nuestro vivir. Existir, vivir, dos realidades completamente diferentes. Eso hasta que haciendo una pausa en el mero existir, consideramos la esencia de nuestro vivir.

Teniendo en cuenta que esto es un diario y que escribir es en cierto modo ordenarse uno a sí mismo y que ese ordenarse a sí mismo es un viaje también a nuestro interior, bueno sería recordar a Montaigne cuando nos enseña que dentro del hombre hay paisajes que merece la pena recorrer: grutas, playas, ríos, montañas, todos ellos parte de nuestro interior a explorar. Montaigne viajó a Italia y dejó unos cuadernos de apuntes de gran amenidad, pero por los que no hubiera pasado a la historia de la literatura. Su gran viaje fue al interior de sí mismo. De “los mimbres con los que haces tus propios cestos” (Chirbes), es decir, nuestra vida, va a depender gran parte la calidad de ese viaje que comienza con el nacimiento y termina entre el perejil. Aquello que escribiera Henry Thoreau, de fui a los bosques porque … “Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida... para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido.”

Como se verá esto se pone, acaso, en exceso rimbombante. Demasiadas citas, que diría mi amigo Santiago Fernández, y demasiada hipérbole existencial, pero es lo que hay. Así me amaneció la mañana y bienvenidos han de ser estos ánimos que, quien como calza coturnos, te elevan sobre la rutina de un día cualquiera de este mes de junio. Aunque acaso esta disposición mía tenga alguna relación con hechos sencillos como el que haya decidido desaparecer de las redes sociales temporalmente, y quién sabe si para siempre, y que hoy mismo me haya decidido a dejar los periódicos hasta quién sabe cuándo, acaso hasta que mis deberes de ciudadano me vuelvan a llamar al orden. Alejado de las redes sociales, comedido con el teléfono, ausente de lo que sucede en el mundo y, además, inaugurando dentro de unos días un trimestre de soledad y de caminar por las montañas, la nueva realidad del día a día se me aparece tan sabrosa, tan como una nueva y atractiva aventura, que gusto me da este empezar a dar mis primeros pasos por ella. Es hora de dedicarse uno a sí mismo por una larga temporada, así que con un verano por delate me alejo del mundo, a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar. Mi último gesto, mi despedida de los dolores del mundo la haré mañana asistiendo a la marcha por Palestina. Todo mi dolor por el sufrimiento de los palestinos seguirá intacto; lo llevaré dentro como se lleva la ineluctable condición del hombre abocado a las más dolorosas miserias que puedan aquejarnos.

Quedará, eso espero, intacta mi escritura a lo largo de mi periplo alpino. “La escritura no es sólo mi modo de ganarme la vida, es cómo me gano mi alma”, decía Carson McCullers, la autora de La balada del café triste. Una idea que me vuelve a recordar otra que repetí en mi diario más de una vez, la voz de un escalador neozolandés que había impreso en su camiseta: “Escalo para mi alma”. Y para más abundancia, pensando en el verano que me espera (a mi amigo Santiago Fernández, si lee esto le va a dar algo con tanta cita), lo que escribiera Cioran: “Cuando estoy solo, estoy completo y cuando estoy con los otros, no estoy completo”. La posibilidad de escribir para encontrarte contigo mismo, sin que ni siquiera te turbe el ruido de las redes, quizás tenga como consecuencia alguna breve sensación de plenitud.

Camino para mi alma, escribo para mi alma, escalo para mi alma. Sugestivo, ¿no?