martes, 11 de febrero de 2025

"Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor"

 

Chirbes, Musil, Churchill


El Chorrillo, 12 de febrero de 2025

Chirbes sobre Musil en El hombre sin atributos: “Es una novela que uno subrayaría entera; cada frase un milagro, el fruto maduro de un esfuerzo casi inhumano”. El trabajo de encontrar las palabras que poco a poco, como quien tira de una cuerda con gran esfuerzo, la inteligencia va depositando sobre la pantalla del teléfono, el pc o el papel. Qué diferente cuando en una precipitada conversación lanzamos afirmaciones como salidas de la boca de un Papa infalible. Verdades que farfullamos en el calor de la conversación como ciertas e inamovibles. Qué trabajo el de averiguar, primero lo que pensamos realmente en medio de tanta complejidad, y después el trabajo de darle forma y expresarlo. Y sin embargo lo contentos que nos quedamos cuando largamos un discurso de cinco minutos asumidos de verdades que acaso tan sólo son el calor fogoso de convenciones que hemos asumido sentados en la cómoda situación de quien mira distraídamente un programa de televisión. Gota de agua sobre gota de agua que como aquella que cae sin tregua sobre una roca termina oradando ésta. Evidentemente una caricatura, una caricatura sobre la faz de esa otra realidad que exige el laborioso trabajo de penetrar hasta el fondo una idea, hasta pulirla y dejarla lista para ser expresada, quintaesencia de lo que debería ser el esfuerzo de abrirse paso en la realidad.

Me admira Chirbes o Marta Sanz cuando en el prólogo hace una presentación de éste, o Musil cuando hace años que lo leí, éste, con un placer y un esfuerzo paralelo que se corresponde con el esfuerzo casi inhumano que emplea el autor en la confección de su libro, porque adivino tras lo que escriben la cocina la escritura que se lleva a cabo, el enorme trabajo que implica pulir las ideas y darles una forma a la vez clara y bella. Trabajo de orfebrería sólo apto para mentes y espíritus privilegiados capaces de exigirse a si mismos el trabajo ciclópeo de extraer de la realidad el tuétano de la misma.

Y todo ello suponiendo que seamos capaces en primer término de orientarnos en la complejidad de la que se trate antes de pensar en expresar o escribir sobre la misma. ¿En qué se sustentan esas ideas tan claras que parecemos tener casi todos sobre las realidades sociales, económicas o políticas sobre las que tan ligeramente hablamos? No cabe duda de que ellas tienen asiento en nuestra conciencia con mayor o menor acierto, pero lo que se cuestiona es hasta qué punto son sólidas nuestras ideas y hasta donde han sido contrastadas para que podamos afirmar con la rotundidad con que lo hacemos. Y en este caso descontando la influencia de nuestras emociones, ánimo e ideas preconcebidas, a las cuales les corresponde siempre un buen pedazo en la tarta del pensamiento que asumimos y expresamos. Consumismos productos elaborados cuya escurridiza consistencia debería ponernos en guardia no sólo ya en base a ser hermanados a ciertas verdades. Hay quien se llega al supermercado y se lee el contenido de todas las etiquetas de los productos que elige, no sólo la fecha de caducidad. Sin embargo sería un proceso muy lento llenar el carrito de la compra haciendo toda esta comprobación con cada producto que adquieres, aditivos, composición, calorías, conservantes, de ahí que la carencia de tiempo nos obligue a dar por hecha la calidad de los productos que compramos. El símil lo podemos trasladar a otras realidades, y así practicamos la religión que nos tocó en suerte en función del lugar en que nacimos, seguimos las costumbre del país, comer con palillos si hemos nacido en China y con tenedor si ha sido en Occidente, nos postramos orientados hacia la Meca si hemos nacido en un país mahometano y vamos a misa los domingos si en uno es católico. Salir de ese círculo en que nos encerró nuestro nacimiento requiere un considerable esfuerzo que ni los católicos ni mahometanos corrientes suelen hacer. Aquello de Ortega de que cada uno es uno y sus circunstancias actúa como limitador en nuestra búsqueda personal y que requiere por tanto del esfuerzo intelectual que los mecanismos de nuestras circunstancias personales y creencias dificultan.

Si cerramos los ojos e intentamos meternos en el proceso creativo de Musil cuando éste trata de poner en orden sus ideas, comprender el conjunto de los hechos que vertebran su novela y por demás lo hace atendiendo a severos criterios estéticos, podemos comprender que el trabajo puede ser hercúleo. No se puede pedir que a todo el mundo se le exija tamaño esfuerzo, pero sí podemos entender que cualquier trabajo intelectual o estético requiere una implicación y atención fuera de lo común y que por tanto y salvando las distancias, la posibilidad de comprender y expresar no es tarea que se pueda ventilar sin un mínimo de dedicación a la reflexión, a la atención a los datos que puedan servir de respaldo a un asunto y a la gimnasia mental que requiere contrastar todo esto con nuestro posible interlocutor.

Admirable por tanto Musil, Chirbes, Marta Sanz por sus trabajos que, leídos en las premuras de las prisas que recorren los aires de nuestro recién estrenado siglo, pueden darnos el falso indicio de un trabajo que sale fácilmente de la nada cuando tras ello, como anunciaba aquel famoso discurso de Churchill, puede haber sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.

 

 

 

 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario