El
Chorrillo, 7 de abril de 2025
Me
comenta Guillermo en mi post de ayer que su lectura le había recordado que una
vez también fue joven. Yo le contesto que si no le parece que lo que somos hoy
es también eso que éramos ayer. Le digo que yo a veces cierro los ojos y lo
siento así. He jugado muchas veces con esa idea. Incluso me he remitido
(inútilmente) a la filosofía y a la física cuántica (una materia inescrutable
para mí) para intentar arrojar alguna luz sobre esa sensación que en ocasiones
podemos tener de estar viviendo un presente simultáneo en donde se aglutinan hechos de la vida muy alejados en el tiempo. Curiosamente se trata de vida recordada, lo cual fuerza un contrasentido,
la paradoja de la vivencia simultánea que tiene que echar mano de la memoria,
del pasado, para sentirlo como presente.
No es
un asunto nuevo eso de en ocasiones jugar con esa idea de simultaneidad. Cerrar
los ojos y sentir/verme jugando al fútbol en el patio de recreo del colegio de
mi infancia, encontrarme en una mañana trabajando en la oficina de un banco,
una noche durmiendo con los clochard bajo un puente junto al río Sena en París,
una mañana con mi hijo pequeño
sietemesino junto a la incubadora, una cosa pequeña que no llegaba a los
La
percepción del tiempo en nosotros mismos y de nuestro entorno está
profundamente ligada a nuestra conciencia. Aunque las teorías físicas sugieren
un tiempo continuo, nuestra experiencia
del tiempo es subjetiva y depende de nuestros estados de ánimo. Para Bergson el
tiempo vivido, no es simplemente una sucesión de momentos medibles, sino una
continuidad psicológica que se construye en la conciencia. Días atrás
discutíamos en casa sobre el nacimiento de la conciencia, ese entorno en donde
se organiza la percepción del tiempo. Una amiga trató de convencerme
inútilmente del misterio que implicaba su nacimiento; no admitía la lógica
darwiniana que otros aproximábamos, pero tampoco recuerdo que aportara alguna
luz al asunto. Decimos que la conciencia tal y cual pero en esencia nos resulta
extremadamente difícil conocer su nacimiento, como se gesta ésta y cómo es su
funcionamiento. Hablo siempre desde el punto de vista de quien es un lego en
estos asuntos y en otros tantos que aparecen en mi diario (algún día debería
cambiar el título de este diario por Diario
de un lego). En general, aunque no parece que haya consenso, se estima que la conciencia probablemente emergió
gradualmente a lo largo de la evolución humana influenciada por necesidades de
supervivencia, socialización o adaptación. Debe de ser la conciencia la que organiza los eventos en una
línea temporal que va del pasado remoto al futuro.
Me
sería imposible, por falta de conocimientos, seguir argumentando en esta línea,
aunque en mi interior se barrunte que algo tiene que ver en nuestro modo de
percibir el tiempo y esa simultaneidad de que hablo, nuestra capacidad de
introspección y los hábitos que desarrollamos en relación con nuestro pasado.
Quien está muy ocupado siempre y tiene constantemente la cabeza ocupada en
asuntos, sean estos baladíes o no, difícilmente pueden tener una relación con
su pasado en esas condiciones de simultaneidad a las que vengo aludiendo.
Cuando
le decía a Guillermo que si no le parecía que lo que somos hoy es también eso
que éramos ayer, mis palabras, además de referirse, a esa simultaneidad de
hechos del pasado con el presente, expresaban una convicción de orden muy
distinta, que estaba relacionada con otro tipo de simultaneidad. Me refiero a
la simultaneidad del ser. Cuando Guillermo comenta que cierto texto le había
recordado que una vez también había sido joven, se sitúa en el contexto
corriente de la concepción de la línea del tiempo, lo que a mí me sugería, pese
a que todas las células de mi cuerpo se hayan renovado desde que fui niño, es
que el yo, sea lo que fuere, que tampoco los sabemos, es que el yo de mi
infancia soy yo, un yo que ha crecido, le ha salido barba, en algún momento
cambió los dientes de leche por otros definitivos, pero sin más sigo siendo yo.
Mi yo de la niñez o la adolescencia renace en mi yo de ahora cuando lo
recuerdo. Si me refiero a la conciencia entiendo que la conciencia es la misma
ayer y hoy, es la misma que tenía antes sólo que ahora más entrenada, más
compleja como consecuencia de la experiencia y el entrenamiento.
Coño,
qué difícil es expresarse. Digo cuando era joven o niño, Pero la percepción y
el sentimiento de simultaneidad lo que me trae cuando cierro los ojos… Vamos a
ver, en psicología se habla a veces del espectador interior, un enfoque que
sostiene que el ser humano tiene un espectador interior, una parte de sí mismo
que observa y reflexiona sobre los pensamientos y acciones, estén estos
situados en el pasado o en el presente, lo que permite que tengamos experiencias subjetivas, y una
percepción profunda de la existencia y de nuestro devenir. Me pregunto si eso
que yo llamo yo, una entidad, un ser, no lo estaré confundiendo con ese
espectador de que hablan los psicólogos. No quisiera creerlo, y no quisiera
porque me encanta pensarme en medio de esta madrugada como si no hubiera tiempo
y estuviera esta misma madrugada dando patadas a un balón en el colegio o
pernoctando en la cima del Poset. A lo mejor es sólo un deseo esa
simultaneidad. A lo mejor es que no quiero dejar de ser joven, no deseo dejar
de ser niño, quiero seguir dando clase a unos niños que me miran con los ojos
como platos cuando gesticulo y muevo manos y brazos explicándoles por qué
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