El
Chorrillo, 6 de abril de 2025
Uno
parlotea, se pasa por los años, habla, comenta, discute de política, vive en el
presente, y así hasta que una noche de ocio llegan a tus manos unos cortos
versos, apenas una línea, La sangre tiene razones que hacen engordar las
venas. Y te preguntas de dónde viene eso, en qué parte del cerebro dormía
la voz de Atahualpa Yupanqui que viene en la madrugada a recordarte esa parte
que eres y que engendraron los años en aquel tiempo en que todo era fuego en
tus venas. La sangre tiene razones que aunque olvidadas en la memoria de tanto
en tanto despiertan. Despiertan y te dicen al oído quién eres y de dónde
vienes.
Había
leído un buen rato El choque de
civilizaciones, un capítulo que hablaba de la tendencia a la hegemonía de
China y del como hacer de contrapeso y subirse además al carro del vencedor, y
antes de irme a la cama abrí un guasap que me había llegado hacía un rato y que
recordaba precisamente ese verso de
Yo soy
de los del montón… la voz de Atahualpa, o en
aquellos años acaso era Jorge Cafrune, se había hecho con la noche y sonaba
como venida de lo más fogoso de la primera juventud. Y de repente sientes que
te has alejado del presente medio siglo, que vuelves tras el parloteo de los
libros, la realidad política o incluso la muerte de un conocido alpinista a
tomar contacto con esa parte de tu yo que sigues siendo y que acaso olvidas,
porque lo que fuiste en aquellos años que tanto guardan de las voces de
Atahualpa, de Cafrune, de Soledad Bravo, de Mercedes Sosa, de Violeta Parra,
escuchadas en las largas noches de la madrugada con un grupo de amigos en la
semioscuridad donde a veces ardía una queimada, había un receso, un canuto
pasando de boca en boca, una guitarra. Revoltijo de pensamientos dispares, una
pareja de comunidades cristianas de base, un barbudo, dirigente de
Vuelves
al pasado y no estás seguro del todo si tu yo es aquel o si es éste, el
extraviado instante del presente, ya jubilado, con muchos años más, la réplica
de aquel remoto pasado con el que esta noche te identificas. Te recuerdo
amanda y… y muchos no volvieron, tampoco Manuel. Esta noche se me pone la
piel de gallina oyendo este tema en la oscuridad. Eran los años en que semana
tras semanas corríamos delante de los grises, en que les llovían piedras en las
callejas del Paseo de Extremadura, en los que la policía tiraba con las pelotas
de goma a matar, los tiempos en que la vietnamita sustituía a la rotativa, el
auge de las asociaciones de vecinos, el apogeo del Partido Comunista en los
barrios.
Un
hombre está hecho de carne, de hueso y de la leche que ha manado en su temprana
juventud. Por eso esta noche me sorprendo, recuerdo unas líneas que escribí
esta mañana sobre cierto líder de Unidas Podemos, contemplo el conformismo que
roe todos los estratos de la sociedad o su anodina permanencia en las redes,
ese sentimiento que se apodera de ti viéndote guiar, callado, silencioso, como
cordero al matadero; me sorprendo de que hayamos llegado hasta aquí. Hemos
crecido, hemos caminado por la vida muchos años y esta noche vuelvo a sentir el
calor de aquellos años, el sentimiento de estar vivo, la solidaridad
corriéndote por dentro como una corriente salvaje. Estábamos construyendo
ladrillo a ladrillo otro mundo. Luego vinieron los políticos y ya ellos se
encargaron de todo. Quedó sin embargo como una brasa inextinta el calor de
aquellos años. Los historiadores o los sociólogos podrán decir lo que quieran
sobre la permeabilidad que tienen algunos hechos de la temprana juventud, pero
lo cierto es que nuestra personalidad, la de aquellos que vivimos las
circunstancias previas a
Eran
esos fines de semana, la largas noches de los sábados sentados sobre una
alfombra alrededor de unas velas, un instante de íntima comunión donde, ateos,
católicos, comunistas o jóvenes de buena voluntad, tras fijar algunos objetivos
de acción en el barrio, nos tomábamos un respiro donde la música, las palabras
apenas susurradas y las conversaciones sin demasiada trascendencia, hilvanaban
las horas una tras otra hasta las primeras luces del alba.
Esta
noche escuchar a Atahualpa Yupanqui era como volver a ese tiempo al que tanto
debemos los hombres y mujeres de nuestra generación, un tiempo que nos formó y
nos enseñó cuál era el camino a seguir; que nos marcó para siempre en unos
ideales y una manera de pensar de la cual hoy nos sentimos deudores. Y con ello
la lástima que sentimos ante esta infinita banalidad que nos rodea, de la que
sólo nos salva la constancia de esos hombres y mujeres que todavía guardan
suficientes dosis de esperanza como para no rendirse ante ella.
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