El Chorrillo, 13 de abril de 2025
Aprecio la tranquilidad de la tarde. Miro
los verdes plumeros que les han salido a las ramas de los olmos. A mi lado
ronronea Mico metido en su collar isabelino. Ya no le liberaré de él al menos
en una semana. Ayer en un descuido, cuando se lo quité para que comiera, volvió
a arrancarse la costra de la oreja y organizó un ciposte de sangre en toda la cabaña. Nos costó
contenerle la hemorragia. Así que a mi lado le tengo resignado. Va para largo.

Cosas tontas. Miro la portada del libro de
Silvia Vidal que yace en el alfeizar de la ventana y me pregunto a quien se le
habrá ocurrido poner ese número de circo en la portada del libro. Para gustos
no hay nada escrito, pero, hombre… Y luego el título, ese Hay luz entre las
cuerdas. A qué coño alude eso, a que se ve la nieve entre las cuerdas, el
cielo. Puaf. Luego, un poco más allá, también en el
alfeizar observo a mi querida esquimala. Cuánto me gusta esta escultura de Ladró.
Estuvo en nuestra primera casa, alguien nos la regaló y en el traslado a
Asturias debió fenecer. Fueron mis hijos que localizaron una nueva copia hace
un par de años y nos la regalaron por Reyes. Es una escultura que respira paz,
sintonía con la naturaleza en que está esquimala nació. Se ha adormecido y abrigada,
recogida en el calor de su cuerpo, echa un breve sueño. Las piernas encogidas,
los brazos cruzados sobre sus rodillas, la cabeza recostada sobre sus
antebrazos ofrecen la estampa de la vida simple a la que aspiramos cuando
desposeídos de pasiones inmediatas apreciamos el gozo de nuestro propio vivir.

Hasta sale el sol; se ha abierto paso en la grisura de la tarde, ha atravesado la pelusilla
verde de los olmos y ha venido a besar mi cuerpo en este siempre placentero
momento tras la comida. Hoy no sesteé. No tenía nada que decir pero sentí la necesidad de acariciar con
las yemas de los dedos la pantalla de mi teléfono.

Desde mi ventana puedo ver a las elegantes aquilegias erguidas sobre sus finos tallos. Un
recuerdo más de algunas caminatas por los Alpes donde estas flores crecen en
tantos rincones. No entiendo cómo han llegado a nuestra parcela estas bellas
flores que sólo he visto en las montañas. Se metieron como un polizonte en nuestro jardín y
ahora hacen la competencia a todas las del vivero. Sólo las caléndulas y los
ciclámenes logran hacerles frente.

La brisa agita con su suave caricia las
primeras hojas de las acacias, los primeros brotes de los rosales que ya con
sus capullos inhiestos sobre las tiernas primeras ramas se preparan para la
eclosión. El prado está verde tierno y algunos dientes de león enarbolan sus
vilanos aquí y allá sobre el tapiz de la parcela.
Ahora chirimea. Los gorriones y los carboneros han dejado
libre el comedero de pájaros y en este momento son las tórtolas las que hacen
equilibrios para introducirse en él. Son muy graciosas. Como son grandes y no
son capaces de entrar directamente en el comedero volando, se colocan en la
parte alta sobre el pequeño tejado de madera, se deslizan de culo sobre el
tejado y al segundo o tercer intento logran darse la vuelta e introducirse en
el comedero. Tardaron en encontrar el modo de meterse dentro pero ya su
estrategia para llegar a la comida se ha hecho rutina.
Dentro de un poco voy a llamar a Ramón a
ver qué tal le va con la sustitución de su rótula y para saber cómo lleva el
cabreo que tenía el otro día con la Seguridad Social que le quería largar a su casa
inmediatamente después de operarle. Cabreado estaba, sí, tanto como para
deshacer el idilio que tenía con nuestra salud pública. Después me iré a llenar
unos cartuchos de gas para mi próxima salida al monte. He metido el cartucho vacío
en el congelador y el grande lleno sobre el radiador. Un problema de física.
Después conectaré ambos cartuchos y el calor de uno facilitará el trasvase del
gas al cartucho más frío. Trucos para ahorrar en gas. He salido tan satisfecho
de la salida del otro día que ahora me va a dar entera pena que se nos vaya la
nieve de Guadarrama. Le cogí el gusto tarde, así que a ver si dura la nieve. El
otro día era más que agradable desayunar en medio de la nieve en Bailanderos al
sol. En invierno desayunar a muchos grados bajo cero por la mañana no es tan
grato. Ya tengo idea de donde ir. Me hace ilusión subir por La Barranca para alcanzar
desde allí Cabeza de Hierro. Pernoctar en su cumbre, espero que este libre ese
pequeño rincón junto a la cima que se ha convertido en mi lugar de vivac, y
después bajar por el norte hasta Cotos. Veremos si raquetas y crampones o sólo
crampones. Me imagino desayunando con la Pedriza y el lago de Santillana a mis pies
mientras el sol levanta por las Torres, y una cosa tan sencilla me hace feliz.
A ver cómo viene el tiempo y si los encuentros se prodigan como el otro día en Najarra y Bailanderos. A veces los encuentros es coincidir en el
tiempo. Hace no mucho vivaqueé en Siete Picos y cuando llegué a casa y abrí el
Cara de Libro me encontré con que Ramón Portilla había subido unos minutos
después. Si sube unos minutos antes, le habría invitado a desayunar. Siempre
tiene mucha gracia coincidir en las cumbres con algún amigo.

Casi sin proponérmelo ya he despachado otra
tanda de palabras para mi diario. Mico sigue sopa durmiendo como un lirón y yo
voy a ver si charlo un poco con Ramón y ventilo lo del gas.
***
De camino me vino la idea de recoger alguna
instantánea primaveral de nuestra parcela, realmente bonita después de la
lluvia.

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