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Chirbes, Musil, Churchill |
El Chorrillo, 12 de febrero de 2025
Chirbes
sobre Musil en El hombre sin atributos: “Es una novela que uno
subrayaría entera; cada frase un milagro, el fruto maduro de un esfuerzo casi
inhumano”. El trabajo de encontrar las palabras que poco a poco, como quien
tira de una cuerda con gran esfuerzo, la inteligencia va depositando sobre la
pantalla del teléfono, el pc o el papel. Qué diferente cuando en una
precipitada conversación lanzamos afirmaciones como salidas de la boca de un
Papa infalible. Verdades que farfullamos en el calor de la conversación como
ciertas e inamovibles. Qué trabajo el de averiguar, primero lo que pensamos
realmente en medio de tanta complejidad, y después el trabajo de darle forma y
expresarlo. Y sin embargo lo contentos que nos quedamos cuando largamos un
discurso de cinco minutos asumidos de verdades que acaso tan sólo son el calor
fogoso de convenciones que hemos asumido sentados en la cómoda situación de
quien mira distraídamente un programa de televisión. Gota de agua sobre gota de
agua que como aquella que cae sin tregua sobre una roca termina oradando ésta.
Evidentemente una caricatura, una caricatura sobre la faz de esa otra realidad
que exige el laborioso trabajo de penetrar hasta el fondo una idea, hasta
pulirla y dejarla lista para ser expresada, quintaesencia de lo que debería ser
el esfuerzo de abrirse paso en la realidad.
Me
admira Chirbes o Marta Sanz cuando en el prólogo hace una presentación de éste,
o Musil cuando hace años que lo leí, éste, con un placer y un esfuerzo paralelo
que se corresponde con el esfuerzo casi inhumano que emplea el autor en
la confección de su libro, porque adivino tras lo que escriben la cocina la
escritura que se lleva a cabo, el enorme trabajo que implica pulir las ideas y
darles una forma a la vez clara y bella. Trabajo de orfebrería sólo apto para
mentes y espíritus privilegiados capaces de exigirse a si mismos el trabajo
ciclópeo de extraer de la realidad el tuétano de la misma.
Y todo
ello suponiendo que seamos capaces en primer término de orientarnos en la
complejidad de la que se trate antes de pensar en expresar o escribir sobre la
misma. ¿En qué se sustentan esas ideas tan claras que parecemos tener casi
todos sobre las realidades sociales, económicas o políticas sobre las que tan
ligeramente hablamos? No cabe duda de que ellas tienen asiento en nuestra
conciencia con mayor o menor acierto, pero lo que se cuestiona es hasta qué
punto son sólidas nuestras ideas y hasta donde han sido contrastadas para que
podamos afirmar con la rotundidad con que lo hacemos. Y en este caso
descontando la influencia de nuestras emociones, ánimo e ideas preconcebidas, a
las cuales les corresponde siempre un buen pedazo en la tarta del pensamiento
que asumimos y expresamos. Consumismos productos elaborados cuya escurridiza
consistencia debería ponernos en guardia no sólo ya en base a ser hermanados a
ciertas verdades. Hay quien se llega al supermercado y se lee el contenido de
todas las etiquetas de los productos que elige, no sólo la fecha de caducidad.
Sin embargo sería un proceso muy lento llenar el carrito de la compra haciendo
toda esta comprobación con cada producto que adquieres, aditivos, composición,
calorías, conservantes, de ahí que la carencia de tiempo nos obligue a dar por
hecha la calidad de los productos que compramos. El símil lo podemos trasladar
a otras realidades, y así practicamos la religión que nos tocó en suerte en
función del lugar en que nacimos, seguimos las costumbre del país, comer con
palillos si hemos nacido en China y con tenedor si ha sido en Occidente, nos
postramos orientados hacia
Si
cerramos los ojos e intentamos meternos en el proceso creativo de Musil cuando
éste trata de poner en orden sus ideas, comprender el conjunto de los hechos
que vertebran su novela y por demás lo hace atendiendo a severos criterios
estéticos, podemos comprender que el trabajo puede ser hercúleo. No se puede
pedir que a todo el mundo se le exija tamaño esfuerzo, pero sí podemos entender
que cualquier trabajo intelectual o estético requiere una implicación y
atención fuera de lo común y que por tanto y salvando las distancias, la
posibilidad de comprender y expresar no es tarea que se pueda ventilar sin un
mínimo de dedicación a la reflexión, a la atención a los datos que puedan
servir de respaldo a un asunto y a la gimnasia mental que requiere contrastar
todo esto con nuestro posible interlocutor.
Admirable
por tanto Musil, Chirbes, Marta Sanz por sus trabajos que, leídos en las
premuras de las prisas que recorren los aires de nuestro recién estrenado
siglo, pueden darnos el falso indicio de un trabajo que sale fácilmente de la
nada cuando tras ello, como anunciaba aquel famoso discurso de Churchill, puede
haber sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.
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