miércoles, 19 de marzo de 2025

Aristófanes y la zopenca de la concejala de Linares

 



El Chorrillo, 19 de marzo de 2025 

Mi diario encontró esta mañana un interlocutor para darle cuerda a mi tendencia a acariciar el teclado durante un rato. Días atrás intercambiaba comentarios con Francisco Lorenzo en un post que había subido Tino Núñez en donde se hacía elogio de la escritura a mano y se le buscaba las cosquillas a esto de escribir utilizando las yemas de los dedos. Discrepaba yo de Francisco en su elogio y en las “maldades” que acumulaba el haber olvidado escribir a mano, que es mi caso. Yo tuve una relación cuasi íntima con una pluma estilográfica que utilicé durante muchos años, pero cuando me compré un portátil, un Compaq de casi tres kilos que viajó por toda América Latina y que atravesó conmigo los Pirineos de parte a parte en mi mochila, quedé tan enamorado de aquel aparatejo, la suavidad de su teclear, su ritmo, el contacto de las yemas de los dedos, vamos como si rozara el cuerpo de melocotón de un agraciado cuerpo femenino; tan enamorado, que desde aquella adquisición abandoné definitivamente la escritura a mano. Así que seguro que no sólo se trata de escribir de esto o lo otro, que la escritura, por vía del tránsito desde el cerebro, el sistema nervioso, las yemas de los dedos e inmediatamente el salto a la pantalla del ordenador o el teléfono, se convierte en un no desdeñable placer cada vez que, con las yemas de los dedos, como quien estuviera sacando de las tripas de un piano una sonata, acaricia las teclas, un regusto me viene encima, parecido al de la pluma, pero mucho más poderoso éste.  

Decía que esta mañana mi diario encontró un interlocutor. Su nombre es Enrique y escribe tan bien y de asuntos tan interesantes, que hoy me voy a permitir, con su permiso, reproducir su mensaje matutino a modo de arranque para completar un día más de esta relación íntima que mantengo con este diario. Estas era sus líneas de esta mañana:   

“El paso de los días es como un bálsamo relajante que, sin usar ninguno específico, con solo el cercano tránsito de lunes a viernes, proporciona un alivio benefactor. 

Ese era el sentimiento que percibía esta mañana al leer tu post , en el que explicabas con claridad meridiana la frustración que sentías al repasar la prensa diaria y comprobar la sensación de engaño que te producía su lectura. Sin entrar a analizar los hechos que generaban esa sensación, me daba cuenta de que son como un circuito impreso con miles y miles de ramificaciones, tal vez millones, todas interconectadas entre sí, lo que produce el terrible efecto bíblico de Babel: todos hablamos, pero no nos entendemos. 

En el caso bíblico, era un castigo divino porque nos habían cambiado los idiomas, pero en nuestro caso es mucho más grave, porque nos entendemos perfectamente. ¿Cómo han conseguido que no nos entendamos? Con el sistema más antiguo que existe: el famosísimo "divide y vencerás", aplicado en un sistema democrático absolutamente conservador. 

No hace mucho tiempo me preguntaba en el chat del Navi cuál era el papel de la izquierda en un sistema conservador. Como nadie respondió, me contesté yo mismo, con más o menos acierto, pero sin mayor trascendencia, porque los receptores no me hicieron ni burla. 

En este estado de cosas, como te decía hace unos días, la revolución no debe quedar en el fondo del cajón 

Es verdad, respondía yo a mi vez, hay mucho de ese bálsamo relajante en llegar a mayor y sentarte por la mañana a contemplar las nubes y el reciente manto de nieve que ha caído sobre Gredos, un regalo que me ofrece cada mañana la ventana de mi cabaña. Luego viene el mundo y sus asuntos, sólo un poco para no coger un empacho y no afecte en exceso a la mecánica de mi ánimo. Un contacto que es necesario mantener, aunque sólo sea por la responsabilidad cívica que compete a cada uno. Pero que por poco que te dejes llevar te ves arrastrado a la búsqueda de datos y conocimiento que sin quererlo echa a un lado tus otras rutinas, los libros, el cine, la música. Sucedió anoche que buscando conocer el entramado ese del rearme y las ramificaciones de la guerra comercial que ha emprendido Trump, se me fue la hora mágica de la madrugada en ello.  

A esos hechos que dices que generan millones de ramificaciones, sería mejor decir, esos millones de ramificaciones, de raíces, que generan los hechos del presente, se suman además las ramificaciones de la propia vida y su complejidad. A veces nos perdemos cuando levantamos la vista al cielo nocturno y pensamos en la infinitud del universo. Algo de esa infinitud vive cada uno de esos ocho mil millones de sapiens sobre el planeta en mismos. La complejidad del mundo, la política o la economía que, sumada a la complejidad de cualquier ser humano, nos pone ante la tesitura de echar mano a la intuición, a la contemplación en un acto que, dando escape al logos, nos deja ante la realidad de ser. Un necesario alejarse de la realidad global para conectar con la imprecisión del ser y acaso con la certeza de estar algo más que existiendo, la certeza de vivir. Aquella distinción que hacía Séneca en La brevedad de la vida: "mientras tú estás ocupado huye aprisa la vida". Eso me sucede a mí cuando especulo sobre esa parte del yo que se debe a lo social.  

Respecto a la Revolución, decir que yo soy más bien darwinista, aquello de que la necesidad hace al órgano. Aquello también de Labordeta de “Habrá un día en que todos al levantar la vista etcétera”. La lentitud de los procesos biológicos acaso rija también para los procesos sociales y algún día poco a poco, vía la educación, los sapiens podamos, puedan porque nosotros ya no existiremos, alumbrar una sociedad guiada más por el sentido común que por los mecanismos del mercado y la codicia. Ese sentido darwiniano me dice que si los seres hemos necesitado del mucho tiempo para evolucionar, quizás nosotros, a pesar de ese factor, la razón, que quiebra en ocasiones el sentido de la evolución haciendo posible que el débil y menos preparado no sea excluido de la vida, sino que siga por razones de nuestro sentido ético y moral viviendo y reproduciéndose; si hemos necesitado tanto tiempo para evolucionar, acaso se imponga socialmente tal criterio y al cabo del tiempo determinadas “mutaciones”, acaso guiadas por la ética y por el sentido de la justicia y la distribución de la riqueza, evolucionemos hacia un mundo en donde bajo la enseña de la educación podamos hacer de este planeta algo más que la ley de la selva, como es en la actualidad.  

Podría dar por terminado aquí el texto, un dejarse guiar por las intuiciones del momento, ese tipo de conversaciones que no necesitan ser vertebradas alrededor de un único tema, pero me tienta añadir por aquí alguna consideración más que viene a cuento de otro guasap mañanero, este del amigo C. Yo había terminado uno de mis posts el otro día hablando del vicio de escribir, ante lo que C respondía que lo podía imaginar porque es algo que él practicaba, aunque en otro ámbito. C no es partidario de contarle nada por escrito al mundo mundial desde la corrala del Cara de Libro. Le respondía yo, creo haberlo escrito por aquí más de una vez, que para mí carecía de importancia lo que pueda yo escribir en relación con lo que comparta en Cara de Libro, y por supuesto lo que alguien pueda pensar. Aparecer por allí es como echar la caña de pescar al río de la cotidianidad de los otros. Si alguien "pica" y sirve después para pasar un pequeño rato de conversación sobre asuntos que nos conciernan, perfecto, bienvenida la conversación, pero sin mayor trascendencia, aunque, como escribía Enrique más arriba, los receptores no me hagan ni burla. Debo repetir para que no haya dudas, que al sentimiento de mi propia insignificancia le trae sin cuidado que el Big Data o lo que sea, acumule lo que le dé la gana sobre lo que pueda o no pueda escribir.  

Sólo una breve coda, una simpática observación para comprobar el mundo en que vivimos, una concejala de Linares que prohíbe la representación de Lisístrata, de Aristófanes (el argumento, una hilarante comedia en la que las esposas de los guerreros se ponen en huelga de sexo para evitar sucesivas guerras). “Creyó la concejala, escribe Sergio del Molino, que el lenguaje soez de la obra era intolerable para un público ahíto de porno y reguetón. En el colegio de mi hijo —y seguro que en los de Linares, también—, los prepúberes cantan una canción de Karina y Marina que promueve el consumo de fruta (“soy una chica muy sana: / siempre que como, elijo la banana”), pero quizá no estén preparados para la procacidad de una tragedia clásica. Al fin y al cabo, Karina y Marina promocionan hábitos dietéticos saludables, mientras que Aristófanes solo habla de guarrerías y pacifismo. 
Quizás os parezca fuera de contexto esta referencia al artículo de Sergio del Molino, pero no, entra de plano en eso que debería ser la evolución darwiniana de lo social. Saber de dónde partimos para tener algo claro cuál debería ser el curso de los caminos del futuro. No hay revolución posible con zopencas como la concejala del Ayuntamiento de Linares. 

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