Cercanías de Goreme (Turquía). 2015 |
El Chorrillo, 24 de marzo de 2025
Después de muchas semanas, hoy, al igual que me
sucedía ayer con Silvia Vidal, vuelvo a ese en apariencia controvertido libro
del que ya hablé hace unas semanas, Una aportación sobre la inteligencia.
Según he ido avanzando en el libro, esta noche lo terminaré, voy entendiendo
mejor a su autor. Al margen de la definición que pueda dar
Escribe Tino, el autor, que no sería inteligente
una solución que primase la eficiencia si infringir la protección de la salud
de las personas o del medio ambiente. Es decir, sería poco inteligente todo
aquello que se considerara por encima de unos términos de referencia
esenciales. Términos de referencia que el autor centra en una mayor utilidad,
mayor eficiencia, mayor eficacia, menor coste, mayor sencillez, menor consumo
energético, menor nivel de desechos, menor nivel de contaminación, mayor
durabilidad, mayor facilidad de reutilización o reciclado y menor peligrosidad.
Cita a este respecto una anécdota que me había encontrado recientemente en otro
lugar, el hecho de que en
Es obvio que de seguir los criterios inteligentes que sugiere Tino, tendríamos una de las mejores herramientas
para dar la vuelta a casi todos los problemas del mundo. Por supuesto que con
ello el sistema capitalista se iría al carajo, un sistema que obviamente no
atiende al bien de la mayoría sino al bolsillo de una minoría. Ello si fuéramos
inteligentes y atendiéramos a la propuesta del libro trabajando por el bien de
la humanidad y no para ese uno, dos o diez por ciento que constituyen las
mayores fortunas del planeta. Al final, la racionalidad y la inteligencia habrían
hecho posible un mundo más lógico, más dentro del sentido común y sobre todo más
justo.
Desarrolla más adelante el autor estos términos
de referencia y para ello toma el ejemplo del laboratorio de
A la altura de la lectura del libro en que me
encuentro, el autor toma impulso y nos sumerge en unas interesantes
consideraciones que, si no las tenemos en cuenta, huelga decir que la humanidad
difícilmente va a tener continuidad en un tiempo por venir. La poca “inteligencia”
con la que tratamos, por ejemplo, los asuntos del medio ambiente, la
deforestación y la contaminación de los mares, ambos los bosques y los océanos
(con la perdida de fitoplancton), los principales emisores de oxígeno del
planeta, pone de relevancia la irresponsabilidad con la que nos comportamos en
relación a nosotros y a las generaciones futuras.
Hasta aquí yo había tomado este libro como un
volumen sobre la inteligencia, pero a estas alturas lo que descubro es que no
es la inteligencia sino
Se extiende después Tino escribiendo sobre el
impulso que engendra en sí la vida desde las primeras bacterias. Cómo la vida
se fue abriendo paso alo largo de 3.800 millones de años en un clima de una
complejidad cada vez mayor hasta la aparición del hombre, cómo la vida de éste
se abre paso entre esos 200 o 400 millones de espermatozoides camino de fecundar
el óvulo en la mujer. Ese impuso básico, comenta Tino, que nos mueve a la
dispensación de cuidados al bebé, a la convivencia, a los miembros de nuestro
grupo y que viven en el trasfondo de la medicina. “Uno de los factores, comenta
el autor, de que hayamos alcanzado la cima de la pirámide evolutiva son los
lazos e instrumentos de colaboración tan desarrollados que hemos generado y las
posibilidades de supervivencia que esto nos ha proporcionado”.
En el polo opuesto están todos los horrores y el
dolor que el hombre ha sido capaz de descargar sobre sus semejantes en todo el
mundo. La expresión más patente de la estupidez humana. ¿Armonizamos con la
vida del planeta o flirteamos con la muerte?, se pregunta. Un tema tan actual
en estos días en que, en lugar de intentar cuidar la vida, preservarla, Europa
se empeña en aporrear los tambores de la guerra. Cuidar la vida, acercar
posiciones, alentar mesas de negociación… en lugar de eso queremos detraer
grandes cantidades del presupuesto nacional para armarnos hasta los dientes.
Ante la falta de racionalidad e inteligencia el impulso de la vida queda en
frágil equilibrio, mostramos nuestra estupidez de una manera desgarradora.
Me queda antes de terminar el libro una cuestión
que el autor relaciona también con aquellos términos de referencia, se trata de
la relación que tiene el amor con la física y la química. Comenta sobre la
corriente científica que estima que el amor se reduce a física y a química, y
escribe que no comparte esta opinión, aunque sí acepta que tanto la física
como la química algo tienen que ver con el amor. En el margen de la página
donde se dice esto he escrito lo siguiente: ¿Cómo acompaña el amor a la física
y a la química? Un tema colateral que viendo la hora que es no tiene cabida
aquí. No obstante, en lugar del término amor yo hubiera preferido utilizar en
este contexto aquel otro de empatía. Quizás sea una disyuntiva con la que
entretenerme un día de estos.
Querido Alberto, leo tus comentarios y aprendo mucho de tus reflexiones sobre los aspectos que llevé al papel. Es la materialización de mi esperanza: que el texto sirviera para animar un debate que llegase hasta cotas que uno solo no puede alcanzar.
ResponderEliminarEl apartado sobre el amor, a cuyas puertas te has quedado, es uno de los siguientes temas que pretendo desarrollar. Uno de los temas más importantes del libro. Y espero con mucho interés, leer las reflexiones que hagas del tratamiento que de él he hecho. Tratamiento breve, como todos los asuntos que trato, pero creo que suficiente para iniciar un debate como el que a ti te ha animado.
Un abrazo y muchas gracias!
En mí creo que sí que has animado el debate. La curiosidad, el deseo de aclararse en medio de la niebla de la realidad y los conceptos forma parte de nuestra condición humana y el trabajo que haces de indagación lo cumple con creces. Ayer fue un grato rato de lectura, reflexión y estudio sobre asuntos que desconocía y que los medios que tenemos a nuestro alcance facilitan enormemente.
EliminarSi lo crees oportuno puedes mandarme las reflexiones que creas conveniente compartir.
Un abrazo.