Mala gente que camina y va apestando la tierra…
El
Chorrillo, 14 de octubre de 2020
Leo
hasta altas horas de la noche. Sin destino, de Imre Kertesz, la historia
de un adolescente húngaro en los campos de concentración nazis. A uno le duele
el alma cuando tiene la osadía de enfrascarse en este tipo de relatos. Como
siempre, es estremecedor ir pasando página tras página en los libros que tratan
de Auschwitz, sabiendo, pensando lo que allí sucedía, conociendo lo que te vas
a encontrar. Soy reacio a comenzar libros así o films como el del Resnais, Noche
y niebla o La lista de Schildler,
de Spielberg, pero termino pensando en que es un deber moral y cívico hacerlo pese
al dolor que me pueda producir su lectura. Perder la memoria de la historia es
lo peor que puede pasarle a una persona o a un pueblo.
Últimamente
me indigno con frecuencia en este diario y utilizo la palabra ignorantes con
una frecuencia inusitada. Quizás tenga que ver con los rastros que mis lecturas
van dejando en el fondo de mi subsconsciente. Un siglo y medio de
Esta
mañana una amiga vertía en un mensaje de guasap una inquietud creciente que le
hacía, acontecimiento tras a acontecimiento, pensar en la posibilidad de que en
este país, como alenta la extrema derecha, se produjera una nueva guerra. La
desazón que le producen los acontecimientos de la actualidad, a lo que se suma
el covid, le había quitado el sueño durante toda la noche. Hablamos un poco. En
España huele a podrido, el hedor que se levanta de nuestra hermosa patria,
contaminada por la hez de la extrema derecha y por sus aplaudidores es tal de
hacer pensar que si no estuviéramos en
Tengo
un amigo, Cive Pérez, que defendía días atrás en un post la intolerancia contra
los intolerantes con una discreción y una mesura que admiro. Comedido pero
incisivo y con un lenguaje brillante e ilustrado somete a esta barbarie de la
derecha a un breve análisis que debería bastar para aclarar las ideas a
cualquiera que sepa leer, pero que probablemente tropezarían con el
entendimiento nublado de cierta población a la que el ejercicio de pensar le es
ajeno. Mi amigo trata de levantar barricadas frente a la barbarie y lo hace no
perdiendo la compostura ni las formas, como me sucede a mí en no pocas ocasiones cuando la impostura y la necedad alteran mi sistema nervioso.
Como
tantas veces cuando leo análisis de la realidad social o política que vivimos
en España, con el artículo de Cive me sucede lo mismo, echo de menos una
referencia a la gente de a pie. Cierto que los bárbaros sitian las murallas del
país, pero esos bárbaros no son máquinas, o acaso sí, esos bárbaros armados de
cacerolas y banderitas hasta en la sopa son seres pensantes dotados por la
naturaleza para analizar y discernir pero a los que la indolencia de su
voluntad ha dejado indefensos al punto de perder toda capacidad para sopesar lo
que tienen delante. Obviamente no considero aquí a los otros, a los flautistas,
a esa mala hez que va apestando la tierra con sus discursos y su infamia.
Hay que
seguir defendiendo que un pueblo medianamente culto sería inmune a los
panfletos y a las supercherías de esta gentecilla que, haciendo uso de la
flauta, lleva a tantos incautos tras de sí. Hoy la cultura, la información, la
posibilidad de aclararse abriendo un libro de Historia, está al alcance de
todos, de manera que quién se comporta como un perfecto ignorante tragándose
toda la bazofia que le echan encima, es un vago indolente. Resulta
relativamente fácil echar la culpa de todos los males del país a los políticos,
a los voceros o a aquellos que nos inducen a comprar lo que en absoluto
necesitamos, pero raramente encontramos en la prensa la causa de tantos males
en una numerosa población incapaz de actuar de acuerdo con unos criterios que
sean realmente suyos y no inoculados en su inteligencia por determinados medios
o determinada gentecilla sumamente interesada en medrar a costa del prójimo.
Vamos,
que una parte sustancial de los males del país no está en los políticos sino en
la indolencia y la falta de voluntad como seres pensantes que, desprotegidos
por el no ejercicio del pensamiento, se convierten en pasto de los trileros de
turno (ah, cuánto te repites, me dice mi chica cuando revisa estas líneas,
porque revisar hay que revisarlo; ayer, sin más mi amigo Cive tuvo que darme un
toque porque había escrito “ato” por “hato”. A veces la ortografía no es mi
fuerte). Eso y la necesidad gregaria de pertenecer a una tribu que proporciona
calorcito no sólo a los hooligans de
los pateabalones sino también a todos los que con sus banderitas en mascarillas
y sobre sus balcones se sienten pertenecientes a una santa hermandad que les
acoge.
Alemania
años treinta, un pueblo sano, gente corriente, y un líder, unos líderes que,
aprovechando las insatisfacciones de la población, canalizan esta
insatisfacción hacia los judíos. Estremece ver cómo poco a poco en esos años
los alemanes, que vivían pacífica y amistosamente con los judíos, van
transformando su mentalidad, bajo la instigación de los nazis, hasta derivarla
en lo que sería la masacre del Holocausto. Los expertos estiman entre cinco y
seis millones los asesinatos perpetrados por los alemanes. ¿Nadie encuentra
símiles entre la persecución de los judíos y gitanos por los alemanes en sus inicios
y la persecución que hace la extrema derecha de los inmigrantes o los
homosexuales?

Leer un articulo como este,lleno de mesura y recto criterio,me llena de satisfaccion y de orgullo al ver que hay gente con sabiduria y cordura,con el que me aineo
ResponderEliminarGracias amigo.
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