martes, 18 de febrero de 2025

Silvia Vidal y la vulnerabilidad

 



El Chorrillo, 18 de febrero de 2025

Me produce cierto rubor colocarme ahí arriba junto a Silvia, pero es que estoy tan enamorado de ella… El día quédate me encontré con ella iba con Victoria y fue lo primero que le soltó a Silvia mi chica: “está tan enamorado de ti que sería capaz de tirarse por el puente para saludarte”. Y es que era verdad, esta mujer me tiene comido el seso con su filosofía de la vida, su soledad y su arrojo.

 Hablaba Enrique Muñiz esta mañana en el guasap del Navi de la vulnerabilidad en relación con la del ser humano, imposible de ocultar bajo las apariencias de estatus, poder o riqueza. En lo que sigue traigo a colación la persona de Silvia Vidal, en muy diferente contexto, para hablar de la vulnerabilidad superada, la que poniéndonos frente a la incertidumbre le echa un pulso y pasa sobre ella con la elegancia propia de la mujer fuerte, del hombre que no se arredra frente a esa vulnerabilidad. 

En mi mesa de trabajo lleva ya unos días el libro que recientemente publicó Silvia Vidal. Ah, pillina, qué escondido te lo tenías, le diría a Silvia si volviera a encontrarme de nuevo con ella. Fue lo primero que le dije cuando la saludé en la Sociedad Geográfica hace un par de años en el acto en que se le hacía miembro de honor de dicha sociedad. Incluso se lo comenté a Darío, el de Desnivel, a ver si os espabiláis y convencéis a esta mujer que nos escriba un libro. Ella me había dicho momentos antes que no entraban en sus cálculos esas cosas. Y mira por donde…

Me alegra un montón; si ayer hablaba aquí de mis admirados Garrido, Carlos o David no es que me olvidara ella, es que mi colección de admirados son muchos, todos aquellos, ya se sabe… Silvia es menudita, chiquita, leve, sonríe cuando le hablas con la levedad de quien pasa por los acontecimientos sociales sin que éstos le rocen apenas por dentro. Está allí porque la han llamado y le van a dar no se qué premio. El día de los premios, me contaba Pedro Nicolás, los organizadores estaban en ascuas porque el acto comenzaba con ella y cinco minutos antes todavía no había aparecido. Cuando la nombraron y subió al estrado, recogió el premio y amagó con marcharse corriendo de allí. Pero tuvo que pasar al final por el micrófono. Su discurso consistió en esto: ¡Gracias!, ni una palabra más. Un laconismo nunca visto en la Sociedad Geográfica en la que los premiados suelen largar un pequeño discurso a la concurrencia.

En aquella ocasión recuerdo que se lo había comentado a Ramón Portilla, que no sabía nada del acontecimiento y quedamos en que la propondría que fuéramos a cenar juntos, y si no le dices que me encantaría escalar mañana en la Pedriza con ella, me dijo Ramón. Se lo comenté a Portilla, la raptamos y nos la llevanos a cenar por ahí. Nada, quienes la tenían realmente secuestrada eran los de la Sociedad Geográfica, que aquella noche habían invitado a todos los galardonados, incluido otro admirado mío con el que pude intercambiar algunas palabras, monsieur Sylvain Tesson, un aventurero de exquisita prosa al que había leído días atrás en La vida simple y con quien bromeé diciéndole que yo había estado con él recientemente en el invierno de los 30 grados bajo cero del lago Baikal. Algo bastante cercano a la realidad cuando te metes de lleno en su libro y circunstancias, que físicamente no estarás allí, pero si lo está tu cabeza y todo lo que sucede en la del autor. 

Silvia, lo mismo que me sucede con Carlos, es una persona que planea con cierta frecuencia por mis circuitos neurales de solitario empedernido. Cuando yo me lío en algún sendero, me extravío y tengo que forzar unos pasos que no me queda más remedio que dar, especialmente cuando el patio que se abre a mis pies se convierte en un interrogante, y además llevo semanas caminando, y además sobre mi espalda cargo una mochila de 15 ó 16 kilos, después, cuando ya me estoy cocinando la cena a veces me acuerdo de Silvia, la Silvia solitaria, la Silvia sin teléfono ni gps, la Silvia cargada como un burro que a veces ha tenido que hacer marchas de aproximación de más de una semana haciendo tres viajes por cada porteo, ida, vuelta e ida de nuevo con el siguiente porteo. Eso la Silvia que abre una vía y que pasa quince días o un mes colgada en una pared, días en los que hace sol, llueve o truena y ella allí, impertérrita, tozuda, valiente, con más de eso del caballo de Espartero, erre que erre. 

Y sabiendo de estas cosas cómo no querer saber lo que sucede en su coco, la ebullición de sus proyectos, su fuerza, lo que piensa cuando se pasa tres días colgada de una hamaca en el final del mundo a muchos jornadas del pueblo más cercano mientras espera a que deje de llover o nevar. 

Ja, como para hablar aquí de vulnerabilidad, una persona que confiesa que para ella la incertidumbre es esa línea en donde empieza realmente la aventura. A mí que con tanta frecuencia la incertidumbre me ha tirado para atrás, me ha hecho bajar las orejas y dar una vuelta de mil demonios para saltarme a la torera precisamente a ella, doña incertidumbre. Somos vulnerables, pero acaso muchas de nuestras actividades en montaña serían cosa sin chicha ni limoná si no fuera porque nos hemos enfrentado a nuestra personal vulnerabilidad. Sylvain Tesson alquila en invierno una reducida cabaña en las orillas del lago Baikal. La podría haber alquilado junto al lago de Como o en la Engadina Suiza con sus magníficas montañas alrededor, pero no, se larga allá donde la incertidumbre, como quien pone una pica en Flandes, sienta sus reales, donde su vulnerabilidad estará todo el invierno a flor de piel. Bataille decía que él escribía para no volverse loco. Silvayn Tesson y Silva Vidal parecen buscar las cosquillas a la vulnerabilidad no para volverse locos, sino para dar salida al imperativo categórico que pone sobre ascuas a su voluntad cuando un hermoso y riesgoso proyecto se les cruza por la frente. Ante el ser o no ser, las excelencia de la afirmación del yo. 

El libro de Silvia está sobre mi mesa; podría haber esperado a leer un poco para escribir unas líneas, pero se me adelantaron estas primeras impresiones. Su libro promete. Seguro que más adelante vuelvo sobre él.

 

 


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