jueves, 20 de febrero de 2025

Serás lo que eres. Vinches el Niño sesenta y dos años más tarde.

 

José Manuel Vinches a los 8 años y el mismo entrando ya en el club de los septuagenarios


El Chorrillo, 20 de febrero de 2025

Una aclaración previa. Tuve una confusión. En la fotografía, a la  izquierda, no es José Manuel el que escala, sino su hijo Miguel, y José el que asegura. Vinches empezó a escalar no a los ocho años sino a los trece. El espíritu del texto permanece (serás lo que eres) pese a mi desliz, así que lo dejo tal cual. 

Viajo en el Cercanías. Nada más subir al tren me enfrasco en el libro de Silvia Vidal, Hay luz entre las cuerdas. Me olvido de todo, de los pasajeros, del paso de las estaciones; estoy en un proyecto de Silvia, una pared virgen en algún remoto rincón de Alaska. Silvia está contando el fracaso de esa expedición, sus dificultades, las gestiones, la estrategia a seguir, el plan de entrenamiento. En un momento observo que el tren lleva parado un buen rato. Miro hacia fuera pero al otro lado de la ventanilla sólo está la oscuridad mate de la noche. Pienso que estamos en pleno campo y que estará parado esperando a que pase algún tren. Así un rato. Cuando logro arrancarme de las páginas del libro, extrañado de la demora de la parada, del silencio y de que no haya nadie en el vagón, me levanto y compruebo que estoy solo. En ese momento el tren emite el pitido clásico que precede a la puesta en marcha. Me precipito sobre la puerta, salto y me encuentro en el final del anden de Humanes. El tren parte en ese momento camino de las cocheras. Si me descuido Silvia Vidal me obliga a vivaquear en las cocheras de la Renfe. Bonito espectáculo.

Descender a los primeros momentos de tu vida. Días atrás José Manuel Vinches subía al Cara de Libro una imagen en la que se le veía a sus ocho añitos escalando una delicada placa en un muro artificial de alguna parte de una ciudad, una delicada placa de 6b, dice (escribe en su muro: “Al día siguiente ganó la competición de escalada en categoría infantil (su hijo Miguel, según aclaré arriba) que se celebró en Cauterets, fue en el verano del 89”). La inmersión en el pasado es una de las más gozosas excursiones que nos podemos permitir. Silvia Vidal en la introducción de su libro, que es todo él un recorrido por el pasado y sus aventuras, manifiesta que escribir sobre ello la estresa y la inquieta (“hará falta encararlo para tener la oportunidad de ver finalmente cómo todos esos demonios desaparecen”); para ella reconstruir esa memoria es algo “más poderoso que una expedición vivida”. El común de los mortales bucea en el pasado a través de viejas fotografías descoloridas que actúan como hitos que sirven para orientarnos en un tiempo pasado. Y así imagino yo a Silvia tirando de la cuerda de la memoria de una y otra expedición para intentar sacar a la luz sensaciones, sentimientos, todo un rosario de acontecimientos que probablemente le ayuden a echar un vistazo proverbial a sus pasiones y aventuras. El pasado no existe… ¡Vaya que si existe! El pasado nos alimenta, nos dice quién somos, de donde venimos, cómo hemos crecido al amparo de los sueños y de la voluntad de superación. Y no es poca cosa este mirar atrás, por más, como le sucede a Silvia, que relatar sus aventuras le sea tan duro como una expedición. Viaje al fondo del mar, viaje al centro de uno mismo y nuestras pulsiones, miedos e incertidumbres.

En estas reflexiones andaba yo metido cuando volviendo a la lectura de los diarios de Chirbes me encontré con las líneas siguientes: “No deja de conmoverme…descubrir que la biografía, los treinta años que vinieron después de la adolescencia, eran sólo desenvolver la agitada madeja que el adolescente llevaba dentro: serás lo que eres”. No sé si en Silvia Vidal estaba latente en su temprana juventud ese serás lo que eres (todavía estoy en los primeros capítulos), creo que no, que me parece que fue un descubrimiento posterior ese de encontrar gente que escalaba por lugares inverosímiles, imagino que para ella no cuenta el será lo que eres, que más bien en algún momento de la vida, ya persona adulta, fue cuando descubrió ese algo que la catapultó al mundo de la aventura en solitario.

De todos modos en todas estas cosas lo que a mí me llamaba la atención era ese “serás lo que eres”, que cuando lo leí enseguida me llevó al apunte que había subido José Manuel al Cara de Libro; en él porque la montaña y la escalada  constituyeron tan tempranamente carne de la propia carne que indudablemente se cumple ese serás lo que eres de la niñez. Nada más hay que verle después de sesenta y dos años de aquella escalada de 6B por dónde le anda la vida. Esta mañana sonó mi telefono, era él, la pregunta usual porque este hombre lo mismo está en los Alpes Franceses, en el Piri, como dice, en la Pedra, en Riglos o escalando alguna catarata de hielo en Noruega, fue ¿por dónde andas? Subiendo a la laguna de los Pájaros desde La Granja, dice desde el otro lado. Le contesto: No me jodas, tú subiendo una montaña; qué raro, tío.

Las predicciones del pasado se cumplen de tanto en tanto; José Manuel casi había dejado la teta de su madre cuando ya andaba pensando, seguro, en escalar la fachada de su casa, una cosa que se lleva dentro como se llevan los riñones o el páncreas. Kurtyka en su libro El maharajá chino habla constantemente de la rata, esa que le roe por dentro y le impele continuamente a devorar paredes una tras otra y a embarcarse en sueños imposibles. Es gráfica esa expresión porque implica algo muy potente, algo que te roe por dentro y que no te suelta hasta que no te encuentras en la cumbre del Dru, por ejemplo, después de haber escalado la Directa Americana, y si no es esa vía será otra, así durante 62 años… y los que te rondaré, morena. Si al niño José Manuel de los ocho años alguno le hubiera interpelado por su futuro, seguro que ya entonces el sabría lo que iba a ser en el futuro, el Niño, que aunque se hizo mayor siguió siendo ese niño que sueña y que a diferencia del niño de Machado, Era un niño que soñaba / un caballo de cartón./ Abrió los ojos el niño / y el caballito no vio, él paso a paso fue convirtiendo sus sueños en una vigorosa realidad.

Somos nosotros y nuestras circunstancias, pero cuando el nosotros desarrolla una fuerte motivación no hay dios que se ponga delante. Recuerdo la historia de Messner y la de tantos alpinistas notorios, todos ellos devorados por la rata de la escalada desde su infancia. El Dios salve al Rey, que se popularizó en el siglo XVIII en Inglaterra para pedir la protección divina sobre el soberano, cuadraría aquí para pedir protección y cuidado para estos colegas que hicieron de una motivación primera un hermoso reguero de continuadas aventuras, tantos que desde el anonimato pueblan el mundo y llenan sus vidas de poesía y vigor.


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