viernes, 21 de febrero de 2025

Un garbeo entre la futilidad y la diversión de disentir



El Chorrillo, 21 de febrero de 2025

Lo que sigue, un sencillo ejercicio para ventilar las neuronas. Al hecho matinal de un rato de ejercicio para mantener el cuerpo en condiciones, le toca ahora al coco. Esta mañana la idea me viene de unas líneas de un compañero de un grupo de guasap empeñado en sacar al grupo de la atonía, volcado mayoritariamente en accidentes, rescates de montaña (ni que el grupo fuera adicto el periódico aquel de mi niñez, El Caso) o los cumpleaños de ocasión. Que por más que él se esfuerza en abrir un pequeño debate, una breve tertulia sobre algún tema interesante, a continuación lo que aparece en el guasap, mandando por consiguiente sus palabras al desván de lo nunca dicho, son steakers de medio metro de alto que nada tienen que ver con lo que dice, y lo dicho, sucesos, muertos, rescates y alguna que otra rara intervención más propia sí, de un grupo de compañeros, las menos. Escribe él, “las prioridades han ocupado todas las épocas de nuestra vida: la juventud, la madurez y la actual. Rara vez sentimos urgencia, pero cuando la vida avanza, tenemos la sensación de querer absorberlo todo antes de que baje el telón. Sin embargo, de lo que realmente se trata es de no perder el ritmo y de elegir con más conciencia aquello que de verdad nos nutre: algunos libros esenciales para uno mismo, las películas que realmente nos interesan y, con toda la humildad posible, las montañas que podamos subir”. X lo que está diciendo es que venga, coño, dejaros de pamplinas y asuntos sin chicha ni limoná, no perdamos el tiempo y atendamos a las prioridades que nutren nuestra alma, nuestra mente o como se le quiera llamar.

Recuerdo que hace tiempo tropecé con un interesantísimo blog que leí durante meses, un blog mucho mas interesante que cualquier cosa que pudiera encontrar en Cara de Libro. Eran entradas sustanciosas, brillantes, arte, literatura, cine, asuntos varios que delataban la mano de una persona inquieta interesada por hacer de la escritura un trabajo de intelección y de búsqueda. De todos modos lo que más me llamaba la atención de aquel blog era el número de megustas, que nunca pasaba de dos o tres. Ya contaba aquí días atrás del medio millón de megustas que recibía una chica en bikini con cara de lela, medio millón de megustas y 15.000 comentarios. Dos ejemplos opuestos en número de megustas y en calidad de contenido que evidentemente vienen a hablar de una sociedad realmente algo turulata y banal. Y ese algo tiene que ver indiscutiblemente con dos áreas muy diferentes del comportamiento humano; simplificando, en un extremo la futilidad que flota en el ambiente de las redes sociales y algunos grupos de guasap, y en el otro la preocupación y el gusto por los mundos sutiles, que escribiría Machado. “Yo amo los mundos sutiles, / Ingrávidos y gentiles, / Como pompas de jabón”. 

Evidentemente ni las redes ni los grupos de guasap tienen por qué obedecer a ningún criterio preciso, pero siendo estos, al menos teóricamente un instrumento de comunicación, bien cabría esperar que en ellos abundara un poco más el santo y seña de pensamientos un tanto más elaborados que lo que da de sí felicitar a alguien por su cumpleaños o decir de lo que sea que te gusta o te desagrada. Si el lenguaje se desarrolló en los humanos hasta ahora de un modo tan maravilloso y complejo, se debió porque, trascendidas las situaciones en que éste servía para comunicarse asuntos relacionados con la supervivencia, el hombre necesitaba una herramienta más compleja para expresar asuntos más allá del sí o el no, lo equivalente al megusta, no me gusta, que bien podría sustituirse simplemente moviendo la cabeza de arriba abajo para el sí o de izquierda a derecha para el no. Vamos, que en determinados y restrictivos casos de la historia del hombre ni siquiera necesitaríamos del lenguaje, bastaría con el sí, no, el megusta o el no me gusta.  Si el hombre no hubiera pasado de esta fase probablemente nuestra inteligencia habría quedado anclada en los tiempos del Neanderthal. Se estima que el lenguaje comenzó a ser más elaborado hace unos 70.000 años. Saber qué fue primero el huevo o la gallina parece que no está todavía muy claro, es decir si el lenguaje hizo posible una mayor capacidad craneana a lo largo de miles de años o si una mayor capacidad craneana fue la responsable del lenguaje. La respuesta probablemente sea que ambos procesos se retroalimentaron en una espiral evolutiva. 

No sería ocioso hacer este tipo de consideraciones pensando en una sociedad, la nuestra, donde el uso del lenguaje, extremadamente simplificado, y digamos sin contenidos reales discursivos (sigo refiriéndome a redes y grupos), es extremadamente habitual hasta el punto, y hablando en general, de que la comunicación como tal puede estar reducida a su mínima expresión. El lenguaje y el pensamiento, como el entrenamiento de cualquier actividad deportiva, musical, técnica o artística, si no se desarrolla o se entrena, se anquilosa y reduce nuestra capacidad de expresión a apostar por un equipo de fútbol u otro, por esto o lo demás allá. La habilidad de pensar, dialogar y analizar parece que fueran imprescindibles para el desarrollo de la inteligencia, del conocimiento, herramienta fundamental para llegar a saber quiénes somos y comprender la realidad que nos rodea. 

Evidentemente uno puede hacer per sé parte de este recorrido, pero es realmente dudoso que un pensamiento se desarrolle con normalidad si no ejercemos las atribuciones de nuestra mente contrastando con los demás, con los libros, nuestras ideas. Parece además curioso que personas interesadas en asuntos diversos sobre los que quiere hacerse una idea, rehúyan la posibilidad de intercambiar con sus semejantes en los grupos o círculos que sea, ideas o experiencias, y usen los foros a su disposición constantemente para asuntos más o menos baladíes. Ello sin contar con el aspecto lúdico que resulta del intercambio de ideas, de una conversación que quiera ser inteligente, un placer al alcance de todos pero que la mayoría rehúye por las razones que sea, entre ellas, imagino, la pereza de argumentar o pensar. 

Huyo de la grupos de la clase que sea. De hecho participé en algunos, pero terminé por aburrirme y abandonarlos. Buscaba un intercambio de opiniones o experiencias y lo que me encontré fue un farragoso mundo con muy breves comentarios interesantes, un exceso de laconismo y en donde de vez en cuando algún desquiciado metía su patita o su ego para decir alguna tontería. Así que abandoné la cosa. Sin embargo, atraído por la necesidad de divertirme e intercambiar algún contenido, días atrás terminé por entrar en un nuevo grupo de guasap de compañeros y conocidos de la montaña. Allí en los primeros días encontré una entrada de X que me animó. Me dije, joder, si lo mismo es posible salir de la incordia de los tópicos de estos grupos y cruzar algún comentario interesante con alguien. Algo en la línea que comenté más arriba. X entonces hablaba precisamente de participar en el grupo con algo significativo, “La exposición de ideas para el debate es fundamental para el desarrollo y mantenimiento de nuestra psique, y sobre todo a las edades que disfrutamos todos”, escribía. Terminaba diciendo: “Bueno, el tablero está puesto. ¿Quién mueve ficha?”.  Buen comienzo, me dije, y moví ficha. Moví ficha pero nos quedamos los dos solos, el guasap siguió siendo lo que era y el intercambio que hacíamos X y yo de asuntos relacionados con la política, la historia o el arte quedaban totalmente sobrepasados por el automatismo de los que se dedican a reenvían asuntos sin añadir nada de su cosecha. Futilidad y anécdotas triviales sustituyen, con algún que otro comentario en la línea corriente que se da en la conversación entre amigos, sustituyen y aplastan en todo momento cualquier atisbo de ir un poco más lejos. 

¿Por qué será tan difícil pegar la hebra con un asunto aceptablemente interesante? ¿Por qué resulta tan difícil ir más allá de la anécdota, de felicitar el cumpleaños a un compañero, de decir sí o no, o me gusta o no me gusta? ¿Nos comportamos como si estuviéramos frente al televisor con el mando a distancia en la mano, clic, clic, clic, pasando de un canal a otro buscando matar el aburrimiento con algo que nos entretenga?

Quizás al final todo sea cuestión de gustos, sobre gustos no hay nada escrito, dicen, esa epifanía del futuro del me gusta o no me gusta sea lo que nos espera; del me apetece o no; o de lo que decía el compañero X, de perderle el miedo a la intervención. Yo qué sé, nadie está obligado a decir más allá de esta boca es mía, e imagino que cada uno está en su casa y Dios en la de todos. Así que nada que añadir, que aquí paz y después gloria. Amén 🤣. 

 

 

 

 

 

 

 


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