El
Chorrillo, 11 de abril de 2025
¿Y si
podaran Podemos a ver si reverdecían ramas
nuevas? Pero aún así qué difícil salir de la confrontación, de los egos, de
querer mear más lejos que el otro, qué difícil con tanto hooligan en su entorno.
Quizás
un atractivo de leer diarios lo proporcione la posibilidad de conocer por
dentro a personajes de la vida pública. Saber de la egolatría y el narcisismo
de un Trump, de cierta esquizofrenia de un Milei, de cierta tendencia a la
autarquía de la tal Úrsula von der Leyen, o en planos más locales intuir rasgos
de la personalidad de Irene Montero o Belarra. Intuir el mundo personal de
estos personajes viéndolos en la prensa puede llegar a explicar algo del
funcionamiento del mundo. La posibilidad de que Hitler tuviera un pito muy
pequeño y ello le llevara a desarrollar un sistema de compensación, algo que
leí hace tiempo en Eric Fromm; el hecho de que Josefina fuera una pieza central
en la construcción del poder simbólico de Napoleón; el caso de que el señor
Iglesia se enamorara de una tal Irene, etcétera… ¿Asuntos inocuos en los
sucesos de la política y la historia? Probablemente no. Algo querría escribir
sobre esto. Esa posibilidad de la influencia que puedan tener los asuntos
personales, la mentalidad propia, en el ámbito político. Ver sin oír al ceñudo
Trump, contemplar la aparente candidez de Ursula van de Leyen, la cara de
cínico de Feijóo o el rostro de niña bien maleducada de Ayuso.
Trato
de conocer a algunas personas vía pantalla del teléfono por el procedimiento de
escucharlas sin oírlas. Suprimo el altavoz y a continuación doy a triangulito
de play. Creo que es una experiencia sumamente interesante. Lo hice esta tarde
con Ione Belarra e Irene Montero, para mí sospechosas de estar representando un
papel más que otra cosa. Me puedo equivocar, puedo tener cierta predisposición
en contra, pero es una forma de conocimiento que funciona. Se puede hacer la
prueba con cualquier personaje que nos quiera convencer de algo. Los labios, la
fuerza de los ojos o su ausencia, el ceño, la tirantez de los músculos del
rostro, al estar desactivado el sonido, son los únicos elementos de juicio que
tienes a tu disposición. Cuando miro a Belarra en silencio no me dice nada;
mientras sus labios se mueven observo la ausencia de pasión en su mirar, no hay
en ella la fuerza que debería acompañar a su discurso. Irene Montero es
diferente, Irene ha introyectado en sí el papel de todas las injusticias y
contradicciones del sistema y cuando habla se le forman líneas verticales en el
entrecejo, se ha convertido a sí misma en la indignada voz de los suyos, ha
hecho de su discurso una hipérbole simple y llana en el hacer político y tan
metida está en su papel que podría ser convincente si no viera en ella a una
persona de escasa preparación incapaz de ir más allá de las proclamas. No hay
en su rostro la reflexión, la hondura, las raíces de los asuntos, expele
tópicos uno tras otro, una y otra vez, la pobreza de su discurso me admira. Es
la vendedora del mercado que proclama la venta de sus productos a voz en grito,
como quien sustituyendo la fuerza de sus peticiones con argumentos demasiado
simples, intenta suplir estos con la demasía de su gesto y el tono apocalíptico
y chillón de su voz.
Quizás
son sensaciones mías motivadas por el desencanto con que abandoné Podemos.
Alguna influencia puede haber, no lo niego. Pero es que veo algunas
trayectorias de esa gente, empezando por el señor Iglesias, Monedero o Pablo
Echenique y de verdad es que... Se juntaron allá una familia tan variopinta y
llena de pasiones encontradas, pasiones que por fuerza al poco de crear Podemos
no tenían más remedio que dar al traste con las ilusiones que pusieron en
juego. No nos decepcionéis, por favor, decía al final de una entrevista en Fort
Apache u Otra vuelta de tuerca, creo que era Terele Pávez, no nos
decepcionéis. A ese clavo ardiendo nos acogimos, aunque no exentos de
escepticismo, muchos en aquellos tiempos.
Así que
visto que las palabras tienen mucho del ámbito de la representación teatral, un
modo de convencer a ingenuos, lo que me queda es mirarlos sin oírles para
tratar de captar lo que realmente encierra el trasfondo de sus palabras.
Me
sigue sorprendiendo el fanatismo con el que tantos en las redes aplauden y
siguen, siempre como forofos de su particular equipo de fútbol, a estos
personajes de Podemos a los que es tan difícil creer. Esta mañana leía un
artículo en El País de Estefanía Molina que hablaba de estas cosas.
Escribía que era curioso que los podemitas de ahora culpen a una supuesta
Operación Yolanda Díaz de hundirles, cuando en verdad, Sumar sólo fue el parche
ante el erial que dejaron los líderes morados con sus errores políticos. Esa es
la palabra, dejaron tal erial tras de sí, que ahora es imposible creerles. Me
parecen malos actores declamando un papel que con sus desavenencias y su tirar
de navaja unos contra otros, perdieron el tren de la credibilidad para siempre.
Así que
ya no los escucho, les miro la cara cuando hablan y no me parecen otra cosa que
malos actores. No entro en lo de Sumar, que duro debieron de encontrar el hueso
que les había tocado roer y para los que la admisión de Irene en sus listas
habría sido consolidar la validez del nepotismo y la certificación de bondad
para todo ese erial que había dejado tras de sí la formación de Podemos. La
película de malos y buenos que se montan los morados y sus antecedentes, como
mucho les hará candidatos al voto útil, pero en absoluto creíbles como partido.
La
honestidad personal que buscamos entre los líderes de esta izquierda quedará en
entredicho en tanto no prevalezcan las fuerzas de cohesión con otras fuerzas de
parecidos objetivos, en tanto no prevalezca el bien general por encima de los
intereses personales y de partido. Y crudo lo tienen si la finalidad a toda
costa de Podemos es reafirmar su identidad política y recuperar el espacio
político perdido. La expectativa de voto de ambos partidos en la actualidad
parece que está en 5,1% Sumar y 3,3% Podemos. Así que sigan peleándose,
señoras, para arrancar a Sumar algunas décimas, si es que eso les alimenta.
Alimento envenenado, por supuesto.
La
fragmentación de la izquierda con la pérdida de representación progresista y el
desgaste del apoyo popular, son claras advertencias que impedirán no sólo en un
futuro la posibilidad de un gobierno de coalición, sino que hará posible una
victoria de una derecha que ve con regocijo cómo la izquierda en vez de emplear
su fuerza inteligentemente se desgasta dándose de palos entre ellas.
Recurro
a las encuestas de opinión y me encuentro un dato significativo. Los líderes
políticos más valorados de mayor a menor resultan ser los siguientes: Sánchez
4,12 puntos; Yolanda Díaz 3,88; Feijoó, 3,78 y Abascal 2,77. Me pregunto si
esto que recogen las encuestas a nivel nacional no debería ser un indicativo a
tener en cuenta para reforzar una unidad de izquierda, dejar de ver quien mea
más lejos y tratar de consolidar un frente común ante la estúpida dispersión
que supone pretender acaparar la pureza de una posición de izquierda que ya
vimos en qué paró, en ese erial que dejó Podemos a su alrededor.
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