domingo, 6 de abril de 2025

Las razones de la sangre

 



El Chorrillo, 6 de abril de 2025

Uno parlotea, se pasa por los años, habla, comenta, discute de política, vive en el presente, y así hasta que una noche de ocio llegan a tus manos unos cortos versos, apenas una línea, La sangre tiene razones que hacen engordar las venas. Y te preguntas de dónde viene eso, en qué parte del cerebro dormía la voz de Atahualpa Yupanqui que viene en la madrugada a recordarte esa parte que eres y que engendraron los años en aquel tiempo en que todo era fuego en tus venas. La sangre tiene razones que aunque olvidadas en la memoria de tanto en tanto despiertan. Despiertan y te dicen al oído quién eres y de dónde vienes.

Había leído un buen rato  El choque de civilizaciones, un capítulo que hablaba de la tendencia a la hegemonía de China y del como hacer de contrapeso y subirse además al carro del vencedor, y antes de irme a la cama abrí un guasap que me había llegado hacía un rato y que recordaba precisamente ese verso de la Copla del payador perseguido. Busqué en YouTube. Necesitaba escuchar aquello a oscuras. Y se apagaron los faroles / y se encendieron los grillos.

Copla del payador perseguido. Jorge Cafrune

Yo soy de los del montón… la voz de Atahualpa, o en aquellos años acaso era Jorge Cafrune, se había hecho con la noche y sonaba como venida de lo más fogoso de la primera juventud. Y de repente sientes que te has alejado del presente medio siglo, que vuelves tras el parloteo de los libros, la realidad política o incluso la muerte de un conocido alpinista a tomar contacto con esa parte de tu yo que sigues siendo y que acaso olvidas, porque lo que fuiste en aquellos años que tanto guardan de las voces de Atahualpa, de Cafrune, de Soledad Bravo, de Mercedes Sosa, de Violeta Parra, escuchadas en las largas noches de la madrugada con un grupo de amigos en la semioscuridad donde a veces ardía una queimada, había un receso, un canuto pasando de boca en boca, una guitarra. Revoltijo de pensamientos dispares, una pareja de comunidades cristianas de base, un barbudo, dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria, alguien del PC, también un joven cura de la parroquia cercana, un representante de la asociación de vecinos, una pareja que se ausentaba en la habitación de al lado para cumplir el rito del encuentro. Y tras un breve silencio, alguien que pinchaba en el giradiscos aquel tema de Te recuerdo Amanda.

Vuelves al pasado y no estás seguro del todo si tu yo es aquel o si es éste, el extraviado instante del presente, ya jubilado, con muchos años más, la réplica de aquel remoto pasado con el que esta noche te identificas. Te recuerdo amanda y… y muchos no volvieron, tampoco Manuel. Esta noche se me pone la piel de gallina oyendo este tema en la oscuridad. Eran los años en que semana tras semanas corríamos delante de los grises, en que les llovían piedras en las callejas del Paseo de Extremadura, en los que la policía tiraba con las pelotas de goma a matar, los tiempos en que la vietnamita sustituía a la rotativa, el auge de las asociaciones de vecinos, el apogeo del Partido Comunista en los barrios.

Un hombre está hecho de carne, de hueso y de la leche que ha manado en su temprana juventud. Por eso esta noche me sorprendo, recuerdo unas líneas que escribí esta mañana sobre cierto líder de Unidas Podemos, contemplo el conformismo que roe todos los estratos de la sociedad o su anodina permanencia en las redes, ese sentimiento que se apodera de ti viéndote guiar, callado, silencioso, como cordero al matadero; me sorprendo de que hayamos llegado hasta aquí. Hemos crecido, hemos caminado por la vida muchos años y esta noche vuelvo a sentir el calor de aquellos años, el sentimiento de estar vivo, la solidaridad corriéndote por dentro como una corriente salvaje. Estábamos construyendo ladrillo a ladrillo otro mundo. Luego vinieron los políticos y ya ellos se encargaron de todo. Quedó sin embargo como una brasa inextinta el calor de aquellos años. Los historiadores o los sociólogos podrán decir lo que quieran sobre la permeabilidad que tienen algunos hechos de la temprana juventud, pero lo cierto es que nuestra personalidad, la de aquellos que vivimos las circunstancias previas a la Transición, hunden sus raíces tempranas en circunstancias en los años de aquella lucha antifranquista en donde además de la lucha política se concitaban fuerzas y vivencias que sobrepasaban cualquier expectativa que pudiéramos haber soñado para una juventud en período de formación.

Eran esos fines de semana, la largas noches de los sábados sentados sobre una alfombra alrededor de unas velas, un instante de íntima comunión donde, ateos, católicos, comunistas o jóvenes de buena voluntad, tras fijar algunos objetivos de acción en el barrio, nos tomábamos un respiro donde la música, las palabras apenas susurradas y las conversaciones sin demasiada trascendencia, hilvanaban las horas una tras otra hasta las primeras luces del alba.

Esta noche escuchar a Atahualpa Yupanqui era como volver a ese tiempo al que tanto debemos los hombres y mujeres de nuestra generación, un tiempo que nos formó y nos enseñó cuál era el camino a seguir; que nos marcó para siempre en unos ideales y una manera de pensar de la cual hoy nos sentimos deudores. Y con ello la lástima que sentimos ante esta infinita banalidad que nos rodea, de la que sólo nos salva la constancia de esos hombres y mujeres que todavía guardan suficientes dosis de esperanza como para no rendirse ante ella.

 


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